Crónica desde el Ávila: La Credibilidad

Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo…

Uno de los males crónicos que está viviendo nuestra sociedad venezolana es el empoderamiento de la desconfianza, pues nos sentimos, somos manipulados, casi sin darnos cuenta y la falta de preparación, de discernimiento, de poseer las herramientas para hacernos con la verdad están fuera de nuestro alcance, pues somos veletas a merced de quienes nos llevan a donde no queremos ir.

¿Qué es aquello que permite reconocer a algo o alguien como creíble, confiable, digno de crédito o de fe? La alteración de los hechos, su interpretación o la invención de otros imaginados forman parte en la actualidad de estrategias deliberadas de falsificación, manipulación o deformación de los hechos que ponen en entredicho nuestra capacidad de confiar. No hay nada más dañino y detestable que un mentiroso porque ni cuando intenta decir la verdad le podemos creer. La ausencia de libertades, de información y el poco apego a formar las conciencias en base a valores que consideramos trascendentes nos convierten en maniquíes a merced de intereses bastardos. El proceso (des)informativo a partir del 28J da para todo. Se impone por la propaganda y por el abuso de la fuerza una mirada única que contradice lo visto y vivido, provocando el desasosiego normal que no nos deja vivir.

“El objetivo de la retórica no es, como comúnmente se cree, persuadir o convencer sino generar confianza, resultar confiable. El orador no solo enuncia. Al hacerlo, también nuestra, deliberadamente o no, lo que él mismo es o quiere ser para los demás”. Cuando intenta imponerlo porque tiene el poder se descalifica a sí mismo porque la verdad no se impone por la fuerza o la amenaza sino por el vigor de lo que se trasmite. “En la cultura de la posverdad, la credibilidad del orador o del hablante, ya sean Donald Trump o Taylor Swift, depende de cómo los “lea” el público. Si el público los “lee” como dignos de confianza, entonces sus maniobras, deliberadas o no, habrán tenido éxito. Que, de hecho, merezcan esa confianza o no sigue siendo una cuestión ética que queda fuera de esa interacción que ésta solo se sustenta en un ethos de apariencias, separado de cualquiera consideración sobre el “verdadero carácter moral” de quien toma la palabra”.

La importancia de decir la verdad, de conocer la verdad, de que hay personas que digan la verdad y que seamos capaces de reconocerlas. No podemos desvincular la dinámica de la credibilidad de este compromiso con la verdad. Es el déficit que encontramos en buena parte de la dirigencia política que pretende infructuosamente inculcar y aceptar una verdad, la de ellos, que no tiene más asidero que la imposición de la fuerza. Así no hay camino para el bienestar social. Se impone como prioridad la reforma de la constitución y la convocatoria a elecciones bajo nuevas normas. Son esas las necesidades primarias y urgentes de la sociedad venezolana. Pareciera que no, lo relativo a vivir, a sobrevivir, a tener las condiciones mínimas a las que tiene derecho todo ser humano tienen que estar por encima de los deseos del poder que no es otro sino eternizarse a costa de la vida de los indefensos.

5.25.- 24-02-25 (3177)