Pido la palabra:: Mentiras que caen por “maduras”   

Por Antonio José Monagas…

En el terreno del autoritarismo hegemónico toda práctica populista se convierte en burda mampara para ocultar verdades mediante mentiras legalizadas.

El ejercicio de la política, pareciera haberse anquilosado. Se enquistó en formas tan ortodoxas, que los discursos políticos son narrativas agotadas, machaconas y falseadas. Estos gobernantes, creen que sus arengas -adornadas con informaciones que manifiestan con bombos y platillos- son convincentes e indiscutibles. Poco o nada reconocen que tan vacías y banales alocuciones, son posteriormente analizadas con base en criterios lingüísticos, hermenéuticos y epistemológicos. Además, informativos y comunicacionales. Y desde luego, apoyados en razones políticas, económicas, culturales y sociales. 

Esta tarea, válida y necesaria en el contexto del ejercicio de la democracia, desata resentimientos en quienes, por aduladores o ilusos, aplauden la formalización del contenido de dichas peroratas. Indistintamente si son declaraciones de coyuntura o discursos públicos reproducidos en cadena nacional.

Valiéndose del autoritarismo 

En el terreno del autoritarismo hegemónico estas prácticas populistas siguen convirtiéndose en mamparas para ocultar verdades disfrazando mentiras. Según las conveniencias que pautan las coyunturas políticas. Ello se hace, con la malévola intención de deformar cuantas realidades sean posibles. 

Justo es acá donde surge un problema que afecta el desarrollo. Este problema entraña un serio riesgo. Riesgo este que compromete libertades fundamentales. Entre otras, libertad de expresión, de prensa y de opinión, al exponer los rigores de las crisis económica, política y social que vulneran el esfuerzo realizado en la dirección de hacer de la política: el instrumento imprescindible para atender las necesidades clamadas por la población a través de la sociedad organizada, consciente y crítica.    

En tiempos de adulteración, solapamiento y usurpación, donde cabe la represión como manido procedimiento de gobierno, cualquier verborrea pronunciada con ínfulas de poder y desde sitiales propios del abuso del poder, es altamente peligrosa. Porque se alimenta del miedo que desatan las barbaridades, exageraciones e improvisaciones cometidas por los regímenes políticos, en nombre del poder.

Con el abuso del poder político

Esos discursos acostumbrados a pronunciarse en medio del bullicio propio de situaciones de crisis, son sucesiones de palabras infundadas que sólo rellenan oportunidades para desvirtuar el ejercicio de la política. Son frases sueltas, estructuradas en los agujeros que suelen cavar las dolencias cuando las esperanzas del oprimido desfallecen.

Tan escandalosos discursos, registran una evidente ausencia de valores. De valores plegados a la defensa de la moralidad y respeto que hacen de los principios cívicos, exactos argumentos de indoblegable fortaleza. Más, cuando son valores que deben preservarse -con más razón- en tiempos de sospecha. O sea, los tiempos que caracterizan toda tiranía o régimen anárquico. Aunque sea disfrazado de favorables doctrinas políticas. 

Al cierre

Lo arriba referido, es precisamente el meollo que explica la turbidez de todo ejercicio político. Aun cuando se consiga ataviado con ropaje de democracia. Y es lo que un discurso político encubre pues en su esencia e intención, está oculta la causa que compromete sustantivamente la política. Ello, no más allá de esbozar un futuro saturado de utopía vagabunda y promesas abolladas por míseros, absurdos, inconexos, insensatos, desatinados y mordaces compromisos. Además, ridículos. Ya que dichas prédicas, a pesar de la parsimonia aducida y del protocolo fachoso utilizado de adorno del momento discursivo, constituyen meras retahílas de mentiras que caen por “maduras”.

“El ejercicio de la política permite cualquier discurso, indistintamente de su razón o propósito”.

AJMonagas

31-03-2024