Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo
El acercamiento en nuestros años juveniles a la cultura de la ignota Rusia decimonónica se nutrió de las lecturas de Dostoyevski, Tolstoi y la música de Tchaikovsky. Ana Karenina, al principio larga y tediosa, objeto de discusión en las clases de literatura con los exigentes Padres Eudistas, cultivó nuestra imaginación y pulió el estilo literario, en aquellos análisis gramaticales y lógicos del P. Próspero González. Cae ahora en mis manos un breve ensayo del jesuita Antoni Blanch, titulado “León Tolstoi (1828-1910), un profeta político y evangélico”.
Tolstoi es universalmente popular por sus monumentales novelas “Guerra y Paz” y “Ana Karenina”, escritas antes de cumplir los cincuenta años. En cambio, su obra posterior es apenas conocida, integrada por más de cien ensayos y algunas novelas cortas. En ellas hay una orientación notablemente distinta a su obra literaria anterior. La situación decadente de la sociedad despótica y feudal de los zares, contrastaba con el pensamiento reformista de la Rusia pre-revolucionaria, alimentada por los pensadores franceses y alemanes partidarios de la libertad y la solidaridad.
El diario de Tolstoi, comenzado a los siete años de edad, muestra la evolución de su pensamiento y su conversión espiritual y religiosa. Descubrió en la fe de los campesinos rusos “que la fe del pueblo es una especie de conocimiento que les permite vivir en paz”. Tolstoi no fue ni un hombre de armas ni un político, sino un hombre comprometido con la sociedad de su tiempo. Un reformador y pensador moral especialmente interesado en la idea de justicia en todas sus manifestaciones. Ello lo llevó al socialismo utópico y populista.
En efecto, fue un gran vidente que, en la perversa realidad social en la que vivía, supo expresar con valentía un lúcido veredicto, tanto en sus graves denuncias como en sus promesas esperanzadas. Todo ello, además, muy seriamente inspirado por el evangelio de Jesús. A pesar de que muchos de sus escritos fueron prohibidos en su patria, circularon clandestinamente y se tradujeron a varias lenguas.
Tolstoi, imperfecto y contradictorio, pero indomable en su firme voluntad de anunciar y preparar una sociedad mejor para todos. Fue un Don Quijote, muchas veces derrotado, pero nunca le arrancaron la voluntad de seguir luchando por un mundo mejor. He allí su estimulante símbolo moral para el presente. He allí su actualidad.