Por: Guido Mercado…
El sábado 9 de noviembre se cumplieron 35 años de la caída del Muro de Berlín, un evento histórico que simbolizó la apertura de fronteras, la libertad y la posibilidad de construir una sociedad unida. Hoy, aunque seguimos viendo muros de concreto en algunas fronteras para bloquear el paso de migrantes, enfrentamos también muros invisibles que limitan nuestro crecimiento como sociedades y el desarrollo de nuestras ciudades. Son los muros modernos de la desigualdad, las oportunidades bloqueadas y la crisis democrática; son los muros que necesitamos derribar para abrir el camino hacia un futuro más justo y sostenible.
Los muros de la desigualdad
La desigualdad actúa como una pared casi infranqueable para quienes intentan avanzar, educarse o emprender, especialmente en ciudades que podrían tener un rol transformador. En Venezuela, esta barrera se ve en el acceso desigual a servicios básicos como educación, salud y vivienda, donde el lugar en el que naces o tu nivel económico pueden determinar tus posibilidades de progreso. La desigualdad no solo afecta a quienes están en desventaja, sino que frena el potencial de desarrollo de la sociedad en su conjunto. Derribar este muro implica fortalecer políticas de inclusión, apoyar iniciativas de formación y garantizar que todos tengan acceso a herramientas que les permitan mejorar sus vidas independientemente de sus circunstancias y así puedan contribuir al crecimiento de nuestras ciudades.
La falta de oportunidades: un muro al desarrollo
En Mérida y en muchas otras ciudades del país, el talento y la iniciativa de jóvenes y emprendedores se ven limitados por la falta de inversión y de oportunidades reales. Este muro bloquea el desarrollo económico y social, ya que impide la creación de empleos y el fortalecimiento de una economía local que podría tener un impacto directo en la vida de los ciudadanos. La migración de talento, forzada por la falta de oportunidades, no solo afecta a quienes se van, sino también a quienes se quedan y ven mermada la capacidad de crecimiento de la ciudad. Derribar este muro implica crear un entorno que valore y retenga el talento, generando así nuevas oportunidades para todos.
La crisis de la democracia: un muro a la participación
La democracia en el mundo también ha erigido muros, especialmente cuando el acceso al poder y a la toma de decisiones se concentra en manos de unos pocos. La crisis multifactorial que vive el país limita la autonomía de las ciudades para gestionar sus propios recursos y crear políticas públicas adaptadas a sus necesidades. Este muro es quizás el más difícil de derribar, porque implica devolver el poder de decisión a las comunidades, fortalecer las instituciones y crear mecanismos que permitan a los ciudadanos participar activamente en la vida política de su entorno. En Venezuela, es fundamental que nuestras ciudades puedan tener mayor autonomía, de modo que puedan responder a las necesidades locales y fortalecer el compromiso de los ciudadanos en la gestión pública.
¿Y cómo derribamos estos muros?
Así como Berlín se unificó después de la caída de su muro, nuestras ciudades también pueden avanzar hacia un futuro sin divisiones invisibles. La crisis nacional nos afecta a todos, pero no podemos permitir que nos paralice. Desde lo local, es posible construir cambios duraderos. Superar estos obstáculos requiere una visión compartida y acciones concretas: políticas que promuevan la equidad y la justicia social, inversiones que fortalezcan nuestras ciudades y, sobre todo, espacios en los que el ciudadano pueda decidir, proponer y participar. Al mirar hacia el pasado, recordemos que los muros pueden caer y que la voluntad de cambio es más fuerte que cualquier barrera.
Es hora de imaginar un futuro en el que nuestras ciudades sean espacios inclusivos, con oportunidades reales y una democracia vibrante. Esa es la ciudad posible, y es el horizonte al que debemos aspirar.
10-11-2024
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