El dinero y la evolución de sus formas (I parte)

En esta entrega y otras que seguirán, pretendo describir cómo la forma del dinero ha evolucionado respondiendo a las necesidades de una sociedad sumergida en la complejidad y la inmediatez.

Comienzo afirmando que en la actualidad hablar sobre dinero es algo ajeno a nosotros. Poco se nos educa al respecto, y nos han alejado de la comprensión sobre este instrumento que, queramos o no, es parte de nuestro “andar” por este mundo. Permitamos hoy, abrir el debate y, sobre todo, abrir nuestra mente, para tocar algunos temas en torno al dinero.

Cuando hablamos de dinero, en la mayoría de las ocasiones, lo hacemos desde un punto de vista del precio de algún bien o servicio. Es decir, nuestro salario es el precio de nuestro tiempo y esfuerzo que dedicamos a la realización de alguna actividad para nuestro empleador. Cuando vamos a una bodega y compramos un kilo de harina, intercambiamos dinero por ese bien. Entonces, el dinero estaría funcionando como un transmisor de información, el cual refleja el resultado final de la interacción entre la oferta y la demanda. El vendedor y nosotros estamos de acuerdo en pagar un determinado precio por esa harina.

Ahora bien, ¿Tiene el dinero algún valor per sé? La respuesta rápida sería: No. Pero entonces, ¿por qué algo vale? El concepto del valor en la humanidad es muy subjetivo, pues depende de factores como la utilidad, es decir, la importancia o significado que le podamos atribuir a un bien o un servicio en función de la capacidad que éste tenga para satisfacer alguna necesidad o deseo. Tengamos presente además, que para que algo tenga valor, los humanos en sociedad decidimos y aceptamos en conjunto que ese “algo” vale, nosotros le otorgamos ese poder y atributo.

Lo anterior deja en evidencia el valor del dinero como un bien que satisface una necesidad o deseo y, que, cuyo valor será mayor mientras más útil sea al momento de satisfacer tal necesidad deseo.

La utilidad del dinero, su valor, queda en evidencia cuando pensamos en la acción primitiva del trueque. Pensemos en ¿cuántos aguacates vale una vaca? y ¿quién desea recibir aguacates y entregar a cambio una vaca?  y, además, ¿quién desea entregar aguacates y recibir una vaca? Bastante difícil debió haber sido ponernos de acuerdo como sociedad para resolver este problema. Pero los humanos, que no escapamos a las leyes de la naturaleza, siempre buscamos la forma de evolucionar encontrando soluciones tecnológicas dimos un paso en el intercambio, y, buscamos un bien intermediario para resolverlo.

Pero este bien, no podía ser carne porque se daña, ni sal porque es difícil de cuantificar; este bien debía ser algo que perdurará en el tiempo y que no pudiese replicarse fácilmente, para evitar que todos creáramos ese bien de la nada.

En este contexto, nuestros antepasados encontraron metales preciosos como el oro, que perdura en el tiempo, que minarlo es una tarea difícil y, cuya cantidad es limitada en el planeta. Además un metal que se puede fundir en piezas pequeñas y así poder intercambiarlo por bienes o servicios de poco valor y, no menos importante, que resulta fácil poder contabilizarlo. Lo que dió lugar a las primeras concepciones de dinero-mercancía.

Comenzaron entonces a circular las monedas. Una pieza de metal precioso o no que cumple las veces de dinero, es decir, un medio de pago generalmente aceptado. ¿Qué principios fundamentales debe cumplir una moneda para ser considerada como tal? Empecemos por la durabilidad, la moneda debe tener la capacidad de resistir el desgaste por el uso diario sin perder su integridad. La portabilidad; tiene que sernos fácil llevarlo de un lugar a otro, cosa que el oro ya no puede cumplir, imaginemos ¿cuántos kilogramos de oro necesitamos para comprar una casa. La divisibilidad, se tiene que poder fraccionar en unidades más pequeñas y así podemos comprar caramelos en la bodega. Limitación de la oferta, que no pueda multiplicarse hasta el infinito y más allá, porque se desencadena inevitablemente un problema inflacionario. Aceptabilidad, todos nos ponemos de acuerdo y aceptamos el uso y valor de esa moneda, porque ya sabemos que el valor lo ponemos nosotros como sociedad. Y finalmente, inmutabilidad, el valor de la moneda debe ser estable, no debe tener grandes cambios, para que podamos confiar en ella.

Muy pronto la sociedad notó que el oro no cumplía de manera satisfactoria todas estas características deseables. Ante ello a la humanidad se le ocurrió la brillante idea de crear un ente de resguardo, una institución en la cual yo deposito mi oro confiando en que va a estar seguro y la institución me devuelve papelitos en los cuales se expresa la cantidad de oro que tengo resguardado y que se puede intercambiar por estos papelitos, surge el dinero-papel. Entonces se nos era mucho más fácil comprar los aguacates, yo voy a la bodega, compro aguacate con el papelito, y el vendedor puede ir a esta institución a cambiar los papelitos por el oro o bien, podía intercambiarlo por otro bien o servicio, quizás una vaca.

Por diversas razones, que serán explicadas luego, el dinero-papel respaldado por el oro dejó de ser un instrumento útil, y así, la forma del dinero volvió a cambiar. Esas nuevas formas serán descritas en próximas entregas, incluso hasta llegar a las ciptomonedas.

Jesús Felipe Becerra Rangel

Estudiante de Economía ULA

5-11-2023