Por: Bernardo Moncada Cárdenas…
«Una crisis nos obliga a volver a plantearnos preguntas y nos exige viejas o nuevas respuestas, pero –en todo caso- juicios directos. Una crisis se convierte en desastrosa solamente cuando le respondemos con juicios preconcebidos.» Hannah Arendt
Si en algo tenían razón los filósofos dialécticos era enla vertiente conflictiva que tiene la historia: “Estamos en una crisis, querida -dijo Adán a Eva dejando el Edén- pero verás que saldremos”. Vamos de problema en problema y algunas veces, a la prueba me remito, nos metemos en situaciones catastróficas. Hace veintiún años prensa y opinión pública venezolanas clamaban por la actual “solución”, optando por apoyar el proyecto que nos gobierna. Escribí entonces sobre la fábula de las ranas que suspiraban por un rey más digno de ellas y entronizaron a la culebra -nadie quiso publicarlo-.Una irracional euforia impedía pensar. Así pues, antes del llanto y el crujir de dientes, deberíamos juzgar y comprender cómo nos metimos en ésta, usando el discernimiento para subsistir y para elegir nuestra personal respuesta, nuestro responsable aporte, por pequeño que sea, en el necesario desenlace de esta oscura etapa sin apelar a juicios preconcebidos, como nos advierte Arendt.
Sinceramente hablando, se ha sido víctimas fáciles de la astucia que exhibe continuamente el poder, se cae en cuanta trampa se nos monta, cuanta provocación se propone a nuestra autocompasión y desconfianza. El odio, hábilmente cultivado y promovido, ha sido el combustible que encumbró el tropel de malhechores encuevado en Miraflores, y ha sido la más potente droga para impedirnos discurrir y romper nuestras actuales cadenas. Es una astucia de bestias, dinámica brutal que permite dominar a los venezolanos a punta de picana eléctrica y plato de sobras, como a animales. Hasta la manera de expresarnos, haciendo eco a los remoquetes baratos y humillantes que constituyen gran parte de la pseudo-retórica oficialista, está manipulada. Pensemos un tanto: ¿no son expresiones como “Maburro”,o “La prostituyente”, “chabestias”, y otras por el estilo, manifestaciones de puerilimitación y de complejosfrente al adversario? Si éste no es tan tonto como se lo pinta con esos apelativos, tal actitud está condenada al suicidio.A mis hijos hago la siguiente recomendación: “No pienses que, por ser tú inteligente, los otros son estúpidos. Estarás condenado a encontrar alguien más inteligente que tú y, creyéndolotorpe, le facilitarás que barra el piso contigo”.Veinte años de dominación roja, imponiéndose a multitudinarias manifestaciones, continuas protestas y meses de sacrificados bloqueos e inmolación de nuestros jóvenesa manos de cruenta e inmisericorde represión, muestran que, frente a la inteligencia y rectitud de objetivos y principios, la astucia injusta guiada con los mejores asesores que el dinero puede pagar, puede prevalecer. Hay que ser más astutos.
Necesitamos la astucia inteligente y buena, sin perfidias ni malas artes, para imponernos contra la astucia tramposa y artera, la astucia sub-humana. Y la primera vivezaes vencer la desesperanza, la rabia ciega, y el inmóvil lloriqueo, que son bombas escondidas bajo nuestra misma piel por quienes quieren someternos para siempre. Requerimos ‘bajarle dos’ a la suspicacia mal orientada y al canibalismo tribal (ese que presenciamos en nuestros juicios sobre política igual que en la avidez y falta de solidaridad de algunos de nuestros negocios) para recuperar a Venezuela.
Lo que escribo es un llamado a quien quiera me esté leyendo, incluyendo especialmente a quienes profesan alguna fe. Es, como escribe en ‘La belleza desarmada’ Julián Carrón: «una batalla por comunicar a los compañeros de trabajo, a los amigos y a todo el que conocemos la esperanza que vivimos. Pero sería esperanza ilusoria, sin fundamento, si no fuese sostenida por […] un uso verdadero de la razón. Los cristianos –dice Carrón- no se harán creíbles porque se hagan más “piadosos”, en un sentido intimista, sino porque usan adecuadamente la razón, desafiando a todos con un uso más amplio, distinto, de la misma.»Usar el discernimiento, ampliándolo para mirar lo que sucede con perspicacia, más que con suspicacia, dándonos cuenta de que nuestro aporte –sea a alto nivel o no, seamos partidarios de un bando o de otro- tiene que ir más profundo.Bastadel discurso del rencor y la represión, odelos inútiles neumáticos quemados, la destrucción de bienes que a todos nos pertenecen y favorecen, o la llorona y las rabietas en las redes.Que esaevolución nos libere de la rutinade inamovilidad que paraliza hastasucumbir, siendo cambio hacia la esperanza combativa,hacia la certeza de poseer habilidades suficientes para sobrevivir y recuperar nuestra nación.
14 marzo 2018.