No pierdan la paz
(Juan 14, 27)
Reflexión hecha para el viernes 30 de abril de 2021.
Jesús indica, «“no pierdan la paz”». Los dones ofrecidos por Cristo han de aprovecharse, porque con ellos él siempre busca la amistad con el hombre. Ayer, último día de la novena en honor a san José y al Beato José Gregorio, se meditó sobre la libertad. Y ésta, como se ha podido apreciar en algunos rasgos de la biografía de José Gregorio, ha de introducir en la vida el rescate en relación a las cosas que la esclavizan. Y éstas son de índole interna como externa. Puede ser la sumisión que los otros pretenden; muy bien disimulada en manifestaciones que aparentan autonomía, pero que en el fondo no son sino un pretexto para componer dependencias infectadas. Asimismo, puede ser el deterioro de la conciencia humana; henchida muchas veces por sentimientos que en realidad deslucen el carácter respetable de su dignidad.
Junto a la libertad está la paz. Sin conciliación el hombre se estrecha, pues su misión, por más grande o pequeña que sea, le solicita ensancharla en beneficio del otro. La mayor parte de personas asistidas por José Gregorio eran pobres. Sin embargo, la calidad de su servicio médico no prefería más a unos que a otros. En esto fue equitativo, tal como ilustró su mutua energía entre fe y ciencia. También aprendió a formularle la pregunta a Jesús, tal como lo hiciera Tomás en su momento, «“Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”» (Jn 14, 5).
Desde muy pequeño, como se ha advertido estos días de la novena, aquel niño arrodillado ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario en la pequeña capilla de Isnotú, requiere a Cristo la agudeza de distinguir con claridad el justo sendero; y esta humilde condición de discípulo del Maestro de Nazaret, reflejada en su asiduidad a la Misa, su recogimiento ante el Santísimo, su devoción al Sagrado Corazón de Jesús, a los santos, por nombrar tres, San José, Santa Teresa de Ávila, (de la cual escribe un pequeño tratado) y Santa Teresita de Jesús, su fidelidad a la Iglesia Católica, no la ignoró aunque si para el mundo, para algunos sectores de la cultura, ello mermase la capacidad didáctica de este gran aliado de Dios y del hombre. Se aplicó, no sin pocos sacrificios, a mantener sus pasos según la indicación del Buen Pastor a Tomás, «“yo soy el camino, la verdad y la vida”» (Jn 14, 6).
¿Cómo evidenció José Gregorio ello? Contesto este interrogante en tres talantes sobre el nuevo Beato. Uno, ante la grave enfermedad de Juancho Gómez, hermano del Gral. Gómez, de procurarle atención médica y ayudarle a mejorar, el mismo Gral. insinuó que había sido una resurrección, a lo que José Gregorio replica, «“— sólo Dios resucita, mi General”»; dos, a los pocos días de fallecer José Gregorio, el entonces Arz. de Caracas, Mons. Felipe Rincón González, escribe, «“por [su fe], al resonar en sus oídos estas palabras del Divino Maestro: Yo soy el camino de la verdad y la vida, le siguió sin vacilar, exhalando por doquiera el perfume de sus eximias virtudes […] La Esperanza le alentó en la lucha, le sostuvo fuerte con promesas halagadoras de futura dicha, y la Caridad, su amada predilecta, le condujo de la mano a Dios a recibir el galardón”»; y, por último, en razón de la beatificación de José Gregorio, tan instada por el pueblo, han alentado este objetivo para Venezuela, convivencia plural y pacífica; desde luego, la misma pide evocar con convicción y sin sospechas, el oportuno consejo de Jesús, «“no pierdan la paz”».
En realidad, el escritor Rómulo Gallegos, en relación a aquel objetivo, inscribió estas palabras en 1919, a la semana de la muerte del Beato; a saber, «“se sentía allí cómo en cada pecho estaba vibrando la fibra más delicada, se respiraba un ambiente tonificante de idealidad que lo reconciliaba a uno con sus semejantes […] No era a un muerto a quien se llevaba a enterrar; era un ideal humano que pasaba en triunfo, electrizándonos los corazones; puede asegurarse que en pos del féretro del Doctor Hernández todos experimentamos el deseo de ser buenos”».
La causa de José Gregorio se abrió el 18 de junio de 1949; reanudada el 10 de enero de 1957; en 1972 lo declararon Siervo de Dios, y el 16 de enero de 1986, el papa San Juan Pablo II, exaltó la «“heroicidad de sus virtudes”», y hoy 30 de abril de 2021, bajo el pontificado del papa Francisco, su beatificación. Para su canonización aguardamos al otro milagro que Dios obre invocando la intercesión de José Gregorio. Jesús garantizó, «“todo aquel que me ha dado el Padre viene hacia mí, y al que viene a mí yo no lo echaré fuera […]”» (Jn 6, 37). Estas palabras las ratificó en su transcurso vital el nuevo Beato, y de ahí el impulso de la multitud reunida en sus exequias, hoy en su beatificación, para aclamar con fuerte voz, «“el doctor Hernández es nuestro”».
Infinitas gracias sean dadas a Dios.
Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.
horaraf1976@gmail.com
26-10-2024