Por: Christophe Talmont…
Buenos días amigos!
Como lo escribí recientemente en el marco de mis crónicas dominicales, la curiosidad es una filosofía de vida y sin ninguna duda, la mía!
De corazón a corazón, les confieso que la música suramericana es muy poco conocida y tocada en Francia y Europa. De hecho, es una triste realidad que aun no entiendo bien, debido a la riqueza y la variedad espectacular de dicha música.
De cierta manera, esta música se acerca a la de Bartok o Kodaly, dos compositores húngaros que se inspiraron en la música popular, tradicional de su país, para crear, cado uno con sus herramientas, un lenguaje musical muy personal, con un tono expresivo que representa, de verdad, el alma de Hungría.
La música suramericana tiene también, cierta parte, de esa mezcla inolvidable que le da un sabor particular… el encuentro entre la música popular, llena de vida, de colores y de ritmos que expresan la alegría de vivir de este continente fascinante, y la música más erudita, heredera de la gran tradición occidental.
Hace un decenio, gracias al viento venezolano que flota en el mundo de la música clásica y gracias al talento de los artistas, como por ejemplo Gustavo Dudamel, Europa ha descubierto una música latina genial, lejos de la complejidad rítmica sin sabor que la música contemporánea europea impone desde hace 30 años.
De cierta manera, es recordarnos que el ritmo no es solamente un parámetro intelectual, constitutivo de un lenguaje erudito, sino también, en base, a un elemento indisociable del baile y del idioma.
El ritmo muy particular que inunda la música de Claude Debussy, compositor francés del final del siglo XIX, es el reflejo perfecto de la prosodia francesa tan particular, puesto que es uno de los raros idiomas que no tiene acento, al contrario del castellano o del italiano. El idioma francés, académico, fuera de un acento regional particular, es plano, fluyendo y de una sensualidad sugestiva bien lejos del fuego latino.
Antes de vivir la revelación de algunos compositores latinos, gracias a los conciertos de la Orquesta Simón Bolívar en sus numerosas giras internacionales, Europa conocía sobre todo dos compositores geniales de Suramérica: Heitor Villa-Lobos y Alberto Ginastera; y para los amantes del Tango podría añadir obviamente Astor Piazolla, alumno de Ginastera.
Villa-Lobos, un compositor brasileño que escribió más de mil obras, es realmente un símbolo para nosotros, es decir, el representante de una inmensa cultura musical popular y también, un compositor que goza de un conocimiento extremadamente fino de las raíces occidentales de la música clásica.
Al final, el resultado es espectacular, digno de un fuego artificial de colores, de ritmos, de armonías extrañas, y de un sentido fantástico de la orquestación. Como el famoso compositor español Manuel de Falla, Villa Lobos vino a Paris para estudiar y así pudo enriquecer su talento para dar vida a un lenguaje muy personal, una marca de los verdaderos genios.
En cuanto a Ginastera, es uno de los compositores latinoamericanos más importantes del siglo XX. Este argentino estudió en los Estados Unidos con Aaron Copland, vivió los treces últimos años de su vida en Europa y murió en Ginebra en 1983. Su repertorio, muy amplio, es de una riqueza espectacular, dando vida a un tono muy personal, fruto de sus orígenes latinos y de la evolución de la música clásica del siglo XX, que estuvo marcado, para todas las generaciones, por el aporte considerable del compositor ruso Igor Stravinsky.
El domingo que viene, les presentaré el próximo concierto de la OSEM, dedicado a la música latinoamericana y en homenaje al gran poeta Venezolano, Ramón Palomares y con una gran sorpresa…
En la espera de esta presentación, les abro la puerta de un mundo sonoro que me fascina…
Hasta pronto amigos, y Feliz domingo.
Christophe Talmont
Director de la Orquesta Sinfónica del Estado Mérida
