La crónica menor: In memoriam P. OVIDIO RODRÍGUEZ O.P.

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…
 
Buena parte del Estado Apure perteneció en lo eclesiástico a la Diócesis de Calabozo. Aquella inmensidad del llano adentro fue a mediados del siglo XX a los Padres Dominicos bajo la figura de Prelatura Nullius. Les escuché a aquellos intrépidos misioneros las peripecias y aventuras para llegar de Calabozo a San Fernando, caminos carreteros polvorientos en verano, cenagosos en invierno, cruzando el Apure y los otros ríos en chalanas.
Evangelizaron esas tierras en las que el tremedal se tragaba a las personas como lo describe Don Rómulo Gallegos en Doña Bárbara. La mayoría de aquellos dominicos españoles procedían de las norteñas tierras asturianas, curtidos en climas extremosos y en las minas de carbón en condiciones muy distintas a las actuales.
 
Los Cursillos de Cristiandad me hicieron trabar amistad sincera con el asesor de la Prelatura, el Padre Ovidio, y a un servidor me correspondía el llano guariqueño. Aquel hombre sonriente, emprendedor, atrevido, se llamaba Ovidio Rodríguez. Había nacido en Mieres, Asturias, el 4 de mayo de 1930. Murió al filo de cumplir 86 años, el 27 de abril pasado, en la ciudad castellana de Ávila, tierra donde los dominicos se asentaron desde siglos y fue sede de la famosa provincia dominicana de Filipinas. El P. Ovidio había recibido la unción sacerdotal el 5 de septiembre de 1955 y poco después fue enviado a Venezuela, al llano apureño.
 
Excelente piloto de avioneta, se trasladaba de un sitio a otro del llano para evangelizar, llevar a alguno de los padres; y en ocasiones, cuando necesitaba dinero para construir la casa de cursillos o para financiar cualquier urgencia pastoral de la Prelatura, ponía un aviso por Radio Apure, ofreciendo sus servicios para llevar personas, buscar enfermos o parturientas, traer mercancías o medicamentos, a los hatos o pueblos incomunicados. Aterrizaba en cualquier pista teniendo que hacer varios intentos de aterrizaje para que el ganado se apartara y poder tomar tierra. Cuando estrenó la segunda avioneta hizo escala en Calabozo y me invitó a dar unas vueltas para que disfrutara las bondades de su nuevo aeroplano.
 
Capellán de la Guardia Nacional en San Fernando, lo fue años más tarde en la EFOFAC en Caracas. Sacerdote por los cuatro costados, lo recuerdan con cariño en Apure donde dejó lo mejor de sus años de plenitud física y mental en la siembra del Evangelio. Excelente predicador, conocedor de la idiosincrasia del llanero, generoso y desprendido, fiel amigo en toda circunstancia.
 
Cargado de años y achaques regresó a España en búsqueda de mejores atenciones a su quebrantada salud. Acaba de morir, pero como fiel seguidor de los dominicos de la primera hora americana, como Francisco de Vitoria o Fray Bartolomé de las Casas, tuvo pasión por nuestra gente y ardor por la justicia negada a los más pobres. Su testimonio perdurará entre nosotros, y agradecidos a su generosa entrega, nos encomendamos a su intercesión por la Venezuela que amó y le dio lo mejor de sí. Descanse en paz.
27.- 4-5-16 (3057)