De plataforma a tablita

Por: Germán Rodríguez Bustamante…

 La llamada plataforma unitaria y el régimen que detenta el poder en Venezuela, luego de dimes y diretes tendrán que sentarse para discutir elementos para la sobrevivencia propia, dejando a todo el país fuera de la mesa. Ambas coaliciones son una minoría con muy poca representatividad. El estado de mora arropa a ambos comediantes, ya que no son capaces de cumplir con las promesas ofrecidas a la sociedad. El blindado tumulto opositor del año 2.019 se ha convertido en un frágil lagrimeo de simpatizantes, que no trasciende a los partidos políticos integrantes de G4. La mesa de negociación y acuerdo es el escenario propicio para que las minorías acuerden, para unos como seguir en el poder y para los otros como mantener los privilegios. 

El régimen no necesita del apoyo popular para su objetivo de mantener el poder, y el G4 más, les urge recuperar apoyos. Sobre todo, considerando su preparación para las elecciones presidenciales de 2.024. Los sondeos de opinión muestran que todos los liderazgos actuales lucen desgastados, dar paso a otros, nuevos, pudiera cambiar las cosas. Esa realidad los obliga de forma desesperada a barnizarse con alguna representatividad, la tiranía lo sabe los reconoce y los sienta en la mesa, con la finalidad de profundizar las diferencias en el sector opositor.

La principal alianza de partidos opositores ha pasado por varios avatares: la mesa de la unidad democrática, el frente amplio y, ahora, la plataforma unitaria democrática. Tristemente esas transformaciones fueron únicamente cosméticas. El grueso de las decisiones las sigue tomando los cuatro partidos mayores que han tenido los mismos dirigentes por décadas, y todos ellos embarrados hasta el cuello con hechos de corrupción, sobre todo en esta etapa de gobierno interino.

La crisis de representatividad en el seno de la dirigencia opositora es una realidad clara, más allá de las encuestas. Muestra de ello fue el papelón que hicieron en las municipales pasadas, al impulsar a Guanipa a la Alcandía de Caracas, uno de los jefes del G4, que realizo metamorfosis de cargos fugaces, para terminar, poniendo una tremenda magdalena. No hubo ningún tipo de primarias, a pesar de que otros aspirantes a la nominación despertaban algo de entusiasmo. La imposición prevaleció y ahora piden, exigen y demandan primarias, para mostrar su condición democrática, pero en el fondo esconden el deseo del consenso de cúpulas.

A los partidos opositores del G4 les cuesta aprender a refrescar sus jerarquías, y la designación de Barboza lo demuestra nuevamente. Hay promesas vagas de que cada uno se someterá a una renovación. Ofertas difíciles de creer, pareciera una novedad posiblemente ejecutada con cirugías plásticas de dirigentes, para mostrar una supuesta nueva cara. La oposición no incluida en la plataforma juega a derrotar al régimen comiendo en el mismo plato. Sin embargo, no logran avanzar en la representatividad, mientras exista un divorcio entre las promesas y las posibles ejecutorias, las masas seguirán esperando por una mejor conducción.

El rechazo mayoritario al régimen es más que evidente, el cual está de acuerdo a algunos estudios en el 80 %, pero también lo es la crisis de representatividad de los partidos políticos, que en la sumatoria de todos incluyendo el PSUV no alcanzan el 25 %. Los intereses particulares están presentes, algunos se conforman con una tajada de la torta electoral, sin realizar grandes esfuerzos, mientras otros no logran sumar nada y prefieren las migajas recibidas por cortesía de los consensos. En este momento en las tribunas de representación, existen más concejales y diputados regionales suplentes juramentados, que cargos disponibles, otra sobra entregada como premio.

La plataforma sirve como tablita para que la coalición cohesionada allí, no termine de hundirse en un mar de negligentes, arrogantes y tarifadas decisiones. Todos quienes en el pasado invitaron a la no participación electoral, atizan las primarias como el mecanismo para canalizar el conflicto político. Muestran el señuelo sin resolver las diferencias de los liderazgos. En primer lugar, se debe apostar por reconstituir alguna instancia interna dentro de la oposición, que permita conciliar estos aspectos y hacer esa plataforma más inclusiva. En segundo lugar, replantear la estrategia de la teoría de cambio, de acuerdo a los retos que exige el conflicto presente y el actual contexto y, finalmente, ampliar la incorporación de otros sectores opositores a una plataforma que se ha ido disolviendo con el paso del tiempo, por factores endógenos y por factores exógenos.

El minúsculo archipiélago opositor sentado en la mesa, para que tenga alguna credibilidad, debe establecer un cuarto contiguo para qué a través de este medio mantenga una permanente y fluida comunicación, con actores que expliquen la complejidad del país. Las interacciones con sectores políticos son fundamental, pero también es importante que el compromiso se haga también con otros sectores de la sociedad, como las organizaciones humanitarias, las organizaciones de derechos humanos y, de alguna manera, habiliten canales de comunicación con toda la nación.

El galeón rojo se hunde por su gestión negligente, incapaz y corrupta, pero el navío opositor aglutinado en el G4 también por las mismas razones. El G4 buscar convencer a los ciudadanos que la plataforma unitaria, será una mecanismo renovado, inclusivo y transparente para levantar las esperanzas de un pueblo agotado. La tablita para que se convierta en salvavidas seguro, requiere de la renovación de los liderazgos, las estrategias, las vocerías y que los actores que nunca han estado representado, puedan estar allí. En conclusión, una plataforma mucho más inclusiva que pueda generar soluciones más discutidas y más sostenibles en el tiempo.

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