Si algo maravilloso hemos logrado con estas entrevistas a mujeres que son ejemplo de trabajo, esfuerzo y responsabilidad, es reconocer que, gracias a ese coraje que las caracteriza, Venezuela sigue adelante a pesar de la crisis estructural que nos mantiene sojuzgados, porque ellas son pilares fundamentales en las áreas en las que se desarrollan y tiene fe en que tiempos mejores vendrán con progreso y bienestar para este pueblo que ha sufrido tanto y que se merece un provenir luminoso.
Nuestra protagonista de hoy, Carmen Alicia Sulbarán, es una profesional de la enfermería que trabaja en el área de Neonatología del IAHULA. Ha enfrentado las dificultades de la cotidianidad, con una fuerza telúrica, con una alegría contagiosa, con una acción solidaria y un amor tan grande a su profesión que le impide solicitar su jubilación, porque piensa, reflexiona y dice: “Yo todavía tengo mucho qué dar y esos niños me necesitan”. Así que cada día que le corresponde su guardia, llega a su hospital, así sea a pie, subiendo cuestas o pidiendo cola, pero cumpliendo con su sagrado deber.
Carmen Alicia es una merideña con rasgos muy propios de estas tierras andinas. Tiene un cabello azabache, ojos de mirada intensa y en sus labios hay siempre una sonrisa porque es muy importante sonreír”, piensa Carmen.
Al conversar con ella, nos contagiamos de ese ánimo, de esas ganas de luchar y de no darse por vencida, aun cuando ha tenido que soportar pruebas muy duras, pero, como ella indica: “he salido adelante y no me quejo, porque estoy donde quiero estar y trabajo en lo que más me gusta, así que le doy gracias a Dios porque él ha sido muy bueno y generoso conmigo”.
A.E.-Carmen, ¿cuéntanos un poco cómo ha sido tu vida?
C.S.-En líneas generales mi vida ha sido puro trabajo. Desde los 11 años me puse a vender huevos en el mercado porque quería comprarme unos pantalones. A los 16 años comencé a estudiar enfermería, pero en esa época se llamaba Bachiller Asistencial porque se hacía en 4to y 5to año. Después de 10 años empecé a trabajar en el Hospital Universitario con un cargo fijo, pero antes realicé diversas actividades: atendía pacientes que requerían cuidados en sus casas, fui promotora de la Editorial Larousse, inclusive, antes de dedicarme a la profesión fui gerente de una tienda Sarela. Tenía de 21 años. Empecé limpiando pisos, después fui cajera, asistente de tienda y terminé de supervisora a nivel nacional. Todo esto ya divorciada, con un hijo y con una mamá que dependía de mí. Paralelamente ejercía en diferentes clínicas en los turnos de la noche.
A.E.-Carmen ¿cómo llegas al IAHULA?
C.S.- Bueno esa es una historia larga. Yo hacía guardias de noche en el Hospital Sor Juana Inés de La Cruz, cuando estaba recién inaugurado, pero ad honorem, no me pagaban ni medio. Aspiraba, lógicamente, a que me dieran un cargo fijo que nunca llegó; sin embargo, un buen día, me llamó una licenciada del Hospital Universitario y me dijo que estaban interesados en mí, porque Iban a abrir un área de Neonatología y tenían buenas referencias de mi desempeño con niños. Ya cumplí 24 años en la institución, refiere la licenciada Sulbarán con mucho orgullo.
La inquieta Carmen, durante ese tiempo trabajaba de día con la Editorial Larousse y de noche en el hospital. Relata con satisfacción, que también logró su sueño de tener “una casita propia en el sitio que siempre me gustó, un poco apartado de la ciudad, pero eso no me importó. Tenía estabilidad económica y le puse mucho empeño. Yo adoro mi hogar – expresa Carmen con alegría- y por fin dejé de vivir alquilada que siempre era un tormento.
Antes y después del ACV.
Un día Carmen sufrió un accidente cerebro vascular. Tenía planes de viajar a la playa con sus hijos, pero se sintió mal y justo, en el Terminal de El Vigía tuvo que ser atendida de emergencia por los bomberos y después la trasladaron a Mérida, donde los médicos que la recibieron, pudieron salvarla de sufrir consecuencias mayores. La neuróloga le dijo: “Tú ACV fue consecuencias de exceso de trabajo, estrés y depresión”.
A.E.- Con la experiencia de un ACV, y siendo tan joven, nos imaginamos que le bajaste un poco el ritmo a tu vida ¿o, no?
C.S. – Sí, claro que sí, pero tengo que seguir trabajando y mucho. Como los sueldos del personal de salud no alcanzan para nada. Ahora, ante la crisis, me las tuve que ingeniar, y también me dedico a hacer algo que me fascina: cocinar. Los diciembres preparo hallacas, tortas, dulces, asado negro, lo que los clientes me pidan y no me puedo quejar porque mi sazón gusta y vendo bien. Durante el año hago ¡lo que me salga! , siempre y cuando sea comida. No sé bordar ni tejer, señala con picardía esta merideña 4X4.
“Así, yo solita críe dos hijos, un varón que ya tiene 37 años y está en Chile y una hembra que tiene 27 que estudió administración en la ULA y trabaja en una clínica en el departamento de farmacia. Son maravillosos. Son mi tesoro más preciado.
A.E. El área de Neonatología es muy delicada. Cuidar niños con patologías diversas… ¿cómo ha sido ese apostolado?
C.S.- Yo – explica Carmen Alicia con sincera emoción- amo a mis muchachitos- En las actuales condiciones del país con tantas carencias de todo tipo, nos toca “trabajar con las uñas”. Mi misión en la actualidad es muy difícil, no obstante es hermosa. En un principio, éramos 110 enfermeras pero con la gran cantidad de problemas que existen, con el mal trato, con los bajísimos sueldos, quedamos solamente 25 enfermeras en P28. Somos apenas, 4 enfermeras cada turno de 24 horas. Tuvimos que organizar “un banco de leche” porque ya no teníamos. Esta iniciativa consiste en que las mamás deben venir al servicio cada tres horas para amamantar a sus bebés, y ellas se quedan afuera pasando calamidades, frío y hambre, para darle el pecho a sus hijitos, pero así es el amor de las madres, a ellas no les importa el sacrificio, asegura.
A.E.-Carmen ¿qué es lo que más te preocupa de lo que percibes diariamente en tu área de Neonatología?
C.S.- Vemos muchas madres adolescentes de 13, 14, 15 años, y hubo el caso de una niña de 10 años que dio a luz a un bebé prematuro. El padre de la criatura tiene 13 años. Esto es una verdadera tragedia, -dice Carmen muy preocupada”. Hay infantes que nacen con VIH positivo, con sífilis, hidrocefalia, síndrome de Down, desnutrición. Todos requieren cuidados especiales. Yo por ejemplo, los baño, les doy sus masajes, los cambio de posición. Debemos estar pendientes de su llanto que es la única manera que ellos tienen para expresarse y con la práctica, aprendes a reconocer, si el llanto es por hambre, por frío, porque tiene algún dolor… De las veteranas- añade la licenciada, donde me incluyo- quedamos solamente 4 enfermeras, y entonces, otra de nuestras funciones, es enseñar a las nuevas generaciones la forma correcta de atender a los que acuden en busca de sanación. A nosotras en la Escuela de Enfermería nos enseñaron que el paciente es lo primero y debe ser tratado con respeto y amor.
Mujeres como Carmen Sulbarán son un ejemplo de valentía. En ocasiones, el temor y la incertidumbre las puede atacar, pero ellas, están hechas de un material celestial que las impulsa a seguir cumpliendo con sus obligaciones, tano laborales como personales. Carmen no pide nada a cambio cuando atiende a un paciente, porque a ella le basta con “un Dios le pague” y asegura que su relación con él es perfecta.
Redacción: Arinda Engelke. C.C.
04-07-2021