Durante este octubre de 2025, los merideños viven una de las peores crisis de agua potable en años. El municipio Libertador, corazón del estado Mérida, se encuentra en estado de emergencia debido a una combinación de factores naturales y estructurales que han dejado a miles de familias sin acceso al vital líquido. Esta situación no solo afecta la cotidianidad de los hogares, sino que pone en riesgo la salud pública, la educación, y la economía local.

Hasta más de 18 horas continuas algunos sectores no han recibido el preciado líquido y cuando se suministra es por pocos minutos.

Las lluvias torrenciales que azotan la región andina durante la primera semana de octubre provocaron deslizamientos de tierra en zonas como El Escorial, generando bloqueos en los accesos a las fuentes hídricas.

El río Mucujún, principal fuente de captación para la ciudad, se ve severamente afectado: arrastró sedimentos, ramas y rocas que saturaron los sistemas de filtrado.

La planta potabilizadora “Dr. Enrique Bourgouin”en El Vallecito, que abastece a gran parte de la ciudad, quedó fuera de servicio al superar los niveles de turbidez que puede manejar. Esto dejó a comunidades enteras sin agua ni siquiera para beber.

Según informaciones oficiales Aguas de Mérida desplegó cuadrillas técnicas para limpiar los canales de entrada, remover el material rocoso y evaluar daños en las estructuras de captación.

Se ha priorizado el abastecimiento a instituciones críticas como el Hospital Universitario de Los Andes (IAHULA), donde la falta de agua compromete la atención médica.

La planta “Ing. Eduardo Jáuregui” continúa operando, pero su capacidad es insuficiente para suplir la demanda total de la ciudad, lo que obliga a racionamientos extremos y cortes prolongados.

Expertos de la Universidad de Los Andes y otros organismos han adviertido que la infraestructura hídrica de Mérida está obsoleta: más del 40% del agua se pierde por fugas en tuberías deterioradas.

Han propuesto implementar sistemas de drenaje subsuperficial tipo “espina de pez” para reducir la sedimentación en las tomas de agua.

A mediano plazo, se requiere una renovación integral de las plantas potabilizadoras, reforzamiento de los diques y modernización de las redes de distribución.

La crisis hídrica en Mérida no es solo una consecuencia de las lluvias, sino el reflejo de años de desinversión y falta de planificación. La resiliencia de la ciudad dependerá de la capacidad de sus instituciones para adaptarse, de la presión ciudadana para exigir soluciones sostenibles, y de la voluntad política para priorizar el acceso al agua como un derecho fundamental.

Redacción CC-05-10-2025

Foto referencial