La palabra “integridad” implica rectitud, bondad, honradez, alguien en quien se puede confiar. Cuando una persona es íntegra, todos pueden confiar en ella, y eso se aplica en cualquier ámbito donde la persona se desarrolle socialmente, en la escuela, el trabajo o en la oficina.
Cuando vemos que una persona siempre es clara en lo que hace y dice, comprometida con lo que le encomiendan, honrada y recta, estamos ante la presencia de una persona íntegra. Ser honesto contribuye a la confianza entre las personas.
También podemos actuar íntegramente cuando ocupamos un cargo en la administración pública, porque la integridad pública se refiere a las instituciones del Estado cuando son manejadas por funcionarios honestos y leales a los principios democráticos. Los empleados públicos deben ser personas de reconocida trayectoria moral y profesional, que se asuman como servidores públicos.
Es fundamental que las propias instituciones favorezcan las condiciones y estimulen en sus miembros las virtudes propias de la integridad (verdad, sinceridad, prudencia, claridad, compromiso y autenticidad).
Por eso, es importante que las responsabilidades de cada trabajador estén bien definidas, que exista transparencia y rendición de cuentas. También es deseable que existan canales de denuncia para las víctimas o testigos de situaciones de deshonestidad y corrupción.
La transparencia es vista como la obligación del Estado de entregar al público toda la información sobre sus actuaciones y facilitar el derecho de los ciudadanos y ciudadanas a procesarla y cuestionarla. Por lo tanto, es una condición indispensable para la rendición de cuentas.
Así, la integridad pública se basa en conductas honestas y en el respeto al interés común. La transparencia permite conocer todo lo que ocurre en una organización. Por tanto, a mayor transparencia menor corrupción. Nota de prensa Coalición Anticorrupción Mérida.
24-04-2022