El caminante: Venezuela Medieval

Por: Valentín Alejandro Ladra…

En estos angustiantes días donde haciendo honor a los antiguos celtas de la Europa de muérdago y druidas, que a lo que más temían era que “el cielo les cayera encima”, volví a ver la impactante serie “Juego de Tronos” hasta la actual séptima edición.

Y mi cabeza comenzó a dar vueltas y vueltas como los recordados –y totalmente olvidados- carruseles de la infancia.

Más allá de las cruentas y epopéyicas escenas de combate con hachas, espadas y puñales, el fuego de los dragones míticos, los asesinatos entre amigos, familiares y cuanto personaje se cruzara en los caminos de realezas cuya crueldad y pandemónium parecieran salidos de las obras inmortales de Shakespeare, la escenografía de una pródiga naturaleza filmada en varias locaciones, entre ellas en Irlanda del Norte con sus castillos y menhires, los profundos y audaces diálogos, no exentos de ironías, la puesta en escena y vestimenta -incluso los desnudos- se puede afirmar que la producción va más allá de cualquier producción hollywoodense.

Pero, ¿por qué mi cabeza daba vueltas y vueltas como una pelota de fútbol en pies de un Messi?

Simple. Las 7 regiones de esa mítica puesta en escena de un país –pareciera ser una Gran Bretaña legendaria- gobernada cada uno por feroces, despóticos en su mayoría jerarcas, salvando a un renacido Rey del Norte y la dueña de tres dragones –muy bella, por cierto- y otros súbditos que creen en una vida feliz y justa para sus pueblos, donde el honor prevalece como un estandarte cuyo viento sopla en distintas direcciones sin aun poder encontrar su libre expresión debido a la maldad imperante de muertos y vivos, me hicieron recordar a la vida actual en nuestra amada, querida y torturada Venezuela.

Veamos. Por un lado, el despótico y “casi extraterrestre” rey y sus acólitos que nos invadieron en una demencial ansia de poder, que se apodera de todos los otros condados del ficticio mapa territorial y sus habitantes.

Por el otro lado los otros reinos –políticos en este caso- sin fuelle y con el fracaso de escasa inteligencia, inocente o acomodaticio según se le mire -ya las farmacias no disponen de colirios- en vez de unir sus fuerzas, que sí las hay, por un fin común, se dan hachazos de poder entre ellos mismos. O, peor aún, esconden sus temores y hasta se doblegan al mejor postor.

Pocas son las damas y caballeros, ya no con armaduras relucientes, pero más bien enmohecidas, que aun desafían al poderoso rey medieval y sus atornillados ejecutores bañados en oro.

El “Juego de Tronos” está en su máximo apogeo. Lo vivimos día a día aquí mismo, en nuestra tierra sin menhires ni dólmenes, pero sí en una hermosa y pródiga naturaleza que no basta para para recordarnos, a todos sin igual, que abramos las puertas de la libertad y la inteligencia para que no seamos destruidos, como en la serie nombrada, por las hordas del Mal.

No vivimos en la época Medieval mítica, donde había pestes y plagas, conquistas en nombre de tal santo o virgen, torturas inquisidoras y crueldades que no tenían heroísmos como tales sino ansias infames de poder en desmedro de sus pueblos que morían por hambre, diezmados por insólitos impuestos, rindiendo pleitesías a sus condes y barones, reyes demenciales la mayoría.

Pero de allí, de las cenizas, surgió luego en Renacimiento.

El ser humano comenzó a descubrirse a si mismo.

¿Qué espera Venezuela para renovar las glorias de ese Renacimiento, que elevó a Europa hacia la máxima expresión no sólo artística sino humana y espiritual? ¿Cuál fue la fuente que impulsó y creó a ese hombre, mujer, su alma misma, hacia los cielos de una luz refulgente celestial?

El problema de los súbditos del actual rey déspota, es que no tienen a verdaderos líderes con honor, sino palabras cuyo tintero ya está seco y el papel amarillento. Llovido sobre mojado. Me pregunto ¿cómo serían los diálogos de un “Juego de Tronos Venezolano?

En la serie de televisión se hablan de muchos dioses. A cada cual su propio gusto. Pero no imploran o piden tanto sus ayudas y bendiciones, sino que actúan en nombre de ellos.

Aquí, hace 20 años piden ayudan espiritual intachable cristianos y de otras religiones, a toda la gloria celestial. ¿Nos han escuchado? No. Estamos peor que nunca. Es muy fácil pedir, pero no obrar.

Nuestro “Juego de Tronos” está, hoy día, en su más dramático y trágico apogeo. Lamentablemente la espada del Arcángel Miguel está perdida en el espacio interestelar.

En la próxima octava serie posiblemente combaten los vivos contra los muertos. No sabemos si podamos verla sin Directv o los negocios de videos.

Nosotros lo estamos viviendo en vivo y directo.

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