Caminar por el centro de la ciudad de Mérida y mirar las vidrieras de los diferentes comercios nos da una sensación de completa irrealidad, es como si estuviéramos viviendo en un tiempo de dimensiones paralelas que no sabemos cómo aceptarlas, cómo pasar de una a otra y mucho menos cómo entenderlas. Los precios de los productos están marcados en dólares, la moneda del imperio, y usted debe pagar su compra con los famosos “billetes verdes” constantes y sonantes, porque ya nadie acepta nuestra moneda nacional. Esta situación es terrible, inaceptable, dolorosa, injusta  para los habitantes del país, que en su mayoría devengan una miseria en bolívares devaluados y muchos no tienen acceso a la moneda extranjera. Haciendo la salvedad de que en Venezuela también los dólares se devalúan ante los desbarajustes de un país que se debate entre la anarquía y el desorden económico, político y social.

Mientras este pandemónium se hace cada vez más complejo, el oficialismo pareciera estar tranquilo. No se han tomado medidas para detener el avance del dólar marcado por una página. Los trabajadores, sin excepción claman por aumento de sueldos que les permitan al menos alimentarse, y vestirse. La gente deambula por la calles con caras de preocupación buscando afanosamente un precio más bajo en algún producto. El costo de alimentos y medicinas suben constantemente desde la mañana hacia la tarde, a un ritmo perverso a medida que pasan las horas. No hay bolsillo que aguante esta presión perversa sobre las escasísimas finanzas familiares.

Una economía destrozada por políticas erradas y la toma de decisiones sacadas quién sabe de dónde como el tristemente célebre cambio del cono monetario. Aun recordamos cuando Nicolás Maduro, anunciaba con bombos y platillos un lunes 20 de agosto de 2018 que comenzaría a operar el nuevo cono monetario en el país, pasando de Bolívar a Bolívar Soberano, anclado a la criptomoneda, el Petro, “La medida, indicó el presidente, en ese momento,  servirá «para estabilizar y cambiar la vida monetaria y financiara del país de manera radical desde el 20 de agosto». «Necesita nacer definitivamente el modelo económico productivo, diversificado y sostenible» en Venezuela, para lo que la reconversión y el anclaje al Petro son «una gran esperanza». Pero con el paso de los meses, la “esperanza” se fue esfumando.   Ahora analizando en retrospectiva esas palabras, nos damos cuenta de que, sí nos cambió la vida a los venezolanos, pero lamentablemente no en forma positiva como lo expresaba Nicolás Maduro, sino para llegar a vivir el angustioso entorno de pobreza y desamparo en la cual nos encontramos ahora.

De buenas intenciones

Nicolás Maduro, dijo durante una entrevista exclusiva a la televisora Multinacional TeleSUR, que para Venezuela es una gran ventaja el manejo de la divisa. “Inclusive vamos a crear algunos formatos de pago en moneda digital, con cuenta de ahorro en divisas en la Banca venezolana. Se están autorizando las cuentas de ahorro y las cuentas corrientes en divisas, y la gente podrá pagar al precio de la moneda en bolívares en el mercado general en el país”. Pero cabe la pregunta: ¿a cuál gente se refería el presidente? ¿Con cuántos dólares cuenta una familia venezolana al mes? ¿Cuántos dólares se le depositan a los pensionados ¿Cuántos dólares devengan los maestros y profesores? ¿Es posible ahorrar en Venezuela? La respuesta es muy sencilla y lapidaria,  usted la sabe. Como dicen los refranes, que son la voz del pueblo: El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, y los venezolanos de buena voluntad, están al borde de un abismo y nuestro país está a punto de colapsar, porque aquí tristemente nada funciona, solamente la corrupción y los negocios oscuros llevados por compatriotas inescrupulosos que hacen fortunas a costa de esquilmar a los demás.

Es necesario un cambio de rumbo, una rectificación urgente. Es necesario dignificar el trabajo de los venezolanos que han decidido quedarse en el país. Son tantas las preocupaciones y sin sabores del pueblo honesto que no se merece vivir para sobrevivir. No. Se requiere claridad en el discurso oficialista, sinceridad y acciones concretas, porque Venezuela no se merece la amarga y difícil realidad que confronta día adía.

Redacción. C.C..26-02-2021