En una transmisión que conectó los Andes venezolanos con las gélidas tierras de Alaska, el programa La Ciudad en la Radio (107.7 ULAfm) reveló los detalles de una hazaña que marcará historia. Bajo la conducción del periodista Leonardo León, cuatro montañistas merideños -Adán Álvarez, Deiby Quintero, Francisco Belandria y el experimentado «Flaco Manolo- compartieron en exclusiva los preparativos de su épico ascenso al Denali (significa «El Alto»), la montaña más alta de Norteamérica.
Estos merideños de pura cepa, están preparando sus trineos en Talkeetna, Alaska. Su objetivo: coronar el Denalí (6,190 m), el coloso blanco que domina Norteamérica.
El monte Denali es la montaña más alta de América del Norte, con una altitud de 6190 m s. n. m. Está situado en la cordillera de Alaska, en el centro-sur del estado de Alaska (Estados Unidos). A pesar de no ser uno de los más altos del mundo, el desnivel que hay que superar (unos 4000 m desde el campo base) y las bajas temperaturas, dada su cercanía al círculo polar ártico, hacen del monte uno de los más complicados de ascender.
«Imagínate un gigante a un paso del círculo polar –describe Manolo, mientras ajusta crampones–. Es la única montaña de más de 6,000 metros desde Colombia hasta Canadá. Sus glaciares son monstruos vivos; el frío, un mordisco constante» exclamó el flaco Manolo. La voz del veterano montañista, conocedor de cada recoveco de los Andes venezolanos, vibra con una mezcla de respeto y pasión.
Esta no es una expedición cualquiera. Es la prueba de que el montañismo merideño ha madurado: «Ya no somos aquellos muchachos de hace 40 años –reflexiona Manolo–. Hoy venimos con técnica, criterio y sobre todo, con la complicidad de quienes saben que la montaña se escala en equipo».
La logística es una danza milimétrica. Desde la cabaña en Talkeetna –»un pueblo de tres calles y corazón grande»– hasta el glaciar Kahiltna donde aterrizarán en una avioneta con esquíes, cada paso está calculado.
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Día 1: 16 km arrastrando trineos como «perros humanos» sobre el glaciar, ganando apenas 190 m de altitud en 8 horas de esfuerzo puro.
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Campamentos: Tres estaciones de hielo. En cada una, construirán muros con bloques glaciales para proteger sus carpas de vientos que cortan la piel.
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Agua: Derretirán nieve con estufas portátiles –nada de arroyos cristalinos aquí–.
«Esto es mitad montañismo, mitad expedición polar –explica Adán Álvarez, el primero en escalar un 8,000 m en solitario–. Desde el primer paso hasta el último, viviremos sobre hielo. Eso transforma todo: cómo cocinamos, cómo dormimos, cómo soñamos».
El equipo es un crisol de experiencias. El flaco Manolo, con sus décadas de sabiduría; Adán, el joven que desafió al Himalaya; David, el estratega logístico; y Francisco, el puente entre ambos mundos.
«Somos la diáspora hecha montaña –confiesa Adán–. Vivimos en países distintos, pero el Denali nos reunió. Esto no es solo altura; es la manera en que lo hacemos: sin sherpas, sin oxígeno, con puro músculo y corazón».
Mientras la temperatura en la cumbre marca -34°C, el grupo envía un saludo a Mérida:
«A los jóvenes que nos escuchan: guarden dinero en un sobre con el nombre de su montaña. Nosotros juntamos así por años –dice Manolo–. La crisis no frena sueños; los pule. Miren a los polacos: en los 80, con su país en ruinas, conquistaron el Everest».
Con un dispositivo satelital, prometen enviar imágenes de su hazaña. «Que Mérida sepa –cierra Adán– que hasta en el lugar más frío del mundo, llevamos el calor de nuestra tierra».
Redacción C.C.
13-05-2025