El túnel de la ansiedad. Parte II

La sociedad venezolana está atravesando un largo período de crisis que cada vez se hace más agudo. Aunado al tema de la pandemia, estos momentos de incertidumbre nos están agotando física y emocionalmente. Nos traen desequilibrio en nuestro sistema inmunológico y mental facilitando la entrada de cualquier enfermedad. Llevándonos a tener dificultades para enfrentar nuestros días.

Hay una secreta inquietud que sin darnos cuenta se ha convertido en el lado oscuro de cada uno de nosotros. La ansiedad aparece sigilosamente para instalarse en nuestros días y nuestras noches. Somos ansiosos y no lo sabemos hasta que alguien nos etiqueta y pronto nos encontramos dándonos cuenta que el estado de alerta se encendió y ya no logramos apagarlo mientras desarrollamos cierta sintomatología. Frente al agotamiento de la manera como vivimos, como sobrevivimos nos preguntamos cómo mantener nuestra calidad de vida. Finalmente entramos en un total colapso en esa búsqueda, llevándonos a la incapacidad para resolver las necesidades primarias. Estamos en la base de la pirámide de Abraham Maslow, haciendo lo posible para no morir en el intento.

La ansiedad se hace más intensa cuando desaparecen los servicios públicos. No hay ofertas laborales. La hiperinflación se apoderó de nuestro contexto y sin medios para resolver. Los más fuertes buscan soluciones temporales. Otras un poco más estables hasta salir del país. Dejando familiares y amigos. Cargando solo un par de maletas repletas de nostalgia y ansiedad. Perdidas emocionales y materiales nos van acompañando en esta larga crisis. Ganamos ansiedad en su totalidad. Desde los más chicos hasta lo más grandes.

Si no logramos reunirnos en la escuela, sentimos ansiedad. Si no logramos tener electricidad, corremos tras ella hasta altas horas de la madrugada. Si no tenemos gas, nuestra ansiedad alcanza niveles de pánico. Si estamos en la cola para surtirnos de gasolina, estamos en un alto grado de ansiedad. Si no logramos alcanzar el transporte público, la ansiedad se desata en nosotros. Ante tanta aprensividad la vida nos cambio. Hemos acumulado niveles de estrés que paulatinamente se han convertido en ese trastorno ansioso, depresión, paranoia y pánico. Vivir cada día en este país, cada día se hace un verdadero ejercicio de autentica valentía. Un surrealismo mágico se apodero de nuestra historia. Ganamos, perdemos, ganamos y volvemos a perderlo todo.

Nos hemos contagiado de COViD -19, y de solidaridad, pero también de ansiedad y depresión. Con frecuencia escuchamos que los productos más buscados en las farmacias son los ansiolíticos. Por recomendaciones medicas o de una amigo ó de un vecino. Por eso requerimos construir una red de afectos para tolerarnos y apoyarnos en nuestros días grises. El mejor ansiolítico es el amor, la solidaridad, la empatía, la gratitud, ese querer dar y recibir.

Pequeñas grandes dosis de conversa, de escucha, de empatía de compartir, apoyo de piel, sólo así estamos trabajando la ansiedad. No dejemos que se nos contagie este trastorno emocional, mediante un encuentro con alguien cercano. , a través de las redes sociales. Se nos hace necesario sacar todo aquello que nos inquieta y deprime pero es importante que tengamos un control sobre lo que escuchamos, lo que leemos, lo que procesamos. Seleccionar que hacemos con todo lo que recibimos. Construyamos filtros de información. En el país las informaciones falsas producen más impactos que las verdaderas. Acerquémonos a quienes nos regalan tranquilidad. Existen maneras para llevar este trance. Todos podemos sanar. Todo pasará. Así que no quedarnos instalados en la queja, en el dolor. Aunque tengamos motivos suficientes para estar cargados de ansiedad y miedo. Nuestra resiliencia está en nosotros La aprendemos y la volvemos a utilizar cada vez en otras situaciones. Se trata de transformar el miedo y el sentir.

La gran tarea está en aprender a vivir de esta nueva manera. Aprender de lo mucho o poco que tenemos: vida, salud, familia, amigos, un hogar, un trabajo. Vivir a pesar de las circunstancias. Y no permitir que estas nos limiten mentalmente.

El coronavirus desato la pandemia de la ansiedad. Reconozcamos cuando este rondando por allí. Sólo así llegaremos a la calma. Tomemos las herramientas que debemos usar en estos momentos. Tengamos una caja de herramientas donde guardemos opciones para sentirnos bien. Recuerdos. Música. Personas. Momentos. Actividades. Lecturas. Películas. Afectos y muchos más. Ejercicios. Meditación. Busquemos la ayuda de un profesional para que nos guíen en este proceso de abandonar, busquemos alejarnos de estos trastornos mentales.

Rosalba Castillo R

rosaltillo@yahoo.com