comunicArte: Felipe Itriago «Cololo»: La poética del verso y el anverso

Felipe Itriago "Cololo": La poética del verso y el anverso

 

comunicArte: Felipe Itriago «Cololo»: La poética del verso y el anverso

Nos atrevemos a opinar acerca de la incesante actividad creativa de Felipe Itriago (nacido en julio del año 2000) sin ánimos de interpretarla. Proponemos, más bien, compartir nuestra mirada respetuosa hacia quien, infatigablemente, se reconstruye a sí mismo con su diario quehacery sus constantes invenciones.

Felipe ha ido consolidando desde temprana edad un singular vocabulario estético expresado tanto en pintura como en textos. Ambas manifestaciones se relacionan de tal manera que a sus cuadros, por ejemplo, puede titularlos varias veces dependiendo del recorrido de su mirada que determina roles diferenciados: el del autor que va concibiendo desde adentro un nombre a aquello que requiere existir en el lienzo o el delespectador afectado por lo que está viendo y que necesita aprehenderlo con un nombre u otro si, dada la ocasión, frente a la obra se restablece el diálogo que condesciende la entrega. En el rol del espectador puede llegar, incluso, a girar el cuadro desentendiéndolo de su sentido inicial como si sus producciones, marcadamente abstractas, tuvieran tantas lecturas como las que él les imponga, liberadas de la rigidez de un emplazamiento definitivo.

Causado por su deseo produce constantemente relatos y textos donde conviven sus urgencias con sus personajes y objetos de culto. En sus escritos, los acertados y enigmáticos neologismos junto a expresiones hechas propias, adheridas del roce con la vida, adquieren características de pintura, como si se trataran de los cuadros y su expresión en palabras; como si todo soporte fuera lo mismo -lienzo u hoja de papel- donde forjar un poema.

Felipe, a los diez años, realizó una muestra en los espacios de La Casa del Páramo, en Apartaderos, concuadros e impresiones en papel de imágenes que elabora en la computadora (2010). Esa primera exposición, llamada por él mismo “Con el corazón aprendemos a pintar”, contenía obras cuyos títulos parecían anticipar un manifiesto: “El arte es poder si uno no tiene miedo. Hay que vivir no callándose de todo” o “El poder del arte es triunfar con el miedo”Otros, como “100 kilómetros para llegar a la profundidad del mar” compelen al espectador hasta los insondables abismos o a los remotos extremos que partiendo del niño, como invisibles radios, iluminan lo desconocido (“Planeta en la lluvia de estrellas”, “La luna del mar de las flores verdes”).Frente a algún trabajo de esa época de su serie “Árboles reducidos” (tema que retoma en sus escritos recientes) y ante nuestra imposibilidad de ubicar tales árboles en el lienzo, nos orienta con una frase rotunda: “No hay que verlos; hay que sentirlos”.Y recibimos la hermosa lección de quien, ajeno a las cavilaciones que nos han hecho perder energía durante tantos años, ha arribado ya al milagro por la vía de la acción decidida, y el íntimo y fecundo engranaje entre el hombre y la obra.

A la edad de trece años es invitado por la Comisión de Cultura de la Universidad Nacional Abierta a exponer en el núcleo Mérida y decide llamar a esta, su segunda muestra individual,“Un mundo paralelo”. El texto del catálogo fue, en esta ocasión, la voz lúcida de Raquel Baloira, psicoanalista comprometida con el arte. Allí en la sala, cerca de su foto en el portal madrileño del cantante Sabina -a quien tanto admira- una pequeña obra oscura, con rápidos toques de pincelcomo diminutas luces de piel y sangre, documentaba y conjuraba la impresión sentida ante una barraca judía del campo de exterminio de Terezin, República Checa. “La habitación vacía con una litera abandonada”constituyó así su propio recurso ante el horror; el pequeño cuadro necesitó existir.

Felipe Itriago también ha sido invitado en algunas muestras colectivas como el I Salón del Pequeño Formato, Tema Perro Mucuchíes, (2013), con la obra “Perro Mucuguerra”; en la población de Cacute con la muestra a cielo abierto “Latidoamericano” (2016); en dos itinerantes desde el 2016 que partieron desde diferentes puntos de la ciudad de Barinas y recorren varios estados actualmente; y es expositor permanente en los espacios de La Casa del Páramo. 

Felipe se adentra y sumerge con sus obras en los hermosos paisajes de nuestras tierras frías y espectacularmente artísticas, en las cuales en las cuales refleja más que nadie el arte de su vida, el cual define como: «el arte es poder si uno no tiene miedo», se reinventa y se nutre con el placer de plasmar en el lienzo, lo que sus ojos y sentidos perciben en medio de tanto esplendor, color, alegría y nostalgia.

Sus cuadros y diseños han sido portadas de publicaciones. Y su presencia, tan llena de vitalidad y bondad, nos permiten ver lo que las penurias y el agobio intentan escamotearnos: la alegría.

Francisco Itriago / enero / 2017