Cardenal Baltazar Porras: Mons. Miguel Antonio Salas fue un testigo de la fe cristiana en pleno siglo XX

El Arzobispo Metropolitano de Mérida y Administrador Apostólico de Caracas en una de sus biografías sobre Mons. Salas relata sus últimos momentos:

“Con motivo de sus sesenta años de sacerdocio (1943-2003) estuvo por última vez en varias parroquias merideñas. Los Padres Eudistas querían compartir con él esta efeméride que era de toda la Congregación ya que fue el primer Eudista venezolano. Al regresar, el día 21 de Octubre, a pocos minutos de San Cristóbal, en la población de El Piñal, fue víctima de un accidente de tránsito. En un brusco viraje del chofer, como iba dormido, fue despedido por la ventana del vehículo, sufriendo fuerte conmoción craneal”.

“Trasladado de inmediato al Hospital Central de San Cristóbal, fue atendido por los galenos que hicieron lo que estaba a su alcance para que superara este delicado trance. Todo fue inútil. Sus últimos días fueron un espejo de lo que fue su existencia. En medio del delirio musitaba oraciones y pensaba en los compromisos pendientes en su aldea, con las monjas y los niños. Apaciblemente, ante la tristeza de quienes lo rodeaban, entregó su alma al creador el 30 de octubre de 2003”.

“Recio como los cedros, bondadoso como los campesinos, leal como el mejor de los amigos, inteligente como los filósofos y los inventores, virtuoso como la gente buena, responsable como capitán de barco, sacerdote y obispo a carta cabal, con gran caridad, modestia y pureza angelical, fuerza y paciencia infatigables, desapego total del mundo, piadoso, humilde, sencillo, austero, puntual en sus compromisos; devoto especial de la Virgen María. Siervo bueno y fiel”.

“Así fue Monseñor Miguel Antonio Salas. Toda una vida dedicada a Dios. Las exequias de Mons. Salas fueron una manifestación palpable de la fe y devoción de los pueblos andinos a la figura del obispo. Pero, además, un reconocimiento explícito de la admiración por las virtudes que adornaron a tan ilustre prelado”.

“A este póstumo homenaje se unieron el episcopado en pleno, sus antiguos feligreses de la arquidiócesis de Calabozo, sus antiguos alumnos, sacerdotes y laicos de todo el país, las autoridades locales y los fieles de todos los pueblos en su último peregrinar, su última visita pastoral, más de trescientos kilómetros desde San Cristóbal, La Grita, Venegara, Sabana Grande, Llano Largo, Pueblo Encima, Bailadores, La Playa, Tovar, Santa Cruz de Mora, Chiguará, Lagunillas, San Juan de Lagunillas, Ejido y Mérida”.

“En el Boletín Arquidiocesano de Mérida se recogen los testimonios y las celebraciones que hubo lugar con motivo de sus exequias. Fue su último testimonio: la sencillez de su existencia resplandeció como incienso en la presencia del Señor, y en la boca de todos, la admiración de su santidad de vida. Sus restos descansan en la cripta de la Catedral de Mérida donde recibe frecuentes visitas para orar ante su tumba, depositando flores y velas, pidiendo su intercesión. Sus coterráneos pidieron se les concediera conservar su corazón, el cual reposa en una pequeña capilla en el ala lateral izquierda de la iglesia Nuestra Señora de los Dolores de Sabana Grande”.

Es bueno aclarar, que el corazón de Mons. Miguel Antonio Salas, para poder preservarlo, tuvo que ser trasladado a Mérida por el deterioro que estaba sufriendo en Sabana Grande, se encuentra en Mérida desde el pasado 29 de septiembre, fecha de su entronización en la cripta de la Catedral en Solemne Misa de acción de gracias por los 106 años de su nacimiento, ceremonia que presidieron nuestros Obispos el Cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo y Mons. Luis Enrique Rojas Ruiz.

Finalizamos, pidiendo al Señor Todopoderoso, que nos conceda la gracia de ver muy pronto al Siervo de Dios Miguel Antonio Salas Salas en los altares.

Freddy Criollo Villalobos

29/10/21