La ALBA-TCP y el intervencionismo en el proceso de integración en la región

La  Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), es una plataforma de integración política, económica y social en defensa de la independencia, la autodeterminación y la identidad de los pueblos de la naciones de América Latina y el Caribe, que está fundamentado en la solidaridad, la complementariedad, la justicia y la cooperación. Para Absell (2011) es un acuerdo que desde el  momento en que se fundó ha “cambiado la dinámica política en América Latina” (p. 75). Esto es una verdad fácilmente comprobable, debido al cambio de paradigma que acompaña a este acuerdo; ya que está fundamentado en la coalición compartida de sus líderes en función de su visión política, económica, social e histórica.

Ahora bien, cuando se habla de un cambio en la dinámica política en los acuerdos de integración, es necesario  incorporar otros elementos consecuentes y relevantes como los económicos, porque  su preconcepción es un compromiso explícito que muestra cómo será la estrategia que  guiará a los pueblos que van a formar parte del acuerdo. Esto, definirá los objetivos teóricamente propuestos en los documentos en relación con el conjunto de acciones que se seguirán en materia de integración.

Respecto a estos cambios, Ruiz y Vega (2022) nos arrojan una valiosa perspectiva  económica al señalar que “La ALBA se inscribe en el proyecto político venezolano del «Socialismo del Siglo  XXI», nutrido de los ideales que movilizaron las luchas independentistas libradas  a finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX.”(p. 97).  Al respecto, es importante resaltar que esta alianza es un proyecto que  contiene la semilla de los ideales políticos del “Socialismo del Siglo XXI” que Hugo Chávez presentó y defendió. Por lo que conseguimos una referencia muy directa de la configuración del  entramado de políticas productivas que  reajustó a los países miembros, principalmente a Cuba y Venezuela. Por consiguiente, este cambio ha permanecido activo; no obstante, comenzó con errores teóricos garrafales, en términos económicos, al pretender que el comercio y la inversión no se establecieran como los pilares del desarrollo desde adentro y hacia fuera de las  fronteras de los países más dominantes de esta tesis; como son Venezuela y Cuba.

Sachs y Warner  (1995) en su estudio titulado “Natural Resource Abundance and Economic Growth” demostraron que, en términos generales, la pobreza en el mundo tiene tres causas posibles: el socialismo, la expropiación y la autarquía. En tal sentido, exponen que la primera es entendida como el conjunto de políticas públicas que  controlan fervientemente las dinámicas espontáneas del mercado para fiscalizarlo y  regularlo, dentro de un espectro de diferentes niveles de intervención. En donde mientras más intervención, mayor socialismo.

Por su parte, la segunda razón es la expropiación –tarea que fue  llevada muy deliberadamente por los gobiernos de Hugo Chávez y Fidel Castro–. Esto, constituye un traspaso violento de propiedades que van del privado al Estado; lo cual generó altos niveles de incertidumbre y de aversión a la inversión. Finalmente, la autarquía, donde se castiga fuertemente los principios del libre comercio  que la integración económica, desde una óptica liberal al menos, pretende cumplir y que ha contribuido para que procesos de integración como la Unión Europea haya podido alcanzar altos niveles de competitividad y especialización y por ende mayores cuotas de mercado.

Por  tanto, parece lógico y coherente asumir que el fracaso de la posición  intervencionista dentro de los procesos de integración de nuestros países, no  ha conseguido alcanzar los tan deseables niveles de desarrollo que otros países avanzados. Cabe destacar que si se continúa con una estrategia distinta a la que estos últimos han utilizado, podría generarse más empobrecimiento en estos países. Entonces, es válido preguntarse ¿Tendremos que volver a cambiar la dinámica política en América Latina y el  Caribe? Pues tal parece que sí. 

MacDonald (2020) afirma con total convicción que:

Existe una correlación obvia entre la libertad económica y la prosperidad  económica… Los países más libres son obviamente los más prósperos,  como Hong Kong, Singapur, Suiza, Nueva Zelanda, Australia e Irlanda… Luego vienen las naciones moderadamente  libres, que incluyen a Francia, Italia y Rusia… Luego están los países  en su mayoría no libres… las naciones africanas y  sudamericanas… Y finalmente, están los países reprimidos. Incluyen la República Democrática del Congo, Irán y Cuba. (pár. 8).

En correspondencia con lo expuesto anteriormente,  puedo concluir que si queremos ser como los países desarrollados, debemos imitar lo que han hecho y que no se corresponde con la propuesta generada por la ALBA-TCP; que ha podido evidenciarse desde su puesta en marcha y hasta este momento. Entonces, queda abierta la invitación a reflexionar al respecto.

Samuel Alejandro Reyes Hernández

Estudiante de Economía, Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.

31-03-2024