El costo de oportunidad de la unidad

El costo de oportunidad de la unidad

Germán Rodríguez Bustamante

 

 

En economía el costo de oportunidad o costo alternativo, define como el valor descartado cuando se realiza una inversión, en otras palabras, es la rentabilidad a la cual renunciamos por seleccionar A y no B.  Se refiere a aquello de lo que un agente se priva o renuncia cuando hace una elección o toma una decisión. Lo más destacable del concepto, es que el coste de oportunidad sólo tendría sentido si la oportunidad fuera fija o limitada en el razonamiento. Es decir, si existe un conflicto en la realización de múltiples inversiones o acciones, de forma simultánea o consecutiva, que no sean realizables sin tener que elegir entre todas las disponibles como alternativas.

Visto el argumento en el ámbito de la política cuando se intenta construir una unidad derivada de una coyuntura particular, es fundamental que los actores políticos en la disyuntiva valoren los costos a los que renuncian por no poder alcanzar algunos acuerdos mínimos. Obviamente en el campo financiero es mucho más fácil cuantificar y parametrizar el costo de oportunidad de una decisión. Sin embargo, en las decisiones políticas también existen riesgos, retornos y castigos. En la Venezuela presente la clase política que le hace oposición al régimen se encuentra en una disyuntiva, derivada de la convocatoria de un proceso electoral, para el cual no existen compromisos básicos para enfrentar en las urnas al adversario. El costo de la decisión es influenciado por externalidades que la matizan, convirtiéndola en una medida cargada de peligros o premios.

Los desafíos están marcados por una visión autoritaria del régimen, para la cual la única posibilidad de obtener resultados, aunque sean parciales es la construcción de un frente único y unitario, que logre capitalizar el descontento que se refleja en todos los estudios de opinión recientes. La estructura democrática puede terminar de derrumbarse si el voto se decide más por la cantidad de dinero invertido en migajas electorales y tarifas, y los abusos del partido en el poder, que en los compromisos y ofertas electorales. En conclusión, la clase política debe entender que el costo de oportunidad de la unidad, puede ser la construcción de una sociedad manejada por el dinero y la delincuencia y no por las mayorías.

El marco de las decisiones políticas en esta coyuntura electoral, están influenciadas por una crisis económica y social compleja y profunda, la cual demanda acción en el terreno, capacidad negociadora y una cuidadosa reflexión no sólo sobre la forma inmediata de resolver los problemas, sino los peligros en desarrollo que puedan debilitar aún más las pocas rendijas democráticas que existen. La concentración de poder en Venezuela produce intereses económicos que tiene mayor peso que la expresión popular, por ello la participación de un bloque monolítico a pesar de las diferencias naturales, es la única forma de lograr debilitar dicho poder. No hay duda sobre la poca legitimidad del régimen, pero lo concreto es que este hecho poco le interesa. La no participación o la invitación internacional a la intervención, es una decisión que deja la disyuntiva en el aire sin posibilidades de cuantificar los premios, lo que no produce duda es que tal decisión perpetua al régimen en el poder, independientemente del porcentaje de participación o las calidades o cualidades de los opositores que asistan.

La crisis de legitimidad es sustituida por una autoridad impuesta a fuerza de bayonetas, para la cual la resistencia del pueblo es inexistente. El reclamo por la gestión deplorable y negligente exige conducción, valorando los costos sociales que el pueblo asume cada día, llego el momento de la gente, renuncien a sus ganancias cortas y apuesten por quienes dispongan en este momento de la opción de triunfo y con toda seguridad ganaran más. La pérdida de la confianza social en la democracia, es producto de la perdida de la confianza en los factores políticos. Quienes accedieron al poder lo hicieron por vía legitima, para perpetuarse en el poder y no para cumplir con el mandato electoral de quienes votaron por ellos.

Independientemente de la inequidad en la lucha electoral manifestada en el abuso de recursos públicos de todo tipo en favor del régimen, la historia de la humanidad está llena de circunstancias en las cuales las mayorías canalizadas, orientadas y preparadas derrotaron con amplitud tales injusticias. Si las mayorías sociales no logran consolidarse como mayorías políticas, la democracia perderá empuje, credibilidad y legitimidad. Hay que hacer los esfuerzos necesarios, para edificar una unidad que logre convertir los reclamos mayoritarios en poder político en urnas electorales. Con toda seguridad no todo lo que brilla es oro en las maquetas electorales opositoras, habrá tiempo para la purga selectiva de los parásitos que invaden la contienda como zancudos.

En definitiva, la disyuntiva argumentada es ponderar las decisiones y los costos de oportunidad de las mismas para mitigar los padecer y vicisitudes de la población. Los intereses de las minorías poderosas buscan minar la confianza social produciendo descontento y frustración, distorsionando elecciones y políticas. Abonando el camino para un sistema autoritario hegemónico y de partido único. La unidad como decisión en la coyuntura presente es el único camino para avanzar en un sistema de oportunidades y de bienestar de toda la sociedad. No será fácil la tarea, se requiere de mujeres y hombres que depongan sus posiciones individuales y de grupo, para luchar en este turbulento contexto en el que se desenvuelven interés y pasiones, las luchas reales, que son las luchas por el poder.            

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18-10-2021