Cada día menos alegrías, cada día más sufrimientos para los venezolanos

La situación de los venezolanos cada día se torna más dificultosa. Cada día hay menos luz, menos agua, menos gas, menos dinero en los bolsillos porque los sueldos y salarios de todos los trabajadores y de cualquier sector: profesores, maestros, médicos, enfermeras…en fin de la fuerza laboral, se diluyen ante la voraz inflación y la especulación.

Cada día hay menos posibilidades de comunicarse por cualquier vía: sin internet, sin telefonía celular y la Cantv tiene serios problemas para dar un buen servicio. Y para colmo de males sin Directv. La gasolina brilla por su ausencia y no se avizora ninguna mejoría a corto plazo. Cada día pareciera que hay menos esperanzas de que Venezuela salga del marasmo donde se encuentra En contraposición cada día hay más injusticias, más hambre, más incertidumbre, más mentiras y más incoherencias en cuanto al manejo tanto de la política como de la economía del país.

Por su fuera poco el coronavirus amenaza con repuntar en todos aquellos lugares donde parecía haber retrocedido en sus contagios. En este sentido, las medidas impuestas en las últimas horas, lucen descoordinadas, y la población ha tenido que aguantar una serie de vejaciones en este contexto.

Hay demasiadas preguntas en el enrarecido ambiente y muy pocas respuestas que puedan aliviar la preocupación de los ciudadanos. La gente ya siente desesperación por la cuarentena. Muchos negocios, grandes, medianos y pequeños están muy cerca de un quiebre porque no pueden trabajar, por tanto, no está produciendo nada y así sin tener ingresos ¿cómo hacen para pagar una nómina u honrar sus compromisos y alimentar a sus familias?

En los Estados Andinos y el Zulia, el castigo es mayor porque prácticamente nos hemos tenido que acostumbrar, “a las malas”, a vivir a oscuras y a contar, si acaso con unas 3 horas de electricidad al día. Eso es un atentado contra los derechos humanos y ha traído graves consecuencias en la salud, mental y física de los habitantes.

La población se siente vulnerable. Protestar, tocar cacerolas, denunciar, exigir servicios públicos es un delito que se paga muy caro en Venezuela, entre otras cosas, porque todo es interpretado como “incitación al odio”. Esa no es la intención del que alza su voz, es más bien un grito desesperado para pedir ayuda de “a quienes les corresponda” a fin de evitar por todos los medios y cuanto antes una pandemia, que no es solamente por un virus, sino por los miles de problemas que tenemos que afrontar diariamente.

Otra ventana que se cierra

La noticia cayó como una bomba. Las redes sociales estallaron “no puede ser verdad que nos quedemos también sin Directv”, pero todo apunta que es cierto.

Una de las pocas distracciones que solemos tener los venezolanos cuando por fin llega la electricidad, es “ver una ratico de televisión” para entretenernos, para abstraernos de la dura realidad en la cual vivimos sumergidos. Una película interesante, un programa de National Geographic; History con sus entregas de cultura general, en fin, el necesario esparcimiento que toda persona requiere después de culminar sus labores y más cuando estamos encerrados en las casa para obedecer la cuarentena social obligatoria.

Una vez más se cumple el refrán “pagan justos por pecadores “Por una parte, las sanciones de Trump, que supuestamente son solamente para los funcionario del régimen, pero que, por lo que estamos percibiendo, si tocan y molestan a la población, mientras que, las imposiciones del oficialismo, cada día cercenan más la libertades a las que tiene derecho los ciudadanos en un Estado democrático, de elegir, en este caso, lo que quieran ver por televisión.

En pleno encierro, para muchas personas, especialmente abuelos y niños, las edades que requieren mayor atención y cuidados, también se les quita la alternativa de ver televisión, no es justo y es hasta peligroso para la salud mental.

Y la pregunta que surge sin distingos de ideologías políticas es ¿quién responde por los daños físicos, morales, espirituales de los venezolanos?

Sin embargo, en cada uno de nosotros, hay una fuerza telúrica que nos está permitiendo aguantar esta tempestad, y nos mueve la fe, que es “la certeza de lo que se espera , la convicción de lo que no se ve”.

C.C.

Día 69 de cuarentena-23-05-2020