Por Germán Rodríguez Bustamante…
Culmina el año 2.019 con resultados desastrosos en todos los órdenes, no hay nada que rescatar en esta desdicha que vivimos. A pesar que el mismo se inició con niveles importantes de esperanza, por lo que representaba Guaidó y su mantra de tres pasos, lamentablemente los errores políticos cometidos apagaron la flama acumulada. Lo cierto es que, en el 2.019 Maduro ya no es un presidente electo, sino un dictador, que en 2.018 se hizo elegir en comicios que no han sido reconocidos, por el cúmulo de irregularidades con que fueron llevadas a cabo, ni por el parlamento venezolano, ni por actores importantes de la comunidad internacional.
En este contexto la situación política de Venezuela se desarrolló en un contexto abiertamente autoritario y altamente conflictivo, donde la sociedad dio señales de que participaría en una confrontación de resultado incierto. Al igual que otros años de alta beligerancia ocurridos en el pasado, en el 2019 las fuerzas que apoyan a Maduro, poderosas pero minoritarias, se aferraron al poder, mientras que los actores nacionales opositores trabajaron en buscar el anhelado cambio democrático para Venezuela. Tal cambio es hoy una condición sine qua non para superar la aguda, global y estructural crisis.
Producto de las políticas adoptadas en la gestión del primer gobierno de Maduro, la crisis venezolana ha alcanzado una escala sin precedentes en la historia del país y en muchos aspectos en la de América Latina. Se ha producido el colapso del aparato productivo, incluyendo la quiebra de la estatal petrolera, PDVSA, y el retroceso de los avances en bienes y servicios alcanzados en la modernización desarrollada en el pasado. Sobre los escombros de la sociedad y de la República, la élite gobernante se empeña en permanecer de manera indefinida en el poder con la consolidación de una dictadura totalitaria, afín al modelo de Cuba, que ha sobrevivido seis décadas. Mientras las fuerzas opositoras culminan el año desarticuladas, divididas y manchadas por casos que demuestran su ingenuidad, impericia y quebradizas para enfrentar a un enemigo que está dispuesto hacer hasta lo inimaginable.
El régimen a surfeado el tsunami de marchas, concentraciones y vigilias convocadas por Guaidó, y las espontaneas protestas realizadas por los ciudadanos por las inclementes condiciones de vida. La dolarización consentida es una estrategia tomada por el régimen, para facilitar los intercambios en este marco de sanciones internacionales. El propio Tirano declaro que la misma era una válvula de escape frente a la crisis. Para finales de año en esta época decembrina las operaciones en dólares están por arriba del 50 % y en zonas como Maracaibo llegan al 85 %. Clara demostración que en el marco de la crisis el régimen navego sin zozobrar, “normalizando” la tragedia, en conclusión, somos conejillos de indias en un experimento macabro, para medir los niveles de aguante y tolerancia de una población sometida a condiciones de exterminio planificadas.
El país sufre una profunda crisis económica. De acuerdo con las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Producto Interno Bruto se ha reducido en más de la mitad desde 2013, el año en que Maduro accedió al poder. Y la hiperinflación, que, según el Banco Central de Venezuela cerró 2.018 por encima del 130.000%, hace que la moneda nacional, el bolívar, pierda constantemente su valor, lo que ha incentivado un uso más generalizado del dólar. Estos datos no son más que cifras, que obviamente impactan en la calidad de vida de la población, pero no son el detonante para una rebelión popular. Pese a la posición antimperialista y antineoliberal del régimen, aplica un ajuste sin admitirlo. En definitiva, esa inmensa cantidad de dólares que entran en la economía nacional fuera del sistema bancario, es un terreno fecundo para que los narcotraficantes laven sin hacer mucho ruido. Indudablemente la dolarización mimada son un alivio, pero no resuelven la crisis presente.
La caída en la actividad económica ha sido tan honda, que el hecho de que los precios a finales de año tienda a disminuir su ritmo, no es un éxito de una política monetaria integral asumida por el régimen, es la consecuencia del decrecimiento del gasto público y una menor expansión monetaria. Nuevamente en el marco del drama tomamos como consuelo, que los precios seguirán creciendo, pero en porcentajes menores. Pareciera que la pócima suministrada, tiende a estabilizar las condiciones de genocidio, algunos podrán sobrevivir a las misma y otros continuaran condenados a muerte. En estas circunstancias la diáspora mantendrá su compás, sometiendo a los conciudadanos a situaciones de trato inhumano.
Culminando el año nos someten a un nuevo experimento, el del medio Petro, buscan llevarnos a la costumbre de recibir la bonificación del salario en una moneda digital, para disminuir la presión de la dolarización y el crecimiento de precios vía expansión monetaria. Aumentaron la capacidad de compra de la estructura publica carnetizada en el sistema patria, y lograron generar una ampolla de consumo. Por la incertidumbre el medio Petro se utiliza para comprar cualquier cosa y canjearlo por bolívares a tasas de descuento, derivando en un mecanismo altamente especulativo y de control social perverso.
En conclusión, el año culmina estabilizando la tragedia, con una clase política opositora ausente, los ciudadanos en posiciones individuales mayores y el régimen respirando copiosamente, pero sin entrar en coma, por ahora. Le pedimos al creador que nos ilumine y logremos salir de esta pesadilla, antes que terminemos acostumbrándonos a la tragedia.
@germanrodri
@germanoveja