Crónica desde el Ávila: Libres

Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo…

La vida de clausura en los monasterios tanto masculinos como femeninos es para muchos un misterio incomprensible. Es más fácil dejarse llevar por los comentarios, que los hay para todos los gustos, desde quienes lo consideran algo del pasado sin sentido en la actualidad, o de quienes afirman que es para gente timorata que huye o busca refugio en cuatro paredes, y, en fin, de quienes estamos convencidos de que es una manera, noble, humana y cristiana de dar testimonio de entrega incondicional al servicio callado, en la oración y el trabajo, por el bien de la humanidad.

Lucía Méndez, columnista de El Mundo, fascinada por la película «Libres»: «Sacude, emociona, atrapa». «Era un silencio de paz, sosiego, armonía, equilibrio, calma, misterio. Era tranquilidad y desasosiego, serenidad y turbación, placidez y zozobra, sencillez y complejidad, fascinación y extrañeza». «Todo esto, y mucho más, es el rastro que deja ir al cine a ver “Libres”, la película documental dirigida por Santos Blanco sobre la vida en clausura de los monasterios. Las palabras de los monjes y las monjas asombran,la película engancha, sacude, emociona y atrapa cuerpo y mente desde el primer fotograma hasta el último. Como dice Javier Lorenzo guionista del milagro en la pantalla de Libres, te encuentras con personas que no sabías que podían existir».

«El milagro consiste en algo simple: una inmersión en la vida monacal. Pero no para abrazarla como la solución a los males del mundo exterior. No para colmar el vacío existencial de lo de fuera. No para correr a ingresar en un convento, ni para ponerse a rezar, ni para convertir nuestra habitación en una celda con altar y sagrario, ni para encontrar el sentido de la vida, ni para ganarse la vida eterna». Sino por un rasgo más humano, la sencillez. «El milagro que conmociona para meterse dentro de cada espectador es la autenticidad de los protagonistas. Los monjes y las monjas se presentan a la vida tal cual son los seres humanos. No dan lecciones, dudan. No viven la soledad alrededor de sí mismos».

«No son actores, hablan a la cámara como hablan a la vida, se hacen preguntas, buscan el sentido lloran, rien, rezar, sufren, limpian, leen, meditan, dicen misa, cantan, juegan, conviven no sin dificultades, enferman y mueren. Los protagonistas de Libres no hacen, no actúan. Son. Verdaderos. Hombres y mujeres con las arrugas auténticas de la belleza original que no se lleva fuera de los muros de piedra».

Entresaco estos párrafos del amplio reportaje sobre la vida de los monasterios de clausura porque me recuerda la constatación que me hacía con frecuencia mi papá, de la admiración que sentía cuando me acompañaba a visitar algún monasterio de clausura tanto en Venezuela como en España. Le fascinaba la alegría de las personas que estaban allí “encerradas” pero libres. Cuando alguien le cuestionaba el que uno de sus hijos se hubiera metido a cura, o la forma en que vivían las monjitas, les decía sin ambages: lo invito a que vaya y vea cómo viven y cómo actúan, libres y abiertas al mundo al que sirven orando y trabajando.

Lo que no se conoce desde dentro, lo que no se palpa, no se valora ni estima. En Venezuela los monasterios de clausura, femeninos y masculinos, son pocos y relativamente recientes. Vale la pena darse una vueltica por alguno de ellos y “penetrar” en la clausura, que solo está cerrada para quienes no quieren ver que no es un cárcel sino una fortaleza sin muros ni puertas abiertas al mundo. Veamos la película “Libres” y opinemos.

27.- 06-7-23 (3564)