Por: Rosaba Castillo…
La comunicación surge en los seres humanos como una necesidad. Es el deseo inconmensurable de poder decir aquello que alberga nuestro corazón y nuestra alma. Es la manera de conectarnos con los demás y con nosotros mismos. Nuestro mayor deseo termina siempre enseñando a los más pequeños a participar en este acto de amor que es la vida. Lo hacemos mediante las caricias, las palabras, los abrazos, pero siempre desde el sentimiento. De la misma manera lo hacemos cuando establecemos una relación personal y también profesional. Buscamos acercarnos a los demás sea cual fuere nuestro deseo, nuestro interés, partiendo de esta danza que es el contacto comunicacional. En este hacer las conversaciones se constituyen en el mejor aliado. Nos enseñaron a hablar, pero no todos podemos establecer buenas conversaciones.
Cada vez que hablamos, normalmente alguien escucha, y viceversa. Pero, no siempre resulta así. En ocasiones nuestra escucha no es efectiva y también sucede lo mismo con nuestra manera de conversar. El dialogo puede establecerse con otra persona o con nosotros mismos. No hay nada más reconfortante que poder tener una interesante y profunda tertulia con alguien cercano, sobre todo cuando sentimos que realmente logramos ese contacto. No solo nos deja muy cerca del otro, sino que la presencia nos brinda una gama de emociones que nos llevan a la plenitud. Al hablar y al escuchar estamos interactuando y estamos en frente de una conversación.
Conversar es tejer entre dos, con hilos de colores, una red de palabras y sentimientos para encontrarnos con nuestro verdadero ser. Conversar directamente, cara a cara, es abrir el alma. Ni los celulares, ni los correos electrónicos, ni los whatsApp, ni los twitters, nos ayudar a comunicarnos mejor. Hay en esto último palabras muertas, sin mucha verdad, que se van repitiendo de manera predeterminada, acompañadas de café, te y abrazos virtuales, sacándonos algunas lágrimas o sonrisas. En ocasiones también suelen ser utilizadas para atrapar, engañar, seducir o para dominar. Nada sustituye una buena conversación. De ese encuentro de palabras se constituye la calidad de nuestras relaciones.
Para evaluar un vínculo entre dos personas hay que analizar las conversaciones que se tienen. Estar dispuestos a encontrar una verdadera y productiva conversación requiere de la conciencia de lo que queremos y hacemos. Es imprescindible abrirnos al silencio para poder lograr ese acercamiento con nosotros mismos, para saber aquello que realmente queremos o necesitamos compartir y con quien deseamos hacerlo. Ser observadores diferentes de nuestras conversaciones privadas, esas que llevamos cada día con nosotros mismos. Muchas veces no sabemos que nos sucede, a pesar de que solo nosotros lo conocemos.
Descubrirnos frágiles, con quiebres, en la búsqueda de un objetivo, nos hace replantear ese dialogo interno y a la vez diseñar esa conversación. Organizarnos desde adentro. Buscando la persona adecuada a la que le mostraremos nuestras necesidades, en el justo momento emocional para que se dé el dialogo. Siempre contando con la aprobación del otro y buscando las frases y emociones adecuadas para llegar a esta maravillosa danza de las palabras. Es hacerle saber al otro, sin temores, que allí estamos con toda nuestra presencia.
Negar las palabras es ignorarnos a los demás, y a nosotros mismos. Las conversaciones son las acciones que construimos para llegar a comunicarnos de una manera efectiva. Hay diferentes tipos de ellas, desde personales hasta, amorosas, profesionales, familiares y casi todas se construyen de la misma manera. En nuestros tiempos, de tantos adminículos electrónicos, tenemos espacios para motivarnos a lograr los mejores encuentros de conversa y no lanzarnos a la soledad que nos está trayendo la tecnología. Todos necesitamos conversar y ser escuchados para poder tener una buena salud mental y las mejores relaciones de vida. Amar es brindar esa oportunidad de ser escuchados, con todo el interés y el respeto. Con todo el cuerpo,: sin juicios, sin expectativas, sin prisas, sin elementos que nos distraigan, sin intentar modificar a los otros, sino comprender las situaciones que nos son confiadas. Que el otro sienta que tu cuerpo, alma y corazón están con él. Hay que tener mucho valor para confiar y escuchar.
Frente a cualquier conversación hay que generar acciones, propuestas para llevar a efecto el tan anhelado encuentro. Solo así, podremos cambiar el curso de los acontecimientos que nos inquietan. Ampliar el espectro de posibilidades. El hecho de no poder lograr una conversación no significa que no exista. Los silencios son parte de estos encuentros. Hay algunos silencios que dicen más que las palabras. Estos encuentros de palabras son una radiografía de nuestras relaciones. Nos merecemos tener buenas conversaciones, aun cuando sean incomodas, pues siempre serán transformadoras, a pesar de los quiebres personales.
Siempre seremos otros después de este tejer de palabas
04 12 2021