Por: Fortunato González Cruz…
A Marcos Avilio Trejo lo conocí en el ambiente estudiantil a mediados de los años 60. Entonces cursábamos Derecho él y yo Ingeniería Forestal y nos encontrábamos en la vieja casa de COPEI de la avenida 3 con la calle 26. En aquellos años la actividad política se centraba en obtener buenas calificaciones, prepararse en política con lecturas de las encíclicas, Jacques Maritain, Luigi Sturzo, Emmanuel Mounier y más tarde Teilhard de Chardín; y la teoría marxista. La formación incluía cursillos de cristiandad y retiros espirituales con largos y duros debates sobre filosofía y sociología políticas. Y la calle, que nos llevó a todos aquellos muchachos a conocer casa a casa todo el Estado Mérida hasta sus aldeas más lejanas. Y el país entero.
Estudio, formación y acción política ocupaba nuestro tiempo, y de vez en cuando algunas serenatas al pie de tantas ventanas en las apacibles noches merideñas. Asumimos no sin riesgos la representación estudiantil hasta ganarnos ambos la expulsión de la ULA que no nos impidió seguir estudiando y presentar exámenes, por aplicación de un cierto código de tolerancia conocido por “peruchismo”, actitud muy humana del más grande de los ulandinos: Pedro Rincón Gutiérrez.
Ya graduados ambos de Derecho nos correspondió ejercer la profesión y seguir en la política sin aspirar a cargo alguno pues entendimos, aquella generación, que de lo que se trataba era de servir, no de ocupar cargos. Así fue como pocas veces nuestros nombre aparecieron en listas de concejales, diputados u otros cargos que no fuese en alguna lejana suplencia. Marcos Avilio Trejo fue llamado al gobierno como Director de Educación del Estado Mérida, su primera, casi única e inolvidable experiencia en el gobierno. Todo lo demás fue responsabilidades en el ejercicio del Derecho que sabía e interpretaba con sentido de equidad y afán conciliador.
Su pasión por la política y la justicia lo llevó a dedicarse a la enseñanza del Derecho Constitucional y presentar su nombre como diputado a Asamblea Nacional Constituyente. Hicimos equipo para regenerar el Colegio de Abogados, renovar los estudios del Derecho Público en la ULA y en particular de los estados y municipios y en ese afán nos metimos de lleno en la organización del Centro Iberoamericano de Estudios Provinciales y Locales CIEPROL y en la Asociación Venezolana de Derecho Constitucional. Asumió varias responsabilidades claves: La jefatura de los Servicios Jurídicos de la ULA, luego de la Alcaldía de Mérida y de algunas organizaciones de actuación impecable: La Federación Venezolana de Maestros y la Caja de Ahorro de los Profesores de la ULA.
Nuestro candidato a ser el primer Alcalde de Mérida fue Claudio Corredor Müller a quien le robaron las boletas en el proceso interno de COPEI, y entonces me empujó para que yo tuviese ese honor. Fue uno de mis más valiosos consejeros sin que jamás recibiera retribución alguna que no fuese un Dios te pague. Porque Marcos Avilio Trejo era generoso, brillante jurista, amigo de fidelidad absoluta, estudioso, articulista, solidario y siempre prefería un arreglo antes que un pleito. En la parranda era único: en los toros y en las fiestas nadie más alegre y en la intimidad, transparente como un hermano. No en balde nacimos mi hermano Francisco, él y yo un 23 de mayo que nos hizo casi tripochos. Perdonen los lectores este artículo tan personal, pero es que referirme a Marcos Avilio Trejo es como escribir algo de mi propia historia, parte de la cual se va con él a la tumba.