Con fundamento: Francisco, el gran legado

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Entramos en Tiempo de Cuaresma, con el Papa Francisco en cuidados intensivos, sin dejar sus deberes papales, y acompañado de las oraciones y las esperanzas del mundo, creyente o no. Cuando el globo se ha vuelto al octogenario convaleciente, el momento exige decir algo, desde cualquier lugar, de este hombre y su papado; lo exige y, al mismo tiempo, casi lo inhibe.

 Desde Jesús, la figura del Papa se insinuó, según los Evangelios, ya polémica. Antes de aquel “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia” (Mateo 16) o de las palabras “Apacienta mis corderos” (Juan 21), Simón había sido ponderado por el Mesías: “Bendito tú, Pedro, porque lo que has dicho viene de Dios”, para ser increpado casi inmediatamente: “¡Apártate de mí, Satanás, ¡porque no ves las cosas como Dios las ve…!” En resumen, Pedro fue un personaje contradictorio, quien terminó su vida dándola.

Ha habido venerables pontífices, aunque también los hubo de torva fama. En pocas palabras, la institución del papado no siempre ha sido un ejemplo de buenismo o politically correct. Santos han sido algunos pontífices, pero los Papas han sido y son ante todo humanos.

Desde Pio XII, podemos decir que la prensa ha puesto la lupa en los papas, y una lupa a menudo mal intencionada, salvo ante rostros como los de Juan XXIII y Juan Pablo II, poseedores de intocable carisma mediático. Una personalidad como la de Benedicto XVI fue tratada con hostilidad por algunos comunicadores, negados a observarle con interés y comprender su labor.

Pero desde 2013, elección de Francisco, el papado sufrió un ciclón de opiniones, vientos que giraron violentos intentando derribarlo. Una de las mayores imputaciones que motivaron tales vientos fue el presunto izquierdismo del Santo Padre, llegándose a acusarlo directamente de ser agente del comunismo.

Uno se pregunta cómo es posible siquiera pensar tal cosa. Acaso será por su permanente reclamo a favor de los pobres.

No ha sido Francisco el primer pontífice en abordar frontalmente los temas de la desigualdad social y de la injusticia, correlatos del poder en la modernidad. León XIII, frente a las primeras grandes organizaciones que enarbolaron la ideología socialista obrera, promulgó el 1861 su encíclica Rerum Novarum, texto que reivindica el esencial derecho de todos los hombres a ser tratados de acuerdo a su dignidad originaria de hijos de Dios. Defiende al mismo tiempo el derecho a ser libres y a poseer cuanto el Creador pone a su disposición, previniendo así las deformaciones que las doctrinas socialistas implican en la vida social y política.

Subsecuentemente se desarrolló la Doctrina Social de La Iglesia, cuerpo de ideas y lineamientos empeñado en valorar y auxiliar a quienes infortunadamente viven en pobreza extrema, proponiendo ayudarles a nivelarse y superar las limitaciones de su poco o ningún patrimonio.

En Hispanoamérica, donde se han acumulado grandes injusticias, los obispos han puesto especial atención a tal doctrina, desarrollando la “Opción por los pobres”, y los políticos católicos adoptaron el comunitarismo como oferta organizativa de los llamados partidos demócrata cristianos.

Las crisis culturales de fines de los sesenta, acicateadas y aprovechadas por líderes marxistas, llevaron a extremar tal opción, y a la llamada Teología de la Liberación. Aparecieron los curas guerrilleros, que no se conformaron con la opción por los pobres, sino que tomaron las armas, dispuestos a matar por una equívoca justicia.

En ese contexto, marcado por el contraste entre sangrientas, corruptas e injustas, dictaduras militares anti-marxistas, y sangrientas, corruptas e injustas, dictaduras marxistas, se desenvolvió la vida sacerdotal de Jorge Mario Bergoglio, nuestro Papa. Éste ha dicho dos frases que deben ser relacionadas, para entender su posición acerca de la propuesta marxista: “Los comunistas nos han robado la bandera de los pobres” (entrevista en Il Messagero), y, atrevidamente, “acaso son los comunistas quienes piensan como los cristianos” (entrevista en La Repubblica).

Resaltó en la entrevista con el director de La Repubblica, que fue Cristo quien por vez primera habló “de una sociedad en la que son decisivos los pobres, los débiles y los excluidos”, añadiendo inmediatamente que “Para obtener igualdad y libertad debemos ayudar al pueblo, a los pobres con fe en Dios o sin ellay no a los demagogos [los ideólogos marxistas y los populistas] o a los barrabases [los usureros y explotadores].”

En la radicalidad del ser cristiano, hay igualdad y libertad, “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.” (Gal.) Es lo que conocemos como Comunión, posesión en común de un bien supremo, fundamento de dignidad, liberación y consonancia entre los hombres. Nada qué ver con distribución forzosa y (supuestamente) igualitaria de los bienes.

Contra las nuevas ideologías que se ciernen sobre el mundo, muchos esperaron una cruzada, pero la Iglesia toda, como todo buen cristiano, ha cambiado, en conversión. No nos confundamos, el tipo de cruzada que Francisco ha propuesto es una cruzada hacia la misericordia, así como hacia nuestro propio corazón y hacia nuestros hermanos. El tiempo de Papas guerreros pasó. Una “Revolución de la Ternura”, como dijo en Colombia, donde pidió plantearnos preguntas sinceras y profundas, las más recurrentes: ¿Qué puedo hacer yo por la paz de mi país? ¿Qué puedo hacer yo por mi prójimo que sufre? ¿Qué puedo hacer yo por reconciliarme con mi hermano?”.

Es su Carta Fratelli Tutti, gran legado que pide acallar las armas, prepotencia y odio, donde todos seamos nación.  (Francisco, discurso de Cartagena), Francisco ha radicalizado el mensaje cristiano como política, único antídoto contra la prevalencia de un corrompido y amoral materialismo de diversos pelajes. Quien no ha entendido a Francisco, no entiende los desafíos que estamos viviendo.

05-03-2025

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