Crónica desde el Ávila: Convivir con los enemigos

Cardenal Baltazar Porras Cardozo…

Un trabajo realizado por el agudo político chileno residenciado en Alemania, Fernando Mires, escribió un interesante artículo sobre la realidad política de convivencia entre las distintas facciones o partidos políticos que generan en la actualidad un cambio significativo que no coincide con la tradicional división entre democracias y regímenes autoritarios o dictatoriales. Vale la pena analizar sus puntos de vista para ayudar a clarificar conceptos y realidades cambiantes en esta nueva época del mundo actual.

Comienza el autor citando las frases bíblicas que postulan amar a los enemigos y hacer el bien a los que nos aborrecen. Más aún, si te pegan en una mejilla pon la otra. Y si te quitan la capa que se lleven también la camisa. El amor al prójimo como a uno mismo es el segundo después del amor a Dios. Son los mandamientos más importantes.

Nos dice Mires: “Todas estas palabras bíblicas, y otras parecidas, parecen a primera vista marcar la diferencia entre el ser religioso con el ser político. En efecto; un político que pone la otra mejilla al agresor y ama al que lo insulta como si fuera uno mismo, no vive en este mundo. Luego, no puede ser un político. Incluso, un ciudadano corriente, al asumir tal conducta, se expondría al escarnio público. A Jesús, en su Sermón de la Montaña, parece que se le pasó la mano, podríamos decir quienes por emitir nuestras opiniones somos cada cierto tiempo objeto de agresión”.

Sin embargo, acota Mires, hay dos modos de leer las palabras bíblicas: O en un sentido literal o en un sentido poético (metafórico o metonímico). “Leer la Biblia en un sentido literal es, seguro, el mejor método para no entender la Biblia. Solo fanáticos, en general los fundamentalistas, apelan a la literalidad bíblica”…“Leyendo a Jesús a través de los cuatro evangelios vemos que no solo profetiza y dictamina. Además, y con mucha pasión, discute… “Jesús era sin dudas un consumado polemista”… “Razón de más para que nosotros, cuando leemos a los evangelistas, tenemos que no solo leerlos, también discutirlos para después interpretarlos”.

Analiza luego nuestro autor a Max Weber, considerado el papa de la moderna sociología, tampoco tenía razón cuando explica la política basándose en el sermón de la montaña. “En sentido no-literal Jesús se refería evidentemente a otra actitud, y es la siguiente: no sigas la lógica de tu enemigo pues si la sigues, haces el juego del enemigo. O en palabras algo más modernas: al enemigo que te agrede debes cambiarle las reglas del juego. Eso quiere decir: Si tu enemigo usa un lenguaje procaz y respondes de un modo culto y civilizado, el enemigo queda desarmado ante los demás. La no-violencia -sobre todo cuando es aplicada al lenguaje- suele ser también un instrumento de lucha en la contienda política. El dulce Sócrates, recordemos, hacía temblar a los más fieros generales, entre ellos a Alcibiades, quien, según Platón, terminó amándolo”.

El amar a los enemigos en el lenguaje de la época de Jesús hay que entenderlo en la actualidad con lo que ahora llamamos respeto. “Y ese respeto (amor) al que seguramente aludía Jesús, es fundamental para el ejercicio de la vida política. Al enemigo no se le ama, pero sí se le respeta, parece ser una condición (no siempre cumplida) de la vida política. Al enemigo podemos putearlo en privado, pero si lo hacemos en la vía pública, -que es la vía política-, como lo hizo el mismo Jesús con los mercaderes del templo, podemos ir a parar a la cárcel. Pero igual, nótese: Jesús dijo “amar nuestros enemigos” con lo que de hecho no prohibía tener enemigos. Y tenía razón: Si no fuera por la enemistad, no podría existir la amistad”…”Amistad y enemistad son dos formas de relacionarnos en la escena pública. La enemistad, al igual que la amistad, conforman una relación. Y toda relación es un vínculo que nos aproxima a otro y lo convierte en un próximo (prójimo) sea positivo o negativo”.

Sea en el tiempo o en el espacio, la política supone la existencia de un campo marcado por dos o más enemigos. Precisamente por eso nació la política. Si todos fuéramos amigos, la política estaría de más. La política, por el contrario, surgió de la necesidad de seguir odiándonos sin matarnos, principio hobbesiano cuyo fondo se deja explicar si uno echa una mirada a las redes digitales. En Tuiter -hoy X- por ejemplo, la gente de izquierda y la gente de derecha se dicen de todo. Pero no se matan entre sí; y eso es bueno”.

“Desde la fundación de la Convención Nacional en Francia (19 de septiembre de 1793), de acuerdo a la repartición geométrica de los asientos para los delegados políticos, la demarcatoria predominante ha sido la constituida por la relación negativa que se da entre “izquierda y derecha”. Por su utilidad regulativa, esa diferencia se ha mantenido a través del tiempo, aunque los contenidos y formas han variado sustancialmente”.

“Ayer la izquierda predominante era jacobina, después fue bolchevique, revolucionaria, populista, tercermundista. Hoy la izquierda predominante a nivel mundial es social democrática, liberal, ecologista, feminista, plurisexual. Ambos momentos a su vez coexisten con otra izquierda que reivindica valores extremadamente autoritarios de las antiguas derechas, entre ellas las latinoamericanas de Maduro, Ortega, Xiomara Castro, Díaz Canel.

Naturalmente no existen izquierdas ni derechas químicamente puras. Gobiernos como los de Boric en Chile o Petro en Colombia articulan conglomerados de izquierda cuya hegemonía interna no ha sido totalmente definida. Dicho muy entre nosotros, a esas izquierdas las veo más bien como una transición hacia una nueva forma de izquierda cuyos perfiles no sé precisar todavía. Ahora bien, en las derechas se observa una similar mutación, pero exactamente al revés”.

“Ayer “la” derecha era oligárquica, terrateniente, religiosa, patriarcal, autoritaria. Hoy en cambio está surgiendo una derecha de masas, plebeya, populista, neoliberal y libertaria, e incluso anarquista, representada no solo por los adalides del orden y de la tradición, sino por advenedizos plebeyos como Trump, Milei, Le Pen, Abascal, Bukele, Salvini, Orban, Wilders, y varios más. Al llegar a este punto, cabe la pregunta. De todas estas izquierdas y derechas de ayer y de hoy ¿cuál es la más política?. La respuesta es, todas”.

“Como sea, de acuerdo al sentido actual de la palabra amor, en la vida política que se avecina no será necesario (afortunadamente) amar a ningún enemigo. A algunos, los que saben que habitan sobre un mismo suelo y bajo un mismo techo, no les quedará más alternativa que combatirse, pero con respeto, si no hacia ellos, a la Constitución y a sus leyes. Los que están al otro lado, fuera de las relaciones de amistad y enemistad que son tejidas día a día en el telar de la política, me refiero, no a los enemigos políticos, sino a los enemigos de la política, habrá que combatirlos, y que me perdone Jesús, sin ningún respeto. Alguien muy cercano me preguntó hace un par de horas por qué al escribir no hice la distinción que gustaba hacer al presidente Salvador Allende, a saber, entre enemigos y adversarios. Sí, lo pensé, fue mi respuesta. El problema es que la palabra adversario es algo deportiva. La palabra enemigo, en cambio, es trágica. Trágica como es la política: tan cerca de la guerra, tan lejos del amor”.

Por supuesto que los análisis de Mires no son la última palabra, pero sí ayudan, aunque molesten o inquieten, a reflexionar y a buscar caminos en este enrevesado mundo de la política de hoy, que parece que pocos la entienden para ver cómo ejercerla, atacarla o cambiarla. Vale la pena confrontarnos, sin caer en el fanatismo, para tratar de construir un mundo más fraterno y justo, más pacífico y tolerante, más respetuoso de los demás sin imponer dogmas que son intragables.

24.- 18-11-24 (7852)

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