Somos la consecuencia de millones de partículas que se alinearon de la manera más perfecta para forjar y formar luego de sucesiones históricas y evoluciones cronológicas al hombre. Fuimos organizando nuestras tribus en tejidos más trazados y los miles de años bastaron para tener sociedades altamente complejas y con el asombro de muchos y opiniones científicas de otros, llegamos a un punto máximo o elevado de evolución organizativa, el hombre sumergido en la era de las comunicaciones y la tecnología.
Aquí no existen barreras ni fronteras, las mudanzas son cada vez más masivas hacia lo digital. La economía es invisible, construida en base a una supuesta confianza fundamentada en el consumo de objetos. La cultura de lo autóctono se mezcla y desaparece en una mega cultura prefabricada, predominante y de moda, en la que se debe estar para ser. Y mi mayor preocupación es la consecución del hoy, con sus avances, unos virtuosos y algunos otros cuestionables o vacíos, han salido a flote gracias a la mayor plataforma que jamás conoció el hombre y de la que se acostumbró a demandarle a diestra y siniestra sin cautela, irónicamente sin humanidad a la naturaleza. Los ecosistemas de la Tierra. El ambiente.
Planificamos y avanzamos triunfantes, ignorando sus capacidades de carga, su fragilidad en degradarse y aún más dramático, sus tiempos de recuperación para seguir ofreciéndonos materias primas varias y acometer así nuestro ansiado desarrollo.
¿Empezamos a revertir una realidad insustentable? El meollo del asunto, así parezca inmensamente complejo, pasa en primer lugar por adentrarnos cada uno de nosotros en nuestra conciencia y regresar a lo más elemental, a la esencia misma de cada uno como seres terrenales, como seres vivientes, individuales y pertenecientes a un todo y re-encontrarnos con los valores fundamentales de convivencia: pasión, honestidad, solidaridad, confianza, responsabilidad, cooperación y respeto. Este es el punto de partida, la base de la pirámide para que la convivencia en esta humanidad “recalentada” regrese a la armonía perdida.
Debemos promover los tiempos de cambio y el primer peldaño es SER.
Por: Eco. Daniel Vásquez
Foto: Daniel Vásquez