Con fundamento: Viviendo el Miércoles Santo

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

…uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» (Mateo 26)

Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. (Papa Francisco)

Con fatal sentido trágico, seguimos llorando el supremo sacrificio de Jesús, lo cual es muy humano. Luego tantos van a la Vigilia de Pascua solamente a recoger agua bendita y consagrar el velón. Sin duda, el que Dios todopoderoso e inmortal se someta voluntariamente, por nosotros, a la muerte en la persona de su Hijo único es sobrecogedor, pero la muerte es un hecho normal en nuestra existencia. Lo indeciblemente prodigioso es que la vida vuelva, y vuelva para la eternidad, aún más sobrecogedora es la victoria sobre la muerte.

La Semana Santa no tiene como único fin contemplar la Pasión y Muerte, como creía una vecina de banco el Domingo de Ramos. Le corregí con embarazo indicándole que el fin de la Pasión es la Resurrección, que es la Pascua la celebración más importante del año litúrgico. Ella, persona muy devota, ni conocía bien la Vigilia de Pascua, cuando la cristiandad se reúne en la oscuridad para esperar el regreso de la Luz en Cristo, vivo ya para siempre.

Hoy, Miércoles Santo, cristianos del mundo entero vamos en procesión tras la imagen del Nazareno, conmovidos por Su rostro sangrante y contristado, por el peso de la cruz sobre sus hombros y por la incalculable y humillante injusticia de que está siendo víctima. Los venezolanos, tras el continuado agravamiento de nuestra situación, caminamos identificándonos con esa doliente figura revestida de morado, y dirigiéndole millares de invocaciones de Su socorro, en un coro plañidero que no se da cuenta de cuántas veces ha entregado el Nazareno ni parece tener esperanza de la Resurrección.

Hay un ruego que en especial deberíamos hacer, y es implorar la gracia de un verdadero cambio de nuestra mentalidad, un cambio, el inicio de una conversión, la Resurrección que sacuda a Venezuela de polo a polo. Suficiente ya de autocompasión, y más identificación con el que murió por cada uno de nosotros, aún sabiendo nuestras fallas y malos actos, para llevarnos a caminar una vía nueva.

Porque no basta una fe que se base en creer piadosamente lo increíble, no basta una religiosidad que siga a Cristo por una mezcla de lástima y conveniencia, como a veces encontramos en la Iglesia. Una fe como esa no cambia al hombre ni incide en el mundo, como Cristo exige. Jesús lleva la cruz porque es nuestra cruz, y la lleva para redimirnos, para poner en marcha nuestra humanidad agobiada.

Pidamos al Nazareno la conciencia de ser corresponsables de los males que aquejan a Venezuela y, por tanto, seguros copartícipes, con nuestro protagonismo, de su rescate, pidamos un verdadero interés por el bien de los demás, que es el nuestro. Si vestimos de morado, como tantos, para imitar el manto del Nazareno, revistámonos como Él de caridad y esperanza, con la certeza de que todo pasa por la cruz pero nada acaba allí, siendo camino más bien hacia la verdadera liberación, hacia una dicha futura que comienza hoy y aquí.

 

05-04-2023