Por: Rosalba Castillo…
Frente al avance del COVID-19 y su crecimiento a nivel mundial una de las medidas más significativas recayó sobre las aulas. El cierre de las escuelas y universidades, que envió a casa a 1500 millones de estudiantes, de 185 países del planeta, privados de sus espacios educativos ha ejercido un alto impacto sobre nuestra sociedad. Ello llevó a la búsqueda inmediata de un replanteo sobre la continuidad del sistema educativo. Así fue como, la educación a distancia, el mundo online, surge como una respuesta frente a este escenario, convirtiéndose así en la alternativa más adecuada en tiempo de coronavirus, sacando a la luz grandes desigualdades que limitan el acceso a este proceso
Para los niños el regreso a clase estaba cargado de alegría; nuevas aulas, profesores y compañeros. Para todos, este año es motivo de ansiedad, debido a los factores de riesgo que significa frente al contagio con el virus. En el caso venezolano la deserción escolar se convirtió en una constante, ya que la condición del país fue apagando también la luz de la educación a pesar de algunos esfuerzos. En la nueva normalidad, docentes y alumnos, encontraron a través de las pantallas, las herramientas tecnológicas que ofrecen la opción para desde sus hogares, adquirir conocimientos durante la contingencia, ya que estas ofrecen beneficios como: comunicación bilateral instantánea, en audio, video y mensajería, permiten el acceso a contenidos ilimitados, conversaciones virtuales entre múltiples personas, entre otras.
Sin embargo esta realidad dejó al desnudo las desigualdades de muchos países, docentes y estudiantes, ya que se evidencia las limitadas condiciones sociales, creando una brecha tecnológica, que impide la eficacia de este proceso, dejando de lado el carácter inclusivo de esta modalidad de aprendizaje. Sin entrenamiento, tanto maestros, alumnos como padres se lanzan a esta nueva experiencia educativa, en la medida de sus posibilidades, lo que convierte lo académico en un segundo plano ya que las diferencias prevalecen entre los que cuentan con equipos, conocimientos tecnológicos y servicios frente a quienes sus condiciones logísticas no les son favorables. Los más avanzados se adaptan y normalizan el proceso mientras que los más anclados, se van quedando atrás. Se establece un malestar social…
En el mismo país no se avanza de la misma manera; se evidencian las diferencias individuales de los alumnos y de sus familias. Mientras en muchos hogares se cuentan con las herramientas necesarias, así como la presencia de los padres o familiares en este proceso, en otras existen fuertes debilidades, inclusive los niños y adolescentes, simplemente deben salir a la calle en la búsqueda del alimento que la escuela les ofrecía. Aunado al ambiente de precariedad en que se vive en algunos hogares, donde la violencia, la enfermedad y la ausencia de estructura social que les dé estabilidad. Muchos pasan a convertirse en un problema más pues en casa no hay quien pueda ocuparse de ellos. El más fuerte sobrevivirá y los excluidos caerán más bajo de lo que estaban antes de la pandemia. Se agranda el malestar social…
Los maestros en un considerable porcentaje están reestructurando sus métodos de enseñanza presencial a la modalidad a distancia, aunque no cuentan con una formación digital, tratan de hacer lo imposible para estar dentro de la nueva tendencia educativa, mencionan que se les ha hecho muy difícil, ya que deben atender sus familias en las condiciones pandémicas en que vivimos en el planeta y muy particularmente en el país. El docente se convierte en un tutor que monta videos, pdfs, organiza contenidos; las plataformas digitales harán lo demás y mientras estás mejoran, el profesor se irá desdibujando.
Sin embargo muchas de las escuelas no cuentan con el apoyo tecnológico necesario para cada maestro, y en sus casas está ausente, lo que hace que la disponibilidad de tiempo dedicado a la actividad se vea reducida al momento de la preparación de los materiales requeridos, agregando las mencionadas deficiencias de los servicios públicos y la conectividad….Aumenta el malestar social.
El espacio virtual resta la posibilidad a los docentes y los estudiantes de establecer esa relación que se crea dentro y fuera del aula, esa que nace con la lectura en las clases y el compartir los juegos en el patio. Los compañeros y amigos también serán hijos de la virtualidad. Las risas y la relación, quedaron en el pasado. Los estudiantes encuentran la soledad y frustración ante la ausencia de la escuela. Aumenta el malestar social.
Todo parece indicar que le mundo online seguirá tomando el protagonismo que se merece. El reto mayor será proveer de recursos y educación a las comunidades en situaciones de desigualdad y desventaja. Las plataformas de aprendizaje pueden establecer alianzas con entes externos como las radios y los canales de televisión para dar respuestas efectivas.
Se hace necesario desarrollar estrategias integrales para enfrentar la emergencia, sólo así la virtualización no potenciara más las desigualdades existentes. Acondicionar los espacios escolares, cumpliendo las medidas sanitarias, para que asistan quienes no pueden quedarse en casa y así tener la posibilidad de la educación virtual, el acceso a la alimentación, junto con el apoyo salud tan necesaria en estos momentos. Es innegable que la educación a distancia a no podrá sustituir a la presencial, pero es mejor un año escolar en casa que la enfermedad o la muerte.
rosaltillo@yahoo.com