Bolivar en Los Andes

Cardenal Baltazar Porras

La crónica menor

BOLIVAR EN LOS ANDES

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

 Cuatro veces estuvo Simón Bolívar en Mérida, siempre vencedor y aclamado, aunque la ciudad en los diez años largos que duró la guerra de Independencia, sólo tres estuvo bajo mando patriota y siete bajo dominación de los realistas. La Campaña Admirable, en su primer paso por los Andes venezolanos entre abril y junio de 1813, fue desde el punto de vista militar una exitosa osadía, producto de múltiples circunstancias, en las que descolló su espíritu indomable de lograr la libertad de la patria naciente.

Corremos el peligro de exaltar en demasía los valores de la guerra. La Campaña Admirable, lo fue en la táctica militar, pero a costa de vidas y bienes que hirieron a una sociedad desorientada, pues no estaba claro, en qué consistía ser libres, lejos del yugo colonial, ni qué ventajas traía, el proclamarse república. La libertad y la igualdad no se decretan y cuando se desatan las pasiones más bajas de los seres humanos, la vida no vale nada. El decreto de guerra a muerte, posterior a una práctica que unos y otros venían aplicando desde meses atrás, arrasó con lo bueno y lo malo. Se destruyeron las bases que requiere el edificio de una sociedad democrática. Eliminar al contrario, pasarlo por las armas en juicio sumario, lleva a la irracionalidad y la injusticia. De ello no se libró ni el Libertador. La sensatez tardó en llegar, cuando estaban exhaustos de matar y destruir. El armisticio y la regularización de la guerra, que también tuvo como escenario estas montañas andinas, deben ser el espejo, bajo el cual celebremos estos fastos. Y no, sin más, la exaltación de batallas y héroes de fusiles y lanzas.

Hace pocos días, el Papa Francisco le habló así a un grupo de parientes de militares italianos caídos en las misiones de paz en los últimos cinco años: “La guerra es el suicidio de la humanidad porque mata el corazón y mata el amor”. “Nosotros hoy hemos venido a rezar por nuestros muertos, por nuestros heridos, ¡por las víctimas de la locura que es la guerra! Es el suicidio de la humanidad, porque mata el corazón, mata precisamente donde está el mensaje del Señor: ¡mata el amor! Porque la guerra viene del odio, de la envidia, del deseo de poder, y también – lo vemos tantas veces – de ese afán por más poder”.

Lo Admirable es que hoy, a doscientos años, nos persuadamos de que no es con la muerte, sino luchando por la vida de todos, sin distinción, sin exclusión, como podemos construir la patria bonita, amigable, fraterna, en paz.

29.- 2-6-13 (2536)