Por la calle real: Entre ideología y dólares

Fortunato González

Por: Fortunato González Cruz…

El papa Francisco, en su viaje por la extensa y variada geografía latinoamericana, denunció a las ideologías como responsables de algunos de los males que azotan a algunos países de la región. No se refirió en forma explícita a Venezuela, pero es evidente que nuestro empobrecido país es el ejemplo más elocuente. El grupo gobernante tiene en la cabeza una visión del país que, como lentes oscuros, cambia la realidad. Tiene unas ideas que le funcionan en el rocambolesco modelo socialista sin conexión ni con las reglas de funcionamiento de la sociedad ni de la economía, y cuyas consecuencias, aplicadas además con otros ingredientes que nada tienen que ver con planteamientos ideológicos, sufrimos los venezolanos, menos el grupo gobernante. ¿O es que la primera combatiente hace cola en el Bicentenario.

La ideología marxista socialista reculó en Grecia en medio de un escandaloso naufragio, y quienes la representan tropezaron con la Unión Europea que no tardó en lanzarles un abultado salvavidas una vez aceptada la racionalidad capitalista. Las ideas de Syriza son para engañar incautos y ganar elecciones, no para gobernar con seriedad.

El pasticho venezolano es mucho peor que el griego puesto que aparte del rabioso populismo y la diarrea verbal, el gusto por los dólares llevó al chavismo al más grande saqueo de la historia del país y a las alianzas más peligrosas con el paramilitarismo, la guerrilla, el fundamentalismo islámico, el narcotráfico.

El resultado es vergonzoso: grandes fortunas y miseria abundante.

El barbudo asesor de Maduro, de la jauría de Podemos, dice que en Venezuela las cosas van bien, y seguramente saca la cuenta que España irá mejor con su modelo. ¡OH, blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena!

Mientras hacemos colas y se nos agotan los escuálidos bolívares, iremos a unas elecciones secuestradas y a hurtadillas, sin observación internacional. Serán millones de votos por el buche, pero funcionará el síndrome de Estocolmo y la esperanza por alcanzar un pollo o un jabón, que les arrimará los votos que serán punto de partida para el arreglo vía Internet de la avalancha de última hora, preludio de la muerte anunciada.