Juan es su nombre

San Juan de Kety, presbítero Conmemoración

 Ante la propuesta del ángel Gabriel, enviado divino, sobre la fecundidad de Isabel, esposa de Zacarías, éste pregunta razonablemente en base a la edad avanzada de ambos conyugues.

El ángel le pronostica que quedará mudo hasta el nacimiento del niño. Esta mudez significa, no el sinsentido de lo místico, (impensable para el anciano Zacarías), sino que lo divino está más allá de las categorías del lenguaje, y que en su momento puede ser expresado.

El nombre Zacarías quiere decir, Yahvéh se ha acordado. El hombre en el silencio, en la mudez, cuando ésta no es tozudo capricho, no sólo memoriza, sino que también declara toda proposición contemplativa que aspira a tener y a darle acertada lucidez en la palabra.

La mudez de Zacarías define la solidez de un sentimiento vital, descrito por Lucas 1, 57-66, en el júbilo de los vecinos a raíz del parto de Isabel, el Señor había manifestado tan grande misericordia. El evangelista continúa, a los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre, pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”.

La solemnidad de la actitud de Isabel, ante el gran regalo de Dios, acentúa que el problema no se centraba precisamente en el nombre del bebe, sino justamente en el de la decisión de lo querido por el Altísimo; no en la de los otros.

Para esta anciana madre la divinidad no juega un papel relativamente secundario, tampoco ajeno a las débiles vivencias de sus creaturas. Ella no escamotea lo auténtico; la grafía hebrea del nombre, yōhānān, (Isabel señala, su nombre será Juan), esclarece una indudable cualidad sagrada, Yahvéh es compasivo.

De hecho, el Benedictus o Cántico de Zacarías (Lc 1, 68-69), inicia con estos piadosos y elocuentes vocablos, bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.

Los vecinos quizá pensaron que la réplica de Isabel era meramente una propuesta, pero si ninguno de tus parientes se llama así, o un simple estado anímico pasajero. Entonces, preguntan por señas al padre, cómo quería que se llamara el niño, y él no los deja con el puro deseo de comentarles que hay algo sobre lo que no puede hablar; muy al contrario, no se abstiene en callar, pues, pide una tablilla, y aunque para los otros era un principio discordante, rotula categóricamente: Juan es su nombre.

La profunda experiencia de Dios del sacerdote Zacarías, permaneció silenciosa, muda, pero en un momento decisivo irrumpió de nuevo de forma irresistible: en ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios. El anciano padre demuestra, plantea al hombre de manera total, emotiva, y sabia a un tiempo, la eficacia de esas estupendas sorpresas que Dios le reserva en el corazón a los que en ÉL apoyan sus proyectos.

Hoy, la liturgia recuerda la memoria de san Juan de Kety (o Juan Cancio).

Compatriota y santo de devoción de Juan Pablo II.

Nació en 1397 en Kety (o Kanty), cerca de Auschwitz al oeste de Cracovia. En 1417 estudió filosofía y teología en la universidad de Cracovia, de la que después fue profesor en Sagrada Escritura. Por envidia y a base de calumnias, los colegas académicos lo hacen salir de la universidad.

Pasa a la parroquia de Olkuz, en la que al principio le fue complicado desenvolver su tarea pastoral y letrada. Después vuelven a solicitar su talante educativo en la universidad. Al dejar la parroquia, fue acompañado gran parte del camino por sus feligreses, a los cuales les comunica: «la tristeza no agrada a Dios. Si algún bien les he hecho en estos años, canten un himno de alegría».

Un magnánimo y erudito profesor, definido así por Juan Pablo II. Él solía aconsejar a sus alumnos: «cuídense de ofender, que después es difícil hacer olvidar la ofensa». Generoso, escuchaba con afecto tanto a pobres y ricos; la gente lo denominó «el padre de los pobres».

Sus amigos le aconsejaban disminuir sus penitencias y ayunos, a lo cual jovialmente exclamaba: la austeridad no había impedido a los padres del desierto vivir largo tiempo. En efecto, vivió 76 años.

En el refectorio de la universidad de Cracovia estaba comiendo, y notó el paso de un mendigo. Inmediatamente agarró su bocado y se lo llevó. Al regresar tenía servida su ración. Esto fue reiterativo. Por ende, surgió el aforismo latino entre sus colegas, pauper venit (un pobre va a entrar), al cual Juan respondía, Iesus Christus Venit (va a entrar Jesucristo).

Antes de la partida a la eternidad, vísperas de navidad del 24 de diciembre de 1473, exhortó a sus colegas profesores y clérigos:

«Confiándoles el cuidado de formar a la juventud en la ciencia y en las buenas costumbres, Dios los ha elevado lo bastantemente alto para que no duden en pisotear, señores y hermanos míos, como indigna de ustedes, la gloria que los hombres reciben unos de otros, y cuya búsqueda incesante trae frecuentemente la muerte a nuestras almas. Velen cuidadosamente de la doctrina, conserven el depósito sin alteración y combatan, sin cansarse jamás, toda opinión contraria a la verdad; pero revístanse en este combate de las armas de la paciencia, de la dulzura y de la caridad, recordando que la violencia, aparte del daño que hace a nuestras almas, daña a las mejores causas. Aunque hubiera estado en el error sobre un punto verdaderamente capital, jamás un violento hubiera conseguido sacarme de él; muchos hombres están sin duda hechos como yo. Tengan cuidado de los pobres, de los enfermos, de los huérfanos».

Ya casi sin aliento, concluye así su pedido, «causa y fin de todo lo que existe, Dios y eterno todopoderoso, que conservas y gobiernas por tu divina providencia todo lo que has creado, recíbeme en tu inefable misericordia, y consiente que por la pasión y los méritos infinitos de tu hijo, yo me reúna a ti por toda la eternidad».

Resumen y citas textuales de las páginas web:

DEL SEMINARIO MAYOR DE RADOM (POLONIA). Martes 9 de diciembre de 2003. http://www.vatican.va/content/john-paul- ii/es/speeches/2003/december/documents/hf_jp-ii_spe_20031209_radom-poland.html. Visto: 21/12/2023 11.53 am.

María, Inmaculada Concepción, san Juan de Kety, enséñanos y danos ánimo para vivenciar una caridad auténtica; una fe inquebrantable en la verdad del Verbo hecho carne, y una esperanza que, aunque turbada por las situaciones adversas, siempre nos mantenga en la alegría de quien sabe guarecerse en la misericordia del que todo lo puede.

Dios nos bendiga y nos obsequie una feliz navidad. Amén.

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.

23-12-23