Por: Anderzon Medina Roa…
Casi sesenta venezolanos expulsados desde Colombia antes del inicio del paro nacional de noviembre 21. En octubre, Ecuador detuvo a más de diez venezolanos que vincularon con las protestas en ese país. En noviembre, fueron nueve los venezolanos detenidos y acusados por vinculaciones con hechos violentos durante las protestas bolivianas a favor y en contra del hoy ex-presidente Morales. También en noviembre, en Chile fueron detenidos 9 ciudadanos venezolanos vinculados con las protestas que azotaron a ese país vecino.
De los casi 4,5 millones de venezolanos que han salido huyendo de la crisis del país, alrededor de 1,5 millones están en Colombia, unos 270 mil en Ecuador, cerca de 290 mil en Chile; curiosamente no se destacan cifras de venezolanos migrados a Bolivia. Las cifras de migrados versus las cifras de detenidos y expulsados no tienen punto de comparación. Sin embargo, el impacto que esto ha tenido en noticias ha desatado un sentir que se ha visto magnificado en redes sociales respecto a los venezolanos en Latinoamérica que pone el círculo de lo público y lo privado en mayor contraste de lo normal.
En Colombia, por ejemplo, se hacen intentos a lo políticamente correcto, a veces con esfuerzos muy obvios, de presentar noticias negativas en las que se ven vinculados venezolanos (robos y hurtos a diario) diciendo que “no todos son malos”. En redes sociales, durante los eventos violentos de las jornadas del paro nacional en ese país, las tendencias en redes sociales han destacado a los venezolanos, o venecos, de manera negativa, señalándolos como responsables de saqueos y desmanes en las manifestaciones. En grupos del popular sistema de mensajes WhatsApp, circularon cadenas de mensajes en las que se decía que aquellos que amenazaban la integridad de propiedad privada en conjuntos residenciales de clase media eran venezolanos. Esto ha exacerbado el sentimiento de rechazo ante la incontrolable ola de migrantes, el que había alcanzado un frágil equilibrio de lo políticamente correcto y que hoy hace que algunos compatriotas cuiden incluso dónde hablan en público por simple temor.
No vamos a enarbolar la inocencia e ingenuidad como defensa del todo de los venezolanos migrados. No vamos a describir la situación de los venezolanos en Latinoamérica como un todo homogéneo que solo sufre los embates de la xenofobia, o de la aporofobia, completando un todo de la población que sufre a uno y otro lado del puente. El tiempo de la victimización ante nosotros y ante el mundo ya pasó, y no rindió frutos, al menos no para las mayorías; de la clase política, a uno y otro lado de la balanza, se podría decir algo distinto. Sin embargo, me atrevo a decir que el manejo mediático y gubernamental de los países que nos han recibido en Latinoamérica ha sido evasivo, de atención primaria y solidaria a los que van llegando, pero sin acciones que ataquen aspectos estructurales de su propio gobierno a lo interno o de la relación de esos países como conjunto respecto a Venezuela. Acciones que trasciendan la solidaridad con el desplazado y busquen la manera de dinamizar esa masa de venezolanos para que más que recargar sus ya delicados sistemas de salud y educación puedan generar espacios en los que puedan aprovechar mano de obra (calificada y no), que en el caso de la calificada no le ha costado recursos en su formación. Acciones a nivel de política internacional que trasciendan la no aprobación y denuncia mediática del caso venezolano y que busquen una solución a la situación venezolana que a mediano plazo será un alivio también para sus situaciones críticas particulares. Por ahora, esa migración forzada parece más una herramienta de expansión y desestabilización (con los migrantes como simples instrumentos), que un efecto secundario del socialismo del s. XXI.
Dr. Anderzon Medina Roa / Profesor ASOCIADO. Universidad de Los Andes /@medina_anderzon