El caminante: Egidio y el Dragón

Por: Valentín Alejandro Ladra…

Para ser optimista y tener la mente positiva, vencer todos los obstáculos, se debe ser valiente.

Aquí daré un excelente ejemplo basado en un relato del prolífero autor del Señor de los Anillos y la Tierra Media, el profesor inglés J.R.R.Tolkien. Lean con cuidado, interpretando los simbolismos y alegorías, más allá de la aventura.

“En aquellos días los dragones comenzaban a escasear en la isla. Aun se conservaba la costumbre de servir al rey la “cola del dragón” en el banquete de Navidad. Cada año se elegía a un caballero que se encargaba de una mal llamada caza, dadas las desventajas a simple vista. Debía salir el día de Papa Noel –Santa Claus- y regresar con una enorme cola de dragón antes de la víspera de celebración. Pero ya hacía muchos años que el cocinero real venía preparando un plato exquisito: una imitación hecha de hojaldre y pasta de almendras, con escamas bien simuladas de azúcar glaseado”.

La cola de dragón se servía como postre el día de Navidad.

“Así estaban las cosas cuando hizo su aparición un terrible dragón de verdad. Al cálido verano sucedió un cruento invierno. En la montaña el frío era gélido y escaseaba la comida. Los dragones estiraban las alas y devoraban las ovejas… estaban hambrientos”.

“Entonces apareció de entre la bruma invernal el mítico dragón Crisófilax, de antiguo linaje e imperial, y muy rico. Era astuto, inquisitivo, ambicioso y bien armado”.

“De modo que cierto día de invierno, unas semanas antes de Navidad, Crisófilax desplegó sus alas y partió entre las nubes. Aterrizó su enorme y temible cuerpo a medianoche, con mucho sigilo. Y en poco tiempo causó horribles daños. Destrozó, quemó y devoró ovejas, reses y caballos”.

“Todo esto ocurría en una región alejada del pueblo de Ham, pero al día siguiente llegaron más noticias. Parecía que el dragón era excepcionalmente grande y feroz. Hacía grandes estragos. Mensajeros de las villas más afectadas por Crisófilax llegaban diariamente a oídos del rey, y los pobladores asustados le preguntaban: “¿Qué es de vuestros caballeros?”

“Oficialmente los caballeros no conocían las andanzas nefastas del dragón, o pretendían no hacerlo por temor, y cuando el rey les demandó ellos posponían su intervención día a día. Cada noche el dragón se acercaba más y más al poblado de Ham. La noche de Año Nuevo la gente comenzó a volver su mirada al granjero Egidio y a cuchichear a sus espaldas. El se había hecho célebre cuando en forma por demás fortuita sorprendió y derrotó a un gigante come niños”.

“Pero al día siguiente el dragón se acercó aun más a la aldea. Entonces habló el molinero: “tengo entendido que a algunos les nombran caballeros por méritos propios. Después de todo aquí tenemos entre nosotros a Egidio, quien de cierta forma puede ser un caballero. ¿Acaso no le envió el rey, agradecido por su hazaña, una espada y una carta con su propio sello?”

Egidio, quien estaba presente, respondió: “Se necesita algo más que una espada para ser caballero… tiene que ser amado y todas esas cosas, según tengo entendido. De cualquier modo yo tengo mis propios asuntos que atender”.

El párroco, también entre los campesinos, tuvo de repente una idea que le hizo sonreír:”Muy simple, desde luego, nuestro Egidio y quizá hasta honrado. Pero, ¿es preciso estar en la corte para ser caballero y destruir un peligroso dragón? Valor es todo lo que se necesita, como ayer mismo se lo he oído decir a maese Egidio. ¿No os parece que él es tan valiente como cualquier caballero?

Y todos los presentes se entusiasmaron y gritaron al unísono: “¡Tres hurra por el héroe de Ham!”

“Al día siguiente el dragón se dirigió al vecino pueblo de Quercetum, y no sólo devoró ovejas, vacas y uno o dos niños de tierna edad, sino que se comió también… ¡al párroco!”

“Dependemos de ti maese Egidio”, clamó el pueblo.

Esa fue la palabra mágica: “¡dependemos de ti!”

Significa que centenares de personas pusieron toda su fe y esperanza con mente positiva en la figura del granjero que había derrotado a un ogro gigante. Ahora lo llevaban a pelear contra un dragón feroz.

No importa proseguir con el cuento de Tolkien, pues es bien sabido que la bestia alada fue derrotada por la astucia y valentía de Egidio, pero se desató todo un drama entre el rey y su conciencia con la premiación.

Lo destacado en esta narrativa es que la mente positiva puede obrar verdaderos milagros. Egidio no era tan valiente en verdad, pero sacó todo su valor al ver la fe y confianza que ponían todos los pobladores en él, mientras los caballeros seguían escondidos. Creían en él y que resolvería el problema. Lo que así verdaderamente ocurrió.

Eso le otorgó seguridad en sí mismo, como jamás antes la había tenido.

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