El bosque de los duendes.

¡Hola amiguitas, hola amiguitos¡

Cuando estés caminando con tu familia, papá, mamá, o  hermanos  mayores, por esos senderos preciosos que hay en las montañas de Mérida, y de repente te encuentras ante un bosque tupido y frondoso, no tengas miedo. Aprovecha, observa bien, dentro del follaje porque quizás, de repente, logres ver la figura de un duendecito que trata de esconderse rápidamente porque no le gusta que los veas. O tal vez, si tienes suerte, puedes escuchar sus vocecitas chillonas riéndose a carcajadas  de alguna travesura que acaban de hacer.

Los duendes del bosque son criaturas mitológicas, es decir, que nadie sabe si existen de verdad o son pura invención, pero mucha gente, especialmente en los pueblos, aseguran haberlos visto y que incluso les han jugado una broma, a veces un tanto pesada, como esconderle un morral, llevarse unos zapatos, si los dejaste cerca de un río cuando te fuiste a bañar, o incluso comerse tu merienda,   pero, aunque son traviesos y juguetones,  son protectores de la naturaleza.

Hay duendes en todas partes del mundo. Las leyendas sobre ellos se encuentran en la tradición oral de muchas culturas, desde Europa hasta América, Asia y África. En general, los duendes son descritos como criaturas pequeñas, de piel verde o marrón, con orejas puntiagudas.

En Mérida los duendecitos se laman momoyes  y a ellos-según cuentan quienes los han visto-  les gusta ayudar a las personas, cuidar los bosques y los ríos. Se ponen muy disgustados cuando alguien ensucia los lugares sagrados de las montañas que deben ser respetados.

El momoy y el niño perdido

Cuanta la leyenda, que había una vez un niño llamado Pedro que vivía en un pequeño pueblo en los Andes venezolanos. Pedro era curioso e intrépido, y le encantaba explorar los parajes cercanos a su hogar. Un día, estaba internándose en un bosque cuando se extravió. Caminó y caminó pero no podía encontrar vía para regresar. Estaba empezando a asustarse cuando vio a un pequeño hombrecito, de mirada penetrante. Tenía  la piel oscura y ojos grandes y brillantes. Llevaba una túnica de hojas y un sombrero de cogollo.

-«¿Quién eres?», preguntó Pedro, un poco nervioso al ver el extraño personaje que tenía enfrente.

«Soy un momoy», respondió el pequeño ser. «¿Te puedo ayudar?»

Pedro le contó que estaba confundido. El momoy sonrió y le dijo:

-«No te preocupes, te ayudaré a regresar sano y salvo.

El hombrecito llevó a Pedro a través de una selva tupida y espesa, con lianas colgando de los frondosos árboles musgos y helechos muy verdes, Después de un rato, llegaron a un claro, desde allí se divisaban, muy a lo lejos unas casitas.

-«Este es mi pueblo», dijo Pedro. «Gracias”.

-«De nada», dijo el momoy. «Siempre estoy feliz de proteger a los niños perdidos».

Pedro se despidió del momoy y corrió a su casa. Estaba tan feliz que iba con una sonrisa de oreja a oreja, después de pasar tremendo susto. Le contó a su madre todo sobre  lo que le había sucedido aquella mañana en la montaña.

La mamá de Pedro no se sorprendió. Ella sabía que los momoyes eran seres benevolentes que cuidan de los niños y de la naturaleza.

Fin

¿Te gustó el cuento? ¿Alguna vez has visto un duendecito o te lo has imaginado?

Te invitamos a que nos escribas y nos comentes qué te pareció esta pequeña historia y si quieres, envíanos el dibujo de cómo te imaginas que son los duendes, estaremos felices de publicarlo, junto con todos los dibujos recibidos, el último domingo del mes de septiembre.  

Una sorpresa más, el niño, cuyo dibujo resulte ganador por votación popular, será merecedor de un premio. ¿Cuál será? Pues, nada más y nada menos que un libro de cuentos. Esperamos tu participación.

Con cariño tus cuentacuentos Arinda y Leo.

10-09-2023