Con fundamento: Tiempo de gestos sin precedentes

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

“…Tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar como nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia […] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Papa Francisco – Homilía en su bendición Urbi et Orbi

Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo…” Albert Camus – La Peste

Maremágnum, pandemonio, y otros términos, describen el tsunami de opiniones que alimentan en nuestras pobres mentes una visión apocalíptica, en estas semanas de confinamiento que ya parecen meses.

Es dramático el contraste, entre la inconsciencia que algunos muestran y la especie de histeria colectiva que se apodera de muchos otros. Ambos extremos están cegados a la magnitud del hecho que sacude al mundo, que nos manifiesta la debilidad de nuestros planes y poderes, que hace presente de manera demoledora lo inesperado, que por encima del miedo provoca esa forma sobrehumana de heroísmo que desafía el instinto de conservación para exponer la propia vida por el bien de cualquier desconocido.

A la cabeza está el personal de salud hospitalaria, médicos, personal de enfermería, aseadores, oficinistas, han asumido su apostolado por la vida como un desafío a la muerte, incluyendo la suya propia. Pero en su homilía del viernes el Papa Francisco destaca también a “encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.” Francisco mismo, esa figura blanca solitaria, de caminar dificultoso bajo la lluvia, poniendo toda su energía y su fe en una acción histórica, al servicio de la esperanza que la humanidad toda necesita, pone de manifiesto lo que el Espíritu puede suscitar ante las grandes dificultades. Este multiplicarse de gestos que redimen la condición humana lo podemos constatar en nuestra propia entidad regional, sin mencionar los millones de ciudadanos que en el mundo sacrifican su cotidianidad sometiéndose al aislamiento y la inactividad productora, para evitar contaminarse y contaminar.

No solamente, entonces, se extiende sobre la superficie terrestre un virus letal, cual hongo maligno e indetenible, sino se extienden el heroísmo y la solidaridad, recordándonos el señalamiento de Hannah Arendt: “Nobleza, dignidad, constancia y cierto risueño coraje. Todo lo que constituye la grandeza sigue siendo esencialmente lo mismo a través de los siglos.” Esa esencia de lo social que es el bien común se erige como fuerza motriz elemental de la vida de muchísimos individuos, enlazándoles con los mejores gestos de la historia humana. Al menos las generaciones que atravesamos este trance saldremos un poco purificadas por la calamidad.

Entonces, ¿Apocalipsis?, sí, pero con el originario significado que la palabra tiene en griego: REVELACIÓN. No significando fin de mundo o catástrofe terminante, sino descubrimiento. No solamente descubrimiento de nuestra esencial y subyacente vulnerabilidad, sino de nuestra esencial y subyacente fuerza, sólo sepultada bajo la mezquina persuasión de lo que llamamos intereses y nuestros delirios de grandeza. Para proseguir hay que valorar también este aspecto luminoso del momento, aunque no por ello descuidemos la justa preocupación y las precauciones que de ella se derivan.