Con fundamento: No más berrinche

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

«En pocas palabras, asistimos al intento de imponer un nuevo orden sociocultural de la antipolítica que, tomando como base a la política, intenta por todos los medios borrar su propio e inherente aspecto político, transformándose, de este modo, en un discurso político de la antipolítica.»  (Hernán Fair, El discurso político de la antipolítica)

«Desde lo hondo a ti grito, Señor» Salmo 129

Aproximándose el sofocón electoralista –aunque los partidos llamen a no votar y la gran mayoría se abstenga de hacerlo, su enfoque de la jornada del 6 de diciembre es esencialmente electoralista- debemos hacer nuestro propio juicio. Tras la euforia de los centros de votación vacíos vendrá la ya acostumbrada respuesta del CNE. ¿Acaso cabe esperar que por sólo denunciar y ausentarnos el comportamiento cambie, la tendencia deje de ser “irreversible”? Pasado el momento, oficialmente, continuará el reinado loco de Nicolás, y la Asamblea Nacional estará totalmente a merced suya. Parece recomendable bajar el ruido y observar la realidad razonablemente.

¿Por qué decir que todo se enfoca en lo electoral? Retrocedamos en el tiempo. Agotándose las protestas del 2017, una exigencia unánime fue la anticipación de elecciones generales. Los asesores tácticos de la dictadura calcularon  inesperados beneficios, lo que llevó a Nicolás Maduro a un giro extremo en su discurso: a partir del 09 de abril de 2017 comenzó a decir, como bromeando, que estaba ansioso por unas elecciones. El trapo rojo tenía que ver con elecciones de gobernadores y alcaldes, indebidamente pospuestas, y pareciera que los partidos sólo se definieran en relación con el hecho electoral. 

Una vez echado el anzuelo, surgió la bravata del llamado a una nueva constituyente, emitido directamente por la presidencia sin consulta alguna, en provocadora contravención de la Constitución vigente. Aquel primero de mayo, el Día Internacional del Trabajador y llamándola al principio Constituyente Obrera, la creó; haciendo un poco la víctima afirmó “no me han dejado más alternativa”, y, cumpliendo los designios de sus bien pagados asesores, puso en jaque a sus opositores. La protesta callejera menguaba, disminuida y extenuada, y el liderazgo había ya pisado el peine. Sin aparentemente medir los efectos del total control que el ejecutivo dictatorial mantenía sobre los demás poderes, se reaccionó con una desatinada actitud inmovilista contra un proceso que no podría ser detenido.

Se llamó a la no participación como forma de protesta, igual que en el desatino frente a elecciones de la Asamblea en 2005, cuando, por muy lícitas que fuesen las objeciones para elegir, se actuó esquemáticamente, como si el contrincante tuviese la menor contemplación por la legalidad, y se “protestó” regalándole la totalidad de la Asamblea Nacional. En tanto, con la asamblea constituyente la dictadura había ganado un órgano ilegítimo a su medida, un engendro incontrolable, elegido sin contrincantes, instrumento de respaldo a decisiones ilícitas, y ardid para desplazar la Asamblea Nacional.

Nuevamente, con la convocatoria a amañadas elecciones el madurato ha picado la finura legalista de sus leales opositores, haciendo que los políticos asuman reactivamente la antipolítica como absurda y repetitiva estrategia, y de paso vivificando astutamente las divisiones internas. Es ya una táctica recurrente, se puede decir, y exitosa. El régimen ha descubierto la utilidad de convocar irregularmente elecciones en modo de exasperar dirigencia y votantes demócratas, inmovilizándoles y saliéndose con la suya.

Cual militantes anarquistas, los dirigentes del llamado G4 adelantan una agresiva campaña, no para afrontar victoriosamente una elección, sino para entumecer sus propios seguidores con intemperantes consignas abstencionistas. Pocas veces la antipolítica había revestido mayor intransigencia, descalificando a quien se disponga libremente a lanzar su candidatura y estigmatizando a quienes decidan dar su voto a los contrincantes de la tiranía.

Los adalides de la antipolítica se darán por satisfechos y celebrarán las cifras de abstención, como si hubiesen resuelto con ella la extrema crisis que agobia millones de compatriotas emplazándoles entre el hambre y el exilio.

La dirigencia habrá “logrado” persuadir a un pueblo que no sabe qué hacer, pidiéndole que nada haga; ¡Vaya éxito! Quedará la llamada “consulta popular” convocada para antes de la previsible victoria del gobierno. Lo que se haga con su resultado es una grave responsabilidad de los líderes, para no seguir sembrando en los venezolanos la desilusión inherente a la antipolítica y que sabemos a quiénes beneficia. Por caridad, es tiempo de dejar los berrinches y observar la realidad razonablemente, hágase política.