Prevenir siempre

Por Ramsés Urube…

“Tenemos que sacar todos nuestros arrestos (valor y coraje para la ardua tarea) éticos y morales y enfrentarnos al futuro con gallardía, porque si no mucha gente va a quedar sufriendo por el camino, y a eso no hay derecho”, afirma la Dra. Adela Cortina (2020), catedrática de filosofía de la Universidad de Valencia, España. Esto es proferido a propósito de la exhortación de aquella filósofa sobre la actitud social ideal frente a las calamidades como puede ser la pandemia.  

No hay que bajar la guardia. Se desconoce cuándo ocurrirá el próximo desastre, pero seguro llegará. Seguir adelante dormidos, descuidados,  como si nada, es inadmisible. De ninguna forma puede asumirse que finalizó el diluvio y regresó la normalidad. ¿Cuánto tiempo durará esa tranquilidad? Parafraseando al  Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, insigne venezolano de la educación y la política buena, hay que empinarse hacia el futuro con éxito. Apenas hace unos pocos días se produjo la fuerte devastación en Mérida y en otros estados como el Zulia o Bolívar, en nuestra amada Venezuela. Eso no quiere decir que ya no hay ni habrá más peligro. La tormenta tal vez se fue de paseo y puede volver luego a seguir su faena demoledora. En otras latitudes los incendios, huracanes e inundaciones arremeten ferozmente contra la indefensa población.

La volatilidad del clima actual junto a la incertidumbre de la vida y de la realidad, son el eterno leitmotiv cotidiano, debería ponernos siempre en alerta. Por consiguiente, se impone la preparación para la eventualidad desastrosa y repentina que acecha al doblar en cualquier esquina, sea de día o de noche. Por fortuna hay todo un abanico de posibilidades para afrontarla. Se hace impostergable crear una verdadera cultura de prevención de emergencias de cualquier índole. Para ello, es menester apoyar seriamente con todos los recursos posibles a los grupos de protección civil, rescate, bomberos y otros, para que sean ellos los que organicen a las comunidades, independientemente de los organismos gubernamentales, aunque contando con ellos. En estas situaciones todos cuentan sin distinción alguna, o quizás, ¿el dolor es selectivo?, acaso, ¿la ayuda de algún sector de la sociedad vale y otra no?. Es bochornoso que ciertas gentes con autoridad rechacen, se burlen o discriminen a sus adversarios, sólo para figurar políticamente, en detrimento de la comunidad afectada.

La teoría de sistemas puede coadyuvar en la solución de múltiples  problemas. La famosa y hasta trillada frase de los procesos informáticos y de otros entes físicos o sociales, se ratifica en el caso de la prevención de cataclismos. Es la entrada (antes), proceso (durante) y salida (después). En las conmociones se maneja el antes, durante y el después para sortear esas difíciles circunstancias lo mejor posible.

En la sociedad humana los sistemas son colmenas de gente que trabaja, o trabajaba como hormigas. La entrada, son las ideas, ideologías, la educación, la influencia familiar, en fin, toda aquella labor de los múltiples agentes de socialización. El proceso, inserta todo tipo de personas como los indiferentes o los de pensamiento crítico y libre que no se dejan seducir ni sucumben en brazos de los marxistas y demás promotores de malas noticias para algunos países; y los ingenuos que caen en las redes socialistas/comunistas. La salida social puede ser el florecimiento y accionar del arquetipo moral de humano: demócrata, liberal o neoliberal, ciudadanos conscientes, gente independiente, libres pensadores y del buen vivir, algunos hippies, entre otros parceros.

En este contexto de las conmociones, una manera de responder ante la adversidad es la que nos sugiere la psicóloga clínica venezolana, Cristal Palacios Yumar (2014), que emplea su método anticrisis según el modelo que siguen los entes rectores para afrontar las hecatombes: el antes, durante y después del desastre. Dice en el ANTES: En una situación de riesgo, es fundamental planificar: saber qué recursos tenemos a nuestro alcance, tanto humanos como materiales: botiquín de primeros auxilios, números de contacto (celulares, teléfono fijo, correo electrónico), alimentos (no perecederos), así como un “botiquín de cuidado personal” que abarque música relajante, buenas lecturas, etc., (no sólo para damas, también para caballeros e infantes). DURANTE: hay que ponerse a salvo. DESPUÉS: luego de fluir la adrenalina hay que drenarla con las respuestas naturales como el llanto y hablar lo ocurrido, ayudar a los demás permitiendo que verbalicen lo que sufrieron. Si esto nos desborda, se necesita ayuda profesional (buscar al psicólogo o profesional afín).

La interesante revista Despertad (2017), titula: “Cuando golpea un desastre, qué hacer para sobrevivir”, profundiza exponencialmente lo señalado y recomienda: ANTES: Prepárese: mentalícese, infórmese sobre los desastres que pueden ocurrir en su zona, prepare suministros de emergencia, tenga a mano los números telefónicos de amigos cercanos o lejanos, elabore un plan de escape y ensáyelo y prepárese para ayudar a otras personas. DURANTE: Actúe con rapidez; en un incendio manténgase agachado y diríjase de inmediato a la salida más próxima. En un terremoto, métase en una mesa maciza, quédese en la esquina de una pared interna, salga pronto del edificio y aléjese por si hay réplicas, ayude a las víctimas, pues los rescatistas pueden demorarse. En caso de Tsunami, si el mar se aleja de repente de la costa, corra a la parte más elevada y quédese ahí. En un tornado o huracán, busque velozmente un refugio o sótano. Si hay inundación, aléjese de las edificaciones inundadas, no camine o maneje autos por el agua.     

En la Biblia se expone: “El sagaz que ha visto la calamidad se ha ocultado; los inexpertos que han pasado adelante han sufrido la pena” (Proverbios 27:12). El sabio es prudente, aprende y actúa; el necio rebuzna, ríe por su ignorancia. Siempre es mejor prevenir que lamentar.          

Profesor de la ULA

Correo: ramaseum@yahoo.com

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 14-09-2021