Por: Giovanni Cegarra
Definitivamente, sin que me quede nada por dentro, duela a quien le duela, cáigale a quien le caiga, “al que le caiga el guante que se lo plante”, en Mérida, capital del municipio Libertador del estado homónimo, en sus calles y avenidas, la anarquía sigue reinando a todo dar, protagonizada entre otros, por conductores inescrupulosos que estacionan sus vehículos sobre las aceras, tarantines que instalan en cualquier sitio, vendiendo de todo hasta fritangas sin el adecuado manejo de los alimentos y cuando se les pregunta si tienen permiso, responden “me lo dio el Alcalde”, ni para saber si es verdad porque contestan más agresivos que perro con hueso en la boca y ojo, cualquiera tiene derecho a trabajar, claro respetando las leyes.
Según Ordenanza Municipal, está prohibido colocar avisos en las aceras, frente a negocios, en la vía urbana, pero en Mérida, tal infracción es pan de cada día, es el total reflejo, guste a quien no le guste, que, en esta urbe andina, no hay autoridad que haga valer las disposiciones municipales vigentes, no peco de mentiroso, cualquiera hace lo que le viene en gana, dirían nuestros ancestros “guapos y apoyados”.
En Mérida, no hay autoridad. La anarquía es total y sin olvidar, lo super conocido, los abusos de los buseteros, perdón, los señores del transporte público, no se vayan a ofender, que se creen dueños de las calles y avenidas, paremos de contar, las vicisitudes que se pasan en las vías peatonales y viales, de esta capital andina venezolana.
Realidad palpable a diario, en una ciudad que se ufana de turística pero que adolece de autoridad que aplique los correctivos necesarios cada día, no en operativos esporádicos, ponga orden en el desorden que impera en sus calles y avenidas, donde cualquiera hace lo que le viene en gana, sí se les reclama, la respuesta es patética “el permiso me lo dio el Alcalde, me lo dio el Consejo Comunal”, que más decir, no terminaríamos nunca, reiterativos somos y punto.
CNP: 2229
05-06-2024