Pido la palabra: Nada es para siempre

Por: Antonio José Monagas…

Debe tenerse claro que el tiempo no transforma los problemas en datos de la realidad. Ni tampoco los convierte en norma convencional. El tiempo sabe jugárselas todas a la política.

Definitivamente, la vida tiende a dificultarse cuando no se tiene un camino preciso por el cual ha de transitarse. No sólo esto constituye un problema para el devenir del hombre en su diario trajinar. También, para la política pues sus tiempos son la manifestación de todo cuanto ocurre alrededor de lo que el hombre decide en su beneficio o en su perjuicio. Por eso, decir o reconocer que todo tiene su tiempo, es tan cierto que nada fuera de su espacio tiene más utilidad que la que el hombre puede permitirse en aras de su evolución o de su involución. Todo, absolutamente todo, es registrado por el tiempo.

La historia por ejemplo, al igual que la política, depende de lo que el tiempo determine en su intrínseco desarrollo. Sin embargo, algunos capítulos de la vida humana pueden verse cercenados por los efectos de tiempos que no sincronizan lo que bien sus interioridades pueden revelar. Justamente, son esos hechos, que al quedar desasistidos, desvirtuados o alterados por la acción del tiempo, suelen pasar desapercibidos sin que sus efectos alcancen a atenderse tal como se desarrollaron.

Es así como la historia y la política se imbrican hasta el punto en que luce algo fácil confundir o manipular sus propósitos. Por eso, hay eventos que poco o nada trascienden como acontecimientos capaces de marcar verdaderos hitos. Aún así, la vida brinda ocasiones fortuitas para quienes tienen la capacidad o el potencial innato de otear el fondo de esos acontecimientos, muchas veces disfrazados de una emergente cotidianidad que sabe disimular el valor implícito que los mismo esconden.

Precisamente, desde la esencia de estos hechos de sencilla apariencia, puede abordarse la complejidad de procesos sociales creativos o procesos políticos reformadores que buscan apoyar no pocas acciones llevadas por el hombre en función de su bienestar y progreso.

Justamente, de cara a lo anteriormente expuesto, deberá entenderse que nada es más dañino para la  democracia, que suponer que el tiempo lo resiste todo. Pues de entrada, el hecho de suponer, conduce a infortunadas equivocaciones. Desde los engaños que sirven de aliciente a una baja capacidad de gobierno provocada por proyectos de gobierno decadentes, hasta la represión inculcada por ínfulas de hegemonía que se arrogan todo poder despótico. Debe tenerse claro que el tiempo no transforma los problemas en datos de la realidad. Ni tampoco los convierte en norma convencional. El tiempo sabe jugárselas todas a la política. Particularmente, cuando su ejercicio desconoce las verdades que avivan protestas de cualquier dimensión, como las que en efecto recién se han vivido. Por eso, ningún gobierno debe pretender enquistarse pues en política, nada es para siempre.

Ventana de papel

¿Vergüenza bolivariana?

Nada más vergonzoso que la fatuidad hecha palabra por quien presume poder político para impulsar acciones que, lejos del compromiso dado, desvirtúan realidades acordes con la praxis democrática. Es lo que, paradójicamente, comportan las instituciones gubernamentales venezolanas toda vez que son sometidas por la mano invisible de un personaje quien sigue sin entender sus funciones como presidente constitucional. Más, cuando pretende hablar en nombre del Padre de la Patria, cuando ni siquiera pareciera haberse leído, con justo detalle, el alcance de su ideario político.

A este respecto no hay duda. Cualquiera de los textos bolivarianos, refleja el espíritu democrático que exponía el pensamiento de Bolívar. Sus cartas, manifiestos, mensajes y reflexiones, amén de sus piezas oratorias, son expresiones fehacientes del sentido crítico con el que apreciaba él las realidades circundantes y la manera de otear el futuro. Las libertades y la democracia fueron categorías primordiales de su doctrina. Sin embargo, el venezolano a quien el pueblo, en 1998 y luego en dos oportunidades más, delegó la máxima autoridad para dirigir los destinos de la nación y de esa forma salir del marasmo que tenía inhibido su desarrollo económico y social, o sea el presidente de la República, actuó contrariamente a lo que la Constitución ordena.

El aludido personaje, no cumplió con el mandato constitucional. Logró que uno de sus subalterno, “heredada” tan copiosas atribuciones. Pero éste, dándosela de “presidente obrero”, hizo mucho menos y peor. Tan poco fue lo realizado, que hizo retrogradar al país anulándole su necesario crecimiento económico al volverlo más pobre, ignorante y confinado de los avances tecnológicos que pautan el bienestar humano en el mundo actual.

Ninguno de quienes se han arrogado la condición de “bolivariano”, han comprendido que la humildad caracterizó la prédica de Bolívar. Tanto que exhortaba actuar desprendidamente de todo cuanto lo atara a responsabilidades reiterativas que tendieran a desvirtuar funciones de gobierno. Para él, la continuación de la autoridad en un mismo individuo, incitaba la usurpación y la tiranía. De ahí que actuar distante de este ideario, marginando lo que lapropia Constitución refiere respecto de lo que política y jurídicamente se conoce como “separación de poderes”, sólo puede demostrar desconocimiento del ideario de Bolívar. O es que acaso carece de ¿vergüenza bolivariana?

“El tiempo luce a veces tan solapado y escurridizo, que por ratos se cree que todo puede disimularse  y hasta encubrirse bajo un manto de impoluto efecto”

AJMonagas