Por Germán Rodríguez Bustamante…
Weston, es uno de las localidades más nuevas de Broward, se ha convertido en un oasis lleno de oportunidades para exiliados cuyos sueños económicos fueron troncados y hasta sus vidas amenazadas durante estos años desdichados de gobierno revolucionario. En este grupo de desterrados hay de todo, desde honorables personas, hasta receptores de contratos y prebendas del gobierno bolivariano. Gracias en parte a las riquezas y el capital intelectual de inmigrantes venezolanos de la clase media-alta, Weston se ha convertido en un lugar donde los niños pueden jugar fútbol y conseguir una buena educación, donde empresarios pueden crear negocios y socializar cómodamente con sus compatriotas, y degustar una arepa, un tequeño y gastronomía típica. La ciudad fue desarrollada en 10,500 acres de tierras de cultivo, en un principio pobladas por pimientos brasileños, vacas y lagartos. Fue imaginada desde un principio como un lugar para toda américa, con calles arboladas y urbanizaciones con control de acceso. Pero después de los años 80 los desarrolladores descubrieron una clientela más apta: las élites de Colombia y Venezuela. Impulsada aún más por la huida de venezolanos en estos años de revolución.
Jonathan Jakubowich, escribe una novela de ficción que recrea las aventuras de Juan Planchard, joven venezolano quien se convierte en millonario gracias a las lagunas de oportunidades ofrecidas por las políticas económicas, impuestas por el régimen venezolano. Es un viaje a lo más profundo del saqueo a Venezuela, el asalto más grande de la historia. La oligarquía bolivariana se revela en su esencia y pasión por el sexo, las drogas y la revolución. Aventura, acción, suspenso, drama y comedia. Todos los géneros convergen en esta historia estremecida y sorprendente, con un final completamente inesperado que promete una saga literaria.
La historia de los llamados hijos de la revolución es muy parecida a la de Juan Planchard: son comunistas, pero solo de la boca para afuera, se enriquecieron de manera fugaz gracias a negocios fraudulentos, les encanta ostentar sus riquezas, adoran las fiestas, y se desviven por Estados Unidos, sin embargo, sus autoridades les sigue la pista de cerca. Hay decenas de ejemplos insólitos y cada vez son más. Aparecen en la saga los testaferros, quienes disponen de más oportunidades de gozarse los reales, porque los cabecillas del chavismo están sancionados y tienen prohibida la entrada a medio planeta. Nada detiene su arsenal de lujos y conforts. Son una especie de oportunistas, medio ingenuos, medio malignos, que piensa que el dinero debe fluir porque a los pobres les gusta que los roben, y los ricos también roban a su manera. No es de extrañar que en Weston se escondan uno que otro Planchard disfrutando las mieles de un retiro dorado, con recursos construidos sobre la sangre, sudor y lágrimas de los venezolanos.
La realidad en Venezuela siempre es peor de lo que uno se imagina. Las novelas permiten adentrarse en las profundidades, anestesiadas por un personaje ficticio que nunca va a ser divertido, sin importar lo violentas que son las situaciones que vive. A pesar de los espeluznante de la ficción, es posible que se quede corta al compararla con la realidad. Los supermercados en los cuales los productos son cotizados en onzas de oro, es parte de ese mundo imaginario en el cual se encuentra el país sumergido. Lo que lleva la conclusión de que la novela no tiene nada de exagerado. La realidad venezolana es insólita y lo que está a la vista es un porcentaje mínimo del desastre.
La oposición venezolana al régimen tiene su capítulo especial en esta ficción, no es toda, pero lamentablemente algunos se prestaron para perfeccionar el saqueo. Haciendo muy poco para detenerlo o participando activamente como comensales en el festín. El personaje imaginario se encuentra en ambos lados de la diatriba política venezolana actual. Cercado el acceso al mercado americano por las sanciones impuestas y por el seguimiento de la ruta del dinero manchado. Brincan el charco y se ubican en Europa para poder mantener los niveles de derroche y extravagancia. El barrio de Salamanca en Madrid es el nuevo Weston. Obviamente no todos son personajes identificados o asociados con nuestro personaje de ficción, pero con seguridad uno que otro, son testaferros o benefactores directos del saqueo al erario venezolano.
El barrio de Salamanca se ha convertido en la pequeña Venezuela. La situación política, económica y social en el país gobernado por Maduro, ha obligado a muchos venezolanos a emigrar o directamente exiliarse. Lo sorprendente es que más de uno se han instalado en Salamanca uno de los barrios más caros de España. El precio medio de una vivienda de 4 habitaciones es de un millón de euros en promedio. Inalcanzable para los aventureros del Darién. Europa se convirtió en el destino preferido de familiares y lavadores de dinero de la revolución bolivariana, hay que guardar para tiempos difíciles, no todo se puede mantener en caletas.
Para ejemplo un pequeño detalle, María Asunción Aramburuzabala, representante de una de las mayores fortunas de México, compro un edificio a unos venezolanos, en la calle Claudio Coello en el lujoso número 11. Es decir, el destierro venezolano limpiando un poco su dinero de las manchas producida por la revolución. Los desembarcos a la inversa, Colon piso nuestras arenas en el pasado y ahora algunos venezolanos lo hacen en Salamanca Madrid. Triste y cruda realidad al comparar con las vicisitudes y peligros que viven los venezolanos en el desembarque del Darién. Mientras unos construyen sus sueños sobre pisos lujosos en Europa, otros los construyen sobre el barro de la selva. La fantasía mostrada en este decorado se queda reducida, no hay comparación posible y las historias en cada experiencia son placenteras en un caso y en el otro dolorosas. El sueño americano peligroso pero accesible y el ensueño europeo inalcanzable.
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26-08-2024
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