Nada que celebrar…

Por: Rosalba Castillo…

A propósito de la celebración este domingo 17 de julio de 2020 del día del niño se hace necesario un reconocimiento a nuestros pequeños que pasaron a formar parte de la generación Covid-19. Y muy particularmente, a nuestros niños venezolanos, a quienes se les arrebato de un tirón la niñez y la esperanza de una vida plena. Ser niño es este momento termina siendo más que un reto de súper héroes anónimos.

No hay nada que celebrar cuando ellos han sido uno de los sectores más vulnerables, desasistidos y afectados en estas pandemias. Cientos de nuestros hijos, los hijos de la patria, se han marchado de este mundo por desnutrición y falta de atención médica. Se han cerrados los centros asistenciales dedicados especialmente para su cuidado. El zika,la chicunguya, el dengue, la malaria, la parasitosis, el cáncer, la indiferencia y el coronavirus los abrazó.

Ser niño en este momento no es nada fácil cuándo el mundo se paralizó y ellos quedaron detrás de las puertas, lejos del mundo mientras los adultos están en plena crisis emocional, en mucho casos ellos terminan siendo parte el problema pues ya no pueden asistir a clases o a sus actividades diarias.Son esos niños los que terminan llevando marcas de las crisis en su piel y en su corazón……No hay nada que celebrar.

En el caso venezolano, son estos pequeños quienes vienen arrastrando los efectos de la crisis social y política que se instaló en el país y en sus hogares. El desempleo y el hambre se convirtieron en un miembro más de sus familias. Cada día se les hace más difícil alimentarse y la desnutrición les va restando posibilidades de una vida útil y normal. No hay programas sociales que contemplen la seguridad alimentarias de estos niños. Algunos comen una vez al día, otros sacan restos de alimentos de las bolsas de basura que encuentran a su paso, otros se ven en la necesidad de trabajar para sobrevivir. Arrebatándoles así el mundo de juegos y sueños que por derechos les corresponde. Comen de manera insuficiente y así van acumulando daños físicos y emocionales irreversibles. Cada día vemos en las calles el déficit alimentario reflejado en sus diminutos tamaños y sus rostros tristes…..No hay nada que celebrar

Esta desnutrición en algunos casos crónicas los va alejando de un futuro mejor. Madres desnutridas, paren hijos desnutridos y la situación se va haciendo generacional. En el caso venezolano las estadísticas no son marco de referencia pues los patrones establecidos no se corresponden con la realidad. Los porcentajes de neonatos que mueren en el país sobrepasaron al número de los que viven. … No hay nada que celebrar.

Antes del COVID-19, muchos de nuestros niños y adolescentes se separaron involuntariamente de sus escuelas. Ya no pudieron llegar a ellas pues las condiciones económicas de sus familias se vieron menguadas. No hubo útiles escolares, no hubo uniformes, no hubo transporte, las loncheras estaban vacías, y a pesar de hacer largas caminatas para llegar a clases, el maestro también estaba en la lista de los inasistentes. El hambre y la ausencia de educación se ha convertido en políticas de Estado…No hay nada que celebrar.

La escuela a distancia les robó la posibilidad de compartir su aprendizaje y sus risas con sus compañeros.Ahora sus amigos y sus clases son virtuales, cuando cuentan con los instrumentos tecnológicos, la red y la electricidad requeridos. No hay nada que celebrar.

A los pequeños hijos de esta Venezuela les correspondió una oscura realidad. Esa que se dibuja entre la lucha por el agua potable, por la electricidad, por el gas, por los alimentos, por la salud, y los acerca al abandono, al maltrato, a la enfermedad, a la prostitución, a los embarazos, a la pornografía y en algunos casos al suicidio. Sobre todo los separó del amor y de los cuidados de sus familias. La diáspora los sacó caminando a otros países, para convertirlos en ciudadano de tercera y a otros les arrebató los abrazos y cuidado de sus padres. Les robó el domingo de parques, la lectura de cuentos, las mesas familiares, el sana culito de rana, el beso antes de dormir. Sus referentes de familia se esfumaron. Muchos esperan con gran esperanza el poder juntarse con los suyos.La vida es dura abuela…A pesar de su plasticidad para adaptarse a situaciones, esas heridas quedarán en su interior limitando sus posibilidades de ser un adulto sano y feliz… No hay nada que celebrar.

Celebraremos no sólo reconstruyendo el país, sino rescatando a esos pequeños grandes héroes que hoy juegan a ser ese personaje de la Vides Bella. Devolviéndoles su mundo para que puedan construir sus recuerdos y tener la esperanza en sus bolsillos por una vida mejor. Ustedes niños harán que la próxima pandemia sea de amor

rosaltillo@yahoo.com