Los niños menores de dos años: Santos Inocentes

Hoy se celebra la fiesta de los Santos Inocentes. Mateo refiere la matanza, por orden de Herodes el Grande, de niños menores de dos años. Ahora, corresponde una respuesta, diligentemente repasada, a la siguiente pregunta:

¿qué significado tiene para el hombre actual la inocencia? Desde luego, apunto a continuación un párrafo de la primera lectura de la misa de este día (1 Jn 1, 5–2, 2), que, con seguridad y franqueza, ayuda a responder a aquella cuestión:

«Si decimos que no tenemos ningún pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si, por el contrario, confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, hacemos pasar a Dios por mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra».

Estas palabras invitan a cualquier hombre, a descubrir razonablemente la capacidad de hacer surgir en la propia vida, la cualidad espiritual que lucha por no dejarse condicionar con el hábil truco del engaño de hacer sin hacer. En todo hacer humano, humanamente hay equivocaciones, leves o graves; de no reconocerlas, debilitan cada vez más el propio y fidedigno sentido del hacer, para justamente hacer las cosas de la vida de un modo más calificado. El evangelio de Mateo relata, cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó a matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado (2, 16).

¿Qué se puede esperar de un soberano, Herodes, ni autóctono judío ni fiel observante de la ley, obsesivamente desconfiado por el poder, que deshace los oponentes a filo de cuchillo?

¿Qué pueden advertir de esta alteza, cruel, sanguinario, que incluso mandó a degollar a su esposa, Mariamne, a sus tres de los primeros hijos, con el solo pretexto de imaginar que comenzaban a usurparle la corona?

Ahora, ¿qué decisión pudo haber tomado un individuo de esta clase, al oír lo afirmado por los magos, ¿dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo (Mt 2, 2)?

¿Pensaría que todo ello era una revuelta, excusada alrededor de la figura del Mesías, a la que debía poner fin, y cuyas víctimas de escarmiento, según algunos pensadores, entre ellos san Jerónimo, sería de 20 a 30 niños, sobre todo de Belén, al momento entre 300 y 1000 habitantes?

El detalle está en la muerte de los inocentes. Éstos siguen siendo vilmente maniobrados, usados, o, asesinados. No obstante, el propio sufrimiento de estos candorosos seres demuestra que Herodes, y los que le asemejaron y le asemejan, que en ocasiones no son exclusivamente los que matan el cuerpo, sino también la dignidad de espíritu de los hombres, representa la antítesis de la Misericordia. Y ésta es radicalmente divina, pero comunicada, de modo especial, no a las piedras, a la materia inerte, a las armas, a las máquinas, sino precisa y atinadamente al viviente humano. Por ende, la Biblia presenta el formidable imperativo divino, sean fecundos y multiplíquense (Gn 1, 28), no, sean fecundos, y luego, destrúyanse.

Al comienzo sugerí la cuestión, ¿qué significado tiene para el hombre actual la inocencia? Él es quien le ofrece coherencia a la Misericordia, porque el Altísimo la ha donado espléndidamente; es él, el que actuando según ella, sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo (Lc 6, 36), denota en la vida que aún tiene en su mente y corazón, en las manos, el señorío de ir fraguando acciones que revelan mejores efectos en grandiosas obras de humanidad.

Es el hombre, coronado como rey o como mendigo, quien tiene en su pensar y actuar, la lucidez de someter la significación mezquina y frívola de la lógica del poder, según la cual aquel sólo crece cuando irracionalmente domina y fragua despreocupados dependientes. Y, cuando esto no conviene tal como lo calculan, ¿a qué método recurren? ¿Al de la insensibilidad? ¿Al de la indulgencia?

El hombre ha aprendido a remedar la naturaleza, la estructura de ciertos animales, y esto lo ha perfeccionado aún más con el progreso de la técnica; pero demuestra, en variadas situaciones, de costarle grandes fatigas remedar a Cristo misericordioso; mejor todavía, de enmendar la mera reproducción en un seguimiento auténtico del testimonio de su vida.

Conviene volver al Padre de Cristo, y notar que no sólo es experto en forjar las cosas más maravillosas, sino asimismo la cosa más quebradiza de todas, la libertad humana, y, por supuesto, el amor humano, según el cual se mejora o se deteriora el carácter de aquella. Dios no empaña la persona humana con toscas señales de dependencia del poder; muestra un poder que no teme enseñarle a ser juiciosamente libre.

Dios nos bendiga y nos conceda un feliz año. Amén.

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.

28-12-23