Por: Germán Rodríguez Bustamante…
La desigualdad social es un punto central de investigación en el marco de la sociología, ya que dentro del estudio de cualquier sociedad encontraremos el problema de la desigualdad. La desigualdad social es la condición por la cual las personas tienen un acceso desigual a los recursos de todo tipo, a los servicios y a las posiciones que valora la sociedad. Las crisis económicas suelen provocar un aumento de la desigualdad. Pero la causada por la pandemia está resultando muy particular. Unos sectores han mandado al paro a millones de personas, mientras otros han prosperado como nunca y han creado empleo. La situación no encaja del todo con los análisis clásicos sobre crecimiento y distribución de la renta. Existen algunas discrepancias entre los economistas. Para muchos, el foco se debe poner más en la distribución de la renta que en el crecimiento económico.
Según Mankiw y Taylor, la sociedad debe encarar dos objetivos muy importantes: la eficiencia y la equidad. La eficiencia significa que la sociedad extrae lo máximo posible de sus recursos escasos: crecimiento. La equidad significa que los beneficios de sus recursos se están distribuyendo equitativamente entre los miembros de la sociedad: distribución de la renta. En otras palabras, la eficiencia se refiere al tamaño de la torta económica y la equidad al modo en que se reparte. Estos dos objetivos entran a menudo en conflicto cuando se elabora la política económica. La obra de Piketty, hace una crítica de la desigualdad económica, que trata de enfrentar a la élite propietaria (financiera, capitalista o industrial) con las clases medias y las menos privilegiadas. En el futuro, la igualdad, según Piketty, pasa por reformular unos impuestos más progresivos sobre el patrimonio, las herencias y la renta. En definitiva, conseguir una sociedad más justa que permita a todos sus componentes disponer de los bienes fundamentales de la manera más amplia posible, sin que ello implique uniformidad ni igualdad absoluta.
Lo cierto es que la pandemia ha generado una crisis sanitaria y económica, que ha desembocado en inseguridad social, económica y laboral para muchas personas. Existe la percepción generalizada de que el mundo se está enfrentando a una crisis económica sin precedentes, como consecuencia de la pandemia del covid-19. Y no está claro hasta qué punto sirven las lecciones aprendidas de recesiones anteriores. Hay empresas que han obtenido resultados mejores que nunca. Apple terminó 2.020 con unos beneficios históricos. Amazon registró el mismo récord, con un 38 % más de ventas en el conjunto de 2.020. También Alphabet (la matriz de Google), Facebook, Salesforce, Microsoft, UPS, Samsung han tenido cifras espectaculares. En el lado contrario se encuentran sectores y compañías para las que el 2.020 ha sido un año desastroso. Este es el caso de las petroleras, que han tenido el peor ejercicio de las últimas décadas. También han sufrido y están sufriendo mucho las aerolíneas, debido a las restricciones a la movilidad.
Desde el punto de vista social, ya no estamos hablando de élites frente a asalariados; ahora los perjuicios y beneficios se reparten en función de la actividad. Por tanto, en esta crisis sobresalen diferencias sectoriales y no simplemente diferencias sociales. El pequeño comercio, la hostelería, el transporte de viajeros o el turismo han ido muy mal. En cambio, la sanidad, la educación, los supermercados o la informática han crecido.
Además del tipo de actividad que realiza la empresa, resulta vital a la hora de analizar el impacto de la crisis del covid–19, la naturaleza del trabajo desarrollado: si el puesto es teletrabajable o no. En parte, la capacidad de adaptación a la crisis por medio del teletrabajo está ligada al nivel socioeconómico. Pareciera que en el contexto de la crisis del coronavirus: las rentas altas la resisten mejor, lo que produce desigualdad. Aunque esta afirmación se puede matizar. En efecto, muchos trabajadores del conocimiento han sobrevivido mejor a la crisis que los trabajadores manuales de similar nivel de renta, pues pueden seguir interactuando con sus clientes y proveedores desde casa, en momentos de confinamiento. Y hay empleados que no pueden teletrabajar, pero no se han quedado fuera, como los de supermercados o los de centros de logística.
En el actual escenario, debemos anticipar lo que qué ocurrirá cuando llegue la recuperación, cuales empleos lograran sobrevivir. Podrían presentarse dos alternativas. La primera es proteger a todas las empresas, incluso a las no viables, lo que puede retrasar la recuperación y hacer más ineficiente la economía. O bien dejar caer a empresas sin futuro claro y favorecer la transformación de trabajadores y negocios para hacerlos más competitivos. En definitiva, todo apunta a la cimentación de nuevas habilidades profesionales. Así como en 1.933, el presidente Roosevelt puso a millones de trabajadores, desempleados durante la Gran Depresión, a construir carreteras y puentes. Hoy se necesita formar a esos millones de desempleados en nuevas tecnologías y nuevas competencias.
Para los premios Nobel de Economía Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo, el futuro de la igualdad económica y social sigue siendo una incógnita. Y, quizá, junto a la descarbonización del planeta y la extensión de la inteligencia artificial a lo largo y a lo ancho del mundo, es una de las cuestiones con mayor relevancia en la actualidad. La necesaria experimentación, que una sociedad más igualitaria conlleva, hecho que asusta, especialmente a la luz de un fracaso tan notable como es el comunismo. Sin embargo, el miedo no puede frenar a una humanidad en cuya identidad siempre ha de permanecer la búsqueda de un mundo mejor para todos sus habitantes.
En el caso venezolano desafortunadamente no existe una política clara, ni para enfrentar la pandemia en el tiempo presente, ni tampoco para que hacer luego que se logre controlarla. Las cifras de contagios y fallecidos son manejadas sin documentación científica, en consecuencia, las medidas de confinamiento y flexibilización son un azar impulsadas por lentes políticos y no por fundamentos sanitarios, económicos y sociales. Los ensayos de teletrabajo y educación virtual cayeron en las fosas de la improvisación, sin poder medir los efectos de los mismos. Lo cierto es que las encuestas de condiciones de vida muestran el crecimiento de la pobreza extrema y obviamente la profundización de las desigualdades.
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