Un año que se fue y otro que comienza

Por: Germán Rodríguez Bustamante…

El año 2.020 cierra con cifras alarmantes que afectaron la calidad de vida de los ciudadanos, la realidad política, económica y social mantiene su ritmo sin que se vislumbre en el corto plazo soluciones al cumulo de problemas. Los eventos electorales desarrollados a finales de año, tendieron a agravar la conflictividad política, con lo cual las complicaciones económicas y sociales quedan diferidas para este año que inicia en el contexto de la pandemia. La elección parlamentaria reflejo una muy baja participación, más allá de las cifras presentadas por el CNE, y la consulta realizada por la AN y sus aliados de igual manera estuvo por debajo de las expectativas. El año 2.021 inicia con dos asambleas con apoyos que reflejan las debilidades y fortalezas de cada una de ellas. La lucha política se mantiene y puede escalar, con la persecución judicial de los diputados de la asamblea nacional del 2.015, llevándolos a refugiarse en embajadas, huir del País o desafortunadamente detenidos y llevados a las mazmorras del régimen.

En lo económico el año 2.020 cerró con números delicados, que son el reflejo del manejo irresponsable realizado por estos gestores improvisados. Las reservas internacionales llegaron a 6.386 millones de dólares, 300 millones menos que el cierre del 2.019. En estos años tormentosos de Maduro las reservas cayeron en más 10.000 millones de dólares. Recursos que fueron molidos por la estructura corrupta e inútil del régimen, sin impacto cierto en la economía real. La liquidez monetaria creció en 1.200 %,  al pasar de 45 billones a 584 billones de bolívares soberanos durante el 2.020, esta inmensa masa de dinero inorgánico impulso la hiperinflación que padecemos. Los precios crecieron en cifras cercanas al 4.000 %, pulverizando el poder de compra de los salarios, la clase trabajadora convertida en indigentes con títulos, sobre todo  los empleados públicos.

El propio BCV propicio el incremento de la tasa de cambio del paralelo, reconociendo y publicando la devaluación del signo monetario, que comenzó a finales de marzo del 2.020 en 77.800 Bs/$ a 1.114.769 Bs/$ a finales del año, equivalente en términos porcentuales a una desvaloración de 1.300 %. La cotización oficial estuvo siempre cercana a la cotización del paralelo, en algunos momentos la oficial estuvo por arriba. Esto desmonta la tesis de la guerra económica y el ataque del signo monetario ejecutados por ordenadores desde el imperio. Pareciera que la conspiración electrónica se encuentra en el ente emisor.

Durante todo el 2.020 la dolarización consentida por el régimen creció a ritmos acelerados  con la complicidad del BCV, a finales de año 2.020 las transacciones en moneda alcanzaron al 80 % en todo el territorio nacional, llegando al 90 %  y un poco más en las poblaciones de frontera, el bolívar soberano transformado en billeticos de monopolio. Los procesos hiperinflacionarios suelen conducir hacia dolarizaciones de forma espontánea. En este momento tenemos una dolarización por la vía de los hechos, en efecto y de forma pública, notoria y comunicacional se viene dando en Venezuela. A pesar que la Tiranía descarta la dolarización como política monetaria, en la práctica la tolera permitiendo que las operaciones de intercambio se realicen en moneda extranjera.

En este contexto conviven dos Venezuela: una enclenque, deprimente y miserable en la cual los ciudadanos andan como despojos, recolectando de la basura, sobreviviendo con servicios públicos deplorables, esperando por el bono, la dadiva, la lonja de pernil y la caja de CLAP bastante disminuida; otra cómoda, placentera y arrogante en la cual una elite vive en una burbuja de protección con redundancia de servicios, circulando en camionetas de alta gama, con guardaespaldas, comprando en bodegones productos importados de lujo y comodidades que exhiben sin ninguna vergüenza. A finales del año 2.020 fue más que evidente la existencia de estas dos realidades, profundizando las desigualdades en un régimen supuestamente revolucionario. Esta extravagancia desmonta la fantasía del bloqueo, es innegable la presencia de bodegones, comercios y bodegas en los que se oferta productos importados marcados a la vista en divisas, sin que las autoridades hagan algo para evitarlo. Si existe un bloqueo como entra estas exquisiteces a una Nación supuestamente sitiada. El relato cínico justifica el exterminio de la mayoría, en protección de la elite gobernante y sus lacayos.

Desafortunadamente el año 2.021 es la continuación del 2.020 marcado por el control social. El control sanitario producto de la pandemia facilitara el control de la población, anulando cualquier intento de reclamo por las condiciones de exterminio impuestas. En términos económicos la situación posiblemente no sea tan dantesca como el 2.020, pero la mejora no se observará, al menos que se logre un cambio político. Caída del PIB entre 15 y 20 %, inflación estimada de 1.500 %, inyección permanente de dinero circulante ante la ausencia de estructura financiera de generación y captación de divisas, bonificación de los salarios, dolarización acentuada de la economía y posiblemente flexibilización de la economía. El pragmatismo económico se traducirá en servicios públicos dolarizados, privatizaciones a dedo de actividades en manos del Estado. Indudablemente le tocara a la Venezuela enclenque asumir la carga más pesada del pragmatismo. La pobreza llegara al 90 % y la extrema al 80 % de la población según estudios realizados, la necesidad de un gran acuerdo político es impostergable, para poder revertir estas estimaciones. Se exige una reacción en el seno de la coalición dominante, para explorar salidas acordadas que terminen con la agonía que padece una población totalmente indefensa.

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