Por: Germán Rodríguez Bustamante…
Desde la antigua Roma hasta la Inglaterra de principios del siglo XX, se le decía lunático a la persona que padecía ataques supuestamente provocados por las fases de la luna. Fue una creencia popular muy arraigada que se sostenía por la poca cantidad de luz que había antiguamente en las noches. En la actualidad, el paisaje urbano es completamente distinto por la existencia de la electricidad y el alumbrado público en las calles. Pero en las viejas ciudades, las noches sin luna eran absolutamente oscuras. Y se creía que esta oscuridad generaba trastornos. En la Venezuela presente marcada por recurrentes apagones eléctricos, la oscuridad lo cubre casi todo, en consecuencia, es posible la aparición de alucinaciones y delirios colectivos.
En esa época se condenaba a determinadas actitudes, sin embargo, habían excepciones justamente porque las personas con esos trastornos no tenían la capacidad de diferenciar entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto. Obviamente en el mundo moderno es posible que la falta de luz produzca cuadros depresivos, no por la ausencia del fluido eléctrico, sino por elementos adicionales que afectan la calidad de vida de las personas. Condiciones económicas, sociales y políticas agregan insumos para generar angustia, preocupación y la ausencia de una perspectiva de futuro favorable. Variables que afectan en gran medida a los venezolanos en este momento.
Julio Verne escribe una obra titulada “de la tierra a la luna” en 1.865, es una novela científica y satírica, en la cual intenta describir con ficción las dificultades de enviar un objeto a la luna. La novela narra las vivencias de aventureros, desde el lanzamiento con todos los adelantos científicos y con las comodidades de un coche-cama. Durante cuatro días, los tres atrevidos pasajeros ven recompensado su valor con la experiencia de un cómodo y singularísimo viaje, interrumpido sólo por acontecimientos extraordinarios, como la ceremonia en la que, suspendidos en medio del aire por hallarse ya fuera del influjo de la gravitación terrestre, brindan con botellas y vasos igualmente suspendidos para festejar el paso de la atmósfera de la tierra a la de la luna.
La trayectoria del proyectil sufre una desviación imprevista, pero llega lo suficientemente cerca de la Luna como para ser atraído por su gravedad y rodearla como si fuese un satélite, ofreciendo así a los viajeros la ocasión de verla y describirla sin caer en ella. Tras rodear la Luna siguiendo una órbita elíptica, logran escapar de su gravedad accionando los cohetes que iban a servir para el alunizaje; la nave regresa a la tierra y cae en el pacífico.
Con toda seguridad esta no será la narrativa del venezolano que ira prontamente a la luna, las condiciones científicas y tecnológicas harán su viaje más cómodo y real, sin tanta ilusión y fantasía. La realidad venezolana no justifica para nada la proeza de colocar un ciudadano en la luna, con la colaboración del gobierno chino. Es preferible hacer esfuerzos para que los venezolanos que quedan en este pedazo de tierra, puedan vivir en condiciones decentes, que les permita tocar tierra. No es necesario la visión extra planetaria, para entender las dificultades que padecen los venezolanos, sumergidos en una crisis humanitaria compleja. Con comprender los efectos físicos que la luna produce en los cambios en las mareas es suficiente.
En cierto sentido, ir a la luna es lo mismo que construir ciudades, grandes hospitales, grandes obras de ingeniería para el desarrollo del ser humano. Se refiere a la cantidad de dinero que debe invertirse. Cuando a tanto venezolano le faltan las cosas más indispensables, hacer algo así resulta escandaloso. Si tenemos recursos suficientes para llegar a la luna, por qué se maneja tan irresponsablemente las cuestiones en la tierra. Al embarcarse en esta aventura contemporánea que los lleva al espacio desconocido, no es exagerado pensar que quizá aparezcan experiencias parecidas en la tierra. Sobre todo, en una nación destruida por estos gobernantes delirantes, es posible que las condiciones de oscuridad producto de los apagones hayan generado delirios lunáticos en ellos.
La fortaleza del país no se logra colocando un ser en la luna, esa es una carrera poco compensada para los venezolanos. Los ciudadanos exigen y requieren de políticas económicas y sociales ajustadas a las realidades presentes. Todavía no están liberados los venezolanos de las fuerzas que los mantienen sujetos a la tierra, inflación desmedida, crisis sanitaria, crisis de servicios, inseguridad y migración espantosas, es ridículo conquistar el espacio en estas condiciones de vida terrenal. Las capacidades derivadas del desarrollo y el progreso ofrecen oportunidades ilimitadas al perfeccionamiento de las facultades del hombre y a la satisfacción de sus necesidades. Lamentablemente Venezuela se encuentra muy lejos de esas capacidades, con toda seguridad la distancia es más cercana, que el trayecto de la tierra a la luna. Por ello es preferible concentrarse en acortar esa diferencia para mejorar la calidad de vida de millones de venezolanos, que colocar un solo venezolano en la luna.
No es necesario que un venezolano flote en el aire por hallarse fuera del influjo de la gravitación terrestre, para ver como las necesidades de la mayoría de quienes están en la tierra, se desvanecen en sus manos sin poder alcanzarlas. La fuerza de la gravedad terrestre marcada por el hambre y la miseria, hace flotar a la muerte a su alrededor. El lado oscuro de luna está en la Venezuela profunda, zarandeada por una ininterrupción de servicios públicos diarios y continuos. El viaje por esos destinos terrenales son una prioridad antes de aventuras y delirios lunares.
@germanrodri
@germanoveja
18-09-2023