Por: Ramón Sosa Pérez…
Peana de privilegio por la multiplicidad de su hacer es la Academia de Mérida y en ello compromete su historia que despunta la línea treintañera en saldo propositivo innegable. Su posicionamiento la convierte en eje sistémico hacia un valor agregado que comporta la capacidad, rara avis hoy día, de avivar la convocatoria en temas cuya complejidad es de sobra conocida.
Su filosofía de origen fundacional, a tenor de su mentor Jesús Rondón Nucete, calca la vocación cosmopolita de la Mérida histórica que junta desde siempre a intelectuales, científicos y hacedores de disímiles destinos en investigación, ya entre quienes buscan la ciudad para inspirar sus sueños, estudios o formación profesional hasta quienes la hacen su proyecto de vida.
En esa ciudad de universal aptitud para el desarrollo armónico de las habilidades humanas han coincidido hombres y mujeres de muchas latitudes, credos y orientaciones políticas con el propósito de aprovechar las bondades de esta tierra maravillosa; gentes, climas y condiciones óptimas para el estudio y la formación profesional en un concepto que no es gratuito halago.
Al contrario, viajeros como Depons, Goering o Santiesteban se pluguieron de su belleza proverbial legando sus aprehensiones que siguen fascinando en descripción de paisajes y pobladores en épocas tan disímiles unas de otras. También Tulio Febres Cordero, Mariano Picón Salas o Carlos César Rodríguez, por ejemplo, supieron explanar las fortalezas de esta tierra mágica.
A Mérida llegaron oleadas de migrantes que por diversas y respetables razones planearon morar entre nosotros. Ángel Nazco García, canario de El Paso, Isla de La Palma y Provincia de Santa Cruz de Tenerife, es uno de tantos que arribó a la ciudad que le abrió sus brazos. La ULA hospedó su afán de conocimientos hasta su egreso de Médico con posgrado en Medicina Interna.
Había nacido en 1951 y se avecinó en tierra merideña apenas culminado su bachillerato, alternando con los comarcanos de variopinto talante pues los había artistas, músicos, escritores, estudiantes y profesionales que se engancharon desde su natural bonhomía, compartida en los pasillos ulandinos y un poco más allá, en la febril bohemia de la villa de serenatas y alegría.
Cultivó afectos que lo recuerdan como diligente en sus estudios y médico de intachable estatura ética y compromiso intransferible. Sus colegas lo impulsaron para que arbitrara la representación gremial y en reñida contienda con sus pares, fue elegido para ser su voz y voto en la directiva de Médicos Residentes del HULA. Su gestión fue modelo de pulcritud y solidaridad institucional.
En sus años de práctica rural, al final de la década de los 70, el joven estudiante de octavo semestre fue enviado al sur de Mérida, de cuyo anecdotario evocamos estas confidencias dignas de referir como el caso de la buena mujer que a punto de malograrse como primeriza contó con la ventura que su pericia superó los nervios de la emergencia y la vida ganó esta vez la batalla.
Ponderado ante el café, que es la delicia del lugar, debió superar el trance mil veces porque al salir de la medicatura, era precisa la pernocta para el negrito de rigor. Por esos días visitó Guaimaral, lejana aldea a la que sólo se llegaba a lomo de mula. Ver el despeñadero que señaló el baquiano y cómo retener la bestia, fue terrible y hoy episodio evocado en El Viento, capital de la Parroquia.
Pasados 45 años de su grado universitario de Médico, la ULA lo recibió de nuevo y junto a sus compañeros de faena profesional se reunieron para intercambiar experiencias, rememorar la vida citadina y discutir sus logros en el campo de la medicina por los espacios que les ha deparado la vida. El Dr. Nazco ha sabido combinar ciencia y humanismo, que al fin y al cabo es una sola.
La historia es pasión en su vida y a la literatura ha facilitado próvido talento en portentosas páginas de sesuda indagación por numerosos temas. El “sabor de la tierruca” que es el suelo amado canario se hace motivo para escribirle con frecuencia. Sus personajes y hechos locales son objeto de natural desvelo y sus libros reflejan siempre, al decir de sus críticos, hondura y aptitud.
Francisco de Miranda, ese complejo personaje de nuestra historia, al que tanto debemos como Protomártir de la independencia y que tan livianamente hemos estudiado, fue el tema del Dr. Nazco en la Academia de Mérida. Su mesura pedagógica satisfizo a todos y la holgura atenta por el prócer y su tiempo atrapó en una fina combinación de novela e historia, tratadas con elegancia.
En junio de 2025 ha visitado Mérida y su tertulia, tan canaria como los Llanos de Aridane, nos permitió reconocernos en una tierra marcada por el linaje heredado del ancestro poblador que vino muchos años ha desde las islas guanches para proyectar sus apellidos, como los míos Sosa y Pérez, con el vigor que les otorgó don Alfonso XIII cuando en agosto de 1910 aprobó su civilidad.
25-06-2025