Marcos nos habla de Jesús: el “hijo del hombre”

Este apunte trata de Marcos evangelista y, de modo sintético, también de su obra: Evangelio según san Marcos. En estos días, pasajes de este texto sagrado los estaremos escuchando en la liturgia, particularmente en la de la Sagrada Eucaristía. Ahora, en segmentos contados de esta reflexión iremos evidenciando algunos aspectos afines al poeta y su escrito.

De hecho, en primer lugar fue un hombre de gran fe e intensa humanidad, pues en sus argumentos procura que la exposición esté siempre a tono con la experiencia afable y fervorosa del lector; esto lo demuestra su concisión, su lenguaje franco y cabal, y su vigor asentado más en los hechos que en las palabras.

En segundo lugar, la semblanza de Marcos esclareció en un ambiente sonoro de inquietudes y esperanzas y movido por la vibración de una nueva fe; un ambiente en el que su demostración con las obras era absolutamente necesaria (tal como en nuestra época); además, para las mismas habían de gestarse impulsos concretos, cuidadosamente explicados y escritos, puesto que con ello iba alzándose el espíritu humano bajo la luz de Jesucristo, “Hijo de Dios” e “Hijo del hombre”. Desde luego, para esto la influencia de Pablo (cf. 2 Tim 4, 11) y Pedro (cf. 1 Pe 5, 13) fue amplia y pertinente, ya que, en ella encontró estímulos para solucionar y luego narrar el alivio a problemas que requerían paciencia y perseverancia (cf. Mc 2, 1-12).

En tercer lugar, el evangelio de Marcos es una de las fuentes de los relatos de Mateo y Lucas, notables en conjunto como evangelios sinópticos, porque una de las razones aducidas radica en hacer comprensible que de los 661 versículos auténticamente de Marcos, 630 aparecen, con variantes o sin ellas, en los de Mateo y Lucas; con esto no deduzco que un evangelio es más genuino y cristocéntrico que el otro, aludiendo al número mayor de palabras o frases, al contrario, que todos en conjunto cohesionado, —también está el evangelio espiritual de Juan, “el evangelista teólogo” (San Atanasio)—, muestra una sola y única definición del Hijo del hombre.

En cuarto lugar, con sus 16 capítulos Marcos nos introduce en oficios concretos de Jesús: sus viajes por Galilea, sus milagros, el paso culminante de su vida y, aunque descrito de modo austero y enigmático, el momento de la tumba vacía.

En quinto lugar, Marcos nos coloca frente a un Jesús que desaprueba la actitud obtusa de los apóstoles para comprenderle el carácter de Mesías (cf. 9, 19); o sea, busca inculcarnos con certeza que a Él hemos de buscarle, encontrarle y seguirle más por la verdad y justicia de su doctrina que por una simplona y comodona utilidad (cf. 8, 11).

Y, por último, probablemente Marcos escribió su biografía del Señor a la edad de 50 años, aproximadamente en el 65 d.C., bajo el reinado de Nerón, emperador romano que acumuló fama por sus feroces persecuciones contra los partidarios de Jesucristo; en efecto, sus lectores, por ejemplo, podrían verse aprehendidos en cualquier instante como adversarios del estado, empujados al calabozo, (meditemos y oremos generosamente por lo que ocurre con la Iglesia en Nicaragua), lesionados o echados a las fieras en la arena del emperador; sin embargo, en las páginas de su pergamino retumba la voz reparadora del espíritu del hombre, de la Iglesia, la cual mansamente asegura:

«Pero ustedes preocúpense de sí mismos, porque van a ser apresados y entregados a los tribunales judíos, serán azotados en las sinagogas y tendrán que presentarse ante los gobernadores y reyes por mi causa, para ser mis testigos ante ellos. Porque primero el Evangelio tiene que ser proclamado en todas las naciones» (13, 9).

En fin, «ninguna cosa de las que existen o son hechas empezó a ser sino en el Verbo y por el Verbo» (San Atanasio de Alejandría).

13-01-24

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.